Irrita mucho este triunfalismo en la portada del periódico Granma

 

Paquito el de Cuba.- Mientras este último sábado durante el día del amor y la amistad me ocupaba y disfrutaba de mi familia, la cual no tiene ningún reconocimiento ni protección legal en Cuba, el periódico Granma publicaba un extenso material de una página completa con una afirmación triunfalista e inexacta, alarmante y desmovilizadora.


“Cuatro décadas después de ser promulgado, el 14 de febrero de 1975, el Código de Familia cubano sigue constituyendo un ejemplo de progresión y superioridad jurídica en América Latina”, decía el diario en su primera plana y reiteraba como un sumario en la página 3, bajo el meloso título de “Un código de amor para la familia”.

Ese enunciado comparativo con el resto de la región que pudo ser válido hace 40 años resulta en la actualidad no solo apologético, sino errado a la luz de los avances de varios países de nuestro continente, gracias al liderazgo de gobiernos de izquierda, en el replanteo y ampliación de las relaciones familiares. Es una pifia que nos incomoda e irrita a muchas personas.

Las reacciones de activistas que llevamos años en la espera de una modificación de esa ley fueron inmediatas. La carta abierta del doctor Alberto Roque ese mismo día a cinco diputadas y diputados de nuestro Parlamento, resume una parte importante de las principales insatisfacciones y carencias a resolver en relación con esa ya anticuada legislación, no solo en materia de respaldo jurídico para las parejas homosexuales, sino en otros muchos aspectos.

Ahora que puedo leer el trabajo, podría pensar incluso —con mucha buena voluntad por mi parte— que esta “celebración” periodística de las cuatro décadas de la aprobación del Código de Familia es solo un paso para comenzar a introducir el tema sobre la necesidad de su revisión, que ya altas autoridades estatales reconocieron por fin el pasado año, luego de mucha insistencia desde el activismo.

De hecho, luego de una detallada exaltación de lo adelantada, progresista y original que resultó la norma en 1975, el periódico afirma: “Los orígenes y proyecciones futuras de actualización del Código de Familia cubano emergen de las demandas de la sociedad, en constante renovación y cambio.”

La principal entrevistada, la doctora Olga Mesa Castillo —presidenta de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia de la Unión Nacional de Juristas de Cuba— plantea incluso que “el Código nació para un país que ya no es”.

Sin embargo, el texto prosigue con abundantes loas al viejo documento legal por parte de algunas personas expertas consultadas por el diario oficial del Partido Comunista de Cuba, las cuales serían capaz de desorientar a cualquier lectora o lector que no esté al tanto de las agudas polémicas que tienen lugar desde hace ya más de un lustro alrededor de la necesidad de su urgente renovación.

Por otra parte hay un párrafo que a mí me causó escalofríos, porque su lectura entrelíneas pudiera augurar incluso algún grave desatino a la hora en que las entidades u organizaciones que tradicionalmente ejercen la iniciativa legislativa decidan finalmente presentar ante el Parlamento una nueva propuesta de ley:

“Para la doctora Olga Mesa, en la actualidad se estudian las posibles modificaciones que actualicen este código, pero no será suficiente con adecuar e incorporar las novedosas figuras e instituciones surgidas en estas cuatro décadas, sino que hay que hacerlo de cara al nuevo escenario social, con una dinámica demográfica de un país del primer mundo con una infraestructura económica de un país tercermundista, en desarrollo, y que a su vez se enfrenta a un marcado decrecimiento y envejecimiento poblacional y una evidente contracción de la fecundidad”, reza Granma.

¿Será que alguien está pensando todavía que reconocer los mismos derechos familiares a las parejas homosexuales podría tener impactos negativos en la demografía y la natalidad? Esperemos que no.

De todos modos, es lamentable que no haya en toda este extemporáneo panegírico de una ley ampliamente superada por el tiempo, ni siquiera una mención a cuáles son esas nuevas “demandas” y “escenarios” sociales que obligarían a cambiarla, ni qué “modificaciones” comprende ¡ese tan largo estudio! que buscaría darles respuesta.

Ojalá que nos equivoquemos por suspicaces e impacientes, y esta sea sola una introducción al debate inevitable que vendrá para la actualización del Código de Familia. Pero aun si así fuera, el asunto no comienza bien. Esperemos que termine mejor.

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