Dixie Edith - Red Semlac.- Poco más de un millón 854.750 cubanas se dedicaban por completo a los quehaceres del hogar en 2012, según el último Censo de Población y Viviendas.


 

La carencia de servicios de apoyo a las tareas hogareñas y de una infraestructura que aligere el trabajo doméstico constituye uno de los retos más grandes que enfrenta hoy la sociedad cubana en busca de la igualdad real entre mujeres y hombres, coinciden especialistas.

Para María Rosa Vaquero, profesora universitaria jubilada y residente en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo, esa afirmación concuerda de manera bastante exacta con sus lamentos cotidianos desde hace varias décadas.

"Cuando nació mi primera hija, a inicios de la pasada década del setenta, me volvía loca porque el día no me alcanzaba para hacer todas las cosas. Había escasez y todo lo necesario para atender a una bebé se encontraba disperso en tiendas o mercados a veces muy alejados entre sí", explica Vaquero a SEMlac.

Al llegar su segundo hijo, a fines de la misma década, las cosas habían empezado a mejorar y los tiempos de Vaquero comenzaron a ser algo más cómodos.

"Recuerdo que abrieron grandes lavanderías estatales a las que una llegaba con la ropa sucia y su poquito de detergente y salía con todo limpio y seco. Es cierto que a veces me pasaba hasta tres horas allí, pero las aprovechaba leyendo o jugando con el niño", narra a este servicio.

Para esta exprofesora de 67 años la vida terminó de complicarse con la fuerte crisis económica de la década de los 90. Aunque su esposo de toda la vida ha sido también un colaborador sistemático en las tareas domésticas, las presiones económicas de la época la obligaron a cambiar de golpe todas sus rutinas.

"Mi madre debutó en 1992 con una enfermedad crónica degenerativa y mi hija tuvo a su primer niño en 1995. Tuve que jubilarme por un peritaje médico, aunque aún no tenía ni 45 años, para poder cuidar a mamá y ayudar con el nieto, porque mi hija era recién graduada y trabajaba en el polo científico", detalla con un poco de tristeza.

Medio en broma, medio en serio, Vaquero confiesa que muy a menudo, durante todos estos años, ha añorado casi a diario algunas cosas: una enfermera que la ayudara con su madre enferma y una persona que le aliviara algunas tareas domésticas.

Pero también "un lugar a donde encargar comida barata y buena, cuando termina el día y estoy tan cansada, que me duele hasta entrar en la cocina", agrega.

De ellas, ha conseguido solo una. Todos los viernes una vieja amiga de la familia pasa el día en la casa haciendo limpieza, mandados y cualquier otra tarea necesaria, a cambio de un pago razonable. Pero no es suficiente.

Reflexiones desde la academia

Datos del último Censo Nacional de Población y Viviendas levantado en 2012 refieren que poco más de un millón 854.750 cubanas se dedicaban por completo a los quehaceres del hogar.

Por su parte, un altísimo porcentaje del cerca del millón 838.600 mujeres que ocupan algún empleo estatal en la isla también dedican buena parte de su tiempo y esfuerzos a las tareas del hogar.

Según Teresa Lara, especialista en estadísticas de género y con experiencia en estudios de uso del tiempo, muchas de estas mujeres, además, se ven en la necesidad de desplegar varias tareas a la vez en aras de racionalizar las horas que dedican al trabajo doméstico.

En el estudio "Mujeres, trabajo doméstico no remunerado y vida cotidiana", de la doctora Magela Romero Almodóvar, de la Universidad de La Habana, se ratifica esa aptitud para "la multitarea".

Según esa indagación, 51,2 por ciento de las cubanas consultadas declaró realizar dos o más tareas domésticas a la vez para optimizar el tiempo; mientras cerca de 34 por ciento aseguró levantarse antes que el resto de la familia para adelantar "las cosas de la casa".

Un 20,5 por ciento, en tanto, confesó que prefería acostarse muy tarde en la madrugada y dejarlo todo listo para el siguiente día.

La propia Romero, en su recientemente defendida investigación doctoral, constató, además, una "alta demanda de servicios de apoyo en un contexto donde las instituciones y programas estatales de apoyo a la familia y a la mujer trabajadora son insuficientes o tienden a privatizarse, al tiempo que se desencadenan procesos sociodemográficos con incidencia directa en la profundización de un vacío en torno al cuidado".

Para esta experta, entre los "procesos sociodemográficos" identificados destacan el acelerado envejecimiento de la población y la emigración de potenciales personas cuidadoras, asevera en su tesis "El trabajo doméstico remunerado a domicilio en Cuba. Un estudio de caso en Miramar".

Otra investigación doctoral, presentada en 2015 en la española Universidad de Córdova, identificó conflictos diversos para la conciliación entre familia y trabajo en Cuba y España.

En el caso de Cuba, las mayores dificultades identificadas se concentraron "en las interminables horas que necesitan para encontrar los ingredientes que llevarán los menús familiares de cada día y los grandes obstáculos que deben superar para encontrar un transporte que les conduzcan de un lugar a otro (de la casa al trabajo o a los lugares de ocio)", precisa María Caridad Bocija Nogués, autora del "Estudio comparativo del conflicto trabajo- familia en España y Cuba".

Con los pies en la tierra

La universalización de los servicios de educación y salud, la creación de círculos infantiles (guarderías) -aun cuando no satisfagan toda la demanda-, o la aprobación de leyes como la de Maternidad de la trabajadora son muestra de acciones que han repercutido favorablemente en la conciliación de los espacios laborales y familiares en Cuba.

Sin embargo, el fomento paralelo de una infraestructura de servicios para aliviar las dinámicas domésticas familiares no ha ido a la par de esos esfuerzos.

En el Informe Central del VIII Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, en marzo de 2009, ya se reconocía la necesidad de que el Estado garantizara un grupo de servicios básicos de apoyo al hogar. Esa sigue siendo una demanda insatisfecha con diferentes repercusiones en la vida personal y familiar, fundamentalmente para las mujeres.

En los últimos años, con la ampliación de la iniciativa privada en el país, aparecen opciones atractivas en ese sentido. Cuidadoras a domicilio y trabajadoras domésticas, por solo citar dos ejemplos, han comenzado a ser presencias más cotidianas en las casas cubanas.

En paralelo, muchos mercados agropecuarios de oferta y demanda venden productos limpios o semiprocesados, como frutas, vegetales y viandas peladas y cortadas, que alivian de manera considerable las presiones de la cocina cotidiana.

"Pero siguen siendo muy caros para el salario medio y no se encuentran en todos los municipios", asevera Vaquero a este servicio.

Un pequeño recorrido realizado por SEMlac por algunos negocios por cuenta propia de venta de carne de cerdo y embutidos, recién abiertos en varios municipios de La Habana, confirmó la necesidad de este tipo de ofertas, pero también la percepción de Vaquero.

Hamburguesas, medallones, croquetas o ahumados y embutidos cortados y "listos para comer" son de los productos más demandados, según quienes se ocupan de la venta en estos establecimientos.

"Los medallones y croquetas nunca llegan al final del día, porque son más baratos", reconoció Juliet Alfonso, una joven ama de casa del municipio de Playa, asidua consumidora de estas opciones.

Según la investigación doctoral de Almodóvar, aún existe una "insuficiente presión para que dentro del plan anual de la economía se priorice el restablecimiento de los servicios de apoyo a la familia ya existentes y se fomentan nuevos, en los que se disponga de una mejor infraestructura a la existente".

En general, especialistas coinciden en que, pese a la trascendental importancia del asunto, este sigue siendo un fenómeno social poco estudiado y atendido, que demanda un abordaje desde perspectivas sociológicas y de género, pero también económicas y legislativas.

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