Carlos Sanabia Marrero - Radio Rebelde.- "Las mujeres de Santiago de Cuba continuamos siendo una Revolución dentro de la Revolución", dijo a Radio Rebelde la Secretaria General de la FMC en la provincia Yuleidis Vega Blanco.


Continuar fortaleciendo el pleno ejercicio de la igualdad en todos los ámbitos y niveles de la sociedad, brindando sistemático aporte a la formación y bienestar de las nuevas generaciones, es objetivo central de la jornada que desarrollan las federadas santiagueras para recibir este ocho de marzo el Día Internacional de la Mujer.

Así lo destacó a Radio Rebelde Yuleides Vega Blanco, Secretaria General de la Federación de Mujeres Cubanas, FMC, en Santiago de Cuba, al destacar el programa de trabajos productivos, homenajes y festividades que se desarrolla en la provincia, donde unas mil 700 jóvenes con 14 años de edad ingresarán en esta ocasión a la organización.

Detalló que el día ocho se hará un recorrido por el conjunto de obras sociales que se construyen en diferentes comunidades de la ciudad, contempladas en el novedoso y creativo programa “Santiago Arde”, para dedicar la inauguración de muchas de ellas a las mujeres cubanas.

Refiriéndose al acto central de la provincia por la fecha dijo que “este año será de manera especial porque al tener a nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro aquí, le rendiremos homenaje en el cementerio “Santa Ifigenia” donde reposan sus cenizas y a la vez a nuestra eterna presidenta Vilma Espín en el Mausoleo del Segundo Frente Oriental, donde descansan sus restos”.

La Federación de Mujeres Cubanas fue fundada en 1960 por iniciativa del máximo líder de la Revolución Fidel Castro y la Heroína del llano y de la Sierra Vilma Espín, para lograr la igualdad de la mujer y formación y bienestar de las nuevas generaciones.

 

Homenaje por el 8 de Marzo

Granma publica las historias de dos de las tantas mujeres cubanas que se crecen ante las dificultades; que merecen ser homenajeadas este 8 de Marzo

Jesús Jank Curbelo y Julio Martínez Molina - Granma

Ella es Yoandra Ramírez Romero y mientras habla conmigo vigila el cubo plástico del agua que va llenándose bajo la llave, y está casi mediado, y el sonido del agua cuando cae sobre el agua hace una cantinela insoportable.
Quiero pedirle que cierre la llave.

No lo hago.

Hablo con Yoandra y Yoandra tiene el palo de la escoba con la frazada puesta, en una mano, y está parada encima de una pierna con la otra pierna sobre la rodilla. El suelo está húmedo y ella vigila. Me escucha y me responde con voz baja y la cantinela no me deja oírla.

—Yo estaba embarazada, decidí no sacármelo y lo parí.

—¿Tú sola?

—Yo sola.

El niño es como un oso pequeñito de corduroy. Lo vi hace diez minutos jugando con un niño en un columpio de un parque de diversiones.

—¿Y tu mamá?

—No vive conmigo.

—¿Y no te ayuda?

—No, porque la convivencia mía y de ella nunca…

—¿Ni con el niño?

—No.

Cuando supo que estaba embarazada, la madre de Yoandra le dijo que se fuera de la casa. Ella salió con sus tres maletines; se fue a la casa del padre del niño.

El padre del niño dijo que el niño no podía ser suyo.

Yoandra se fue a casa de una amiga.

—Empecé a trabajar en una casa particular. Limpiaba, cocinaba, lavaba. Y el niño podía quedarse allí.

Después, con el dinero que fue ahorrando, levantó una casita de madera cerca de Baracoa.

Después, aquella casa de madera se la llevó un ciclón.

—Matthew pasó por aquí y acabó con todo. Me llevó la casa. Me dejó sin nada. A mí y a una pila de gente también… Tenía el colchón del niño, las cositas de la cocina. No era mucho lo que tenía tampoco. Pero todo lo perdí.

***
La primera vez que vi a Yoandra estaba limpiando en uno de los bloques contiguos a la puerta de la entrada del centro para evacuados del Toa.

Llevaba un pantalón arremangado hasta las rodillas y el pelo hecho un moño. Delgada. Ojos grandísimos. Pero no me percaté.

Recorrí el Toa y me crucé con Yoan. Corría con chancleticas de goma junto a otro niño en short y sin pulóver. Me apuntó con los dedos como con una pistola de juguete y yo hice como que me morí.

Entonces le pregunté por su madre.

—Después del ciclón, estuvimos unos días albergados en una escuela. Y después llegué aquí y me atendieron muy bien: me dieron un colchón para mí y para mi niño, sábanas, tanque para el agua, mueble de cocina, olla reina… Aquí no nos va mal. Tengo mi cuarto aparte, tengo privacidad, tengo todo, ¿ves? —dice Yoandra.

Cierra la llave del agua, regresa.

—Cuando llegamos, pregunté si podía trabajar en algo y me pusieron aquí. Ahora estamos limpiando en general… hasta que ya terminemos de arreglar todo. Ya después me dijeron que te ponen un lugar, y tienes que cumplir nada más con ese lado.

—¿Entonces te va bien?

—Aquí, sí, bien. No hay problemas, por la noche no hay bulla. Desde temprano el niño se come la cantidad de comida que tiene que comerse, la leche, todo, todo… La leche yo se la hago, porque aquí (en la bodega) me dan el paquete de leche. Por la mañana le doy un vasito y por la noche, antes de acostarse, le doy otro.

—¿Y los mandados?

—Yo antes de venir para acá lo saqué todo de la tienda para no tener que ir y venir, ir y venir, ¿ves? Y por aquí alante están haciendo una tienda de comida, para ver si te dan tu libreta aquí, y no tengas que irte hasta la ciudad a comprar los mandados.

Yoandra mira abajo cuando habla.

—Yoan tiene un poquito de catarro por el cambio de temperatura, pero nada grave.

—Ahora lo vi jugando con un niño. Me dijo que era el primo.

—Sí, porque ese niñito vivía al lado de donde yo estaba. A la madre la mandaron para acá, y se vieron, y cuando yo estoy trabajando, ella me lo cuida mientras tanto.

«Desde que el niño nació lo he criado yo solita. Y ahí está, grande ya. He pasado trabajo, pero uno siempre tiene la esperanza de que mejoren las cosas... Tú verás, poco a poco yo levanto de nuevo».

Yoandra tiene 18 años y siempre mira abajo cuando habla.

A veces creo que está revisando la pulcritud del piso.

A veces creo que es demasiado tímida.

Es una de las mujeres más fuertes que he conocido hasta hoy.

 

MARTA DAYKELÍN, UNA DELEGADA PERSEVERANTE

RODAS, Cienfuegos.- Ella ocupa, desde hace siete años, la función de delegada de la circunscripción número 10 de la zona 66, perteneciente al municipio cienfueguero de Rodas. No quiere dejar de ocupar tal responsabilidad; ni tampoco sus electores desean que abandone ese puesto en el cual ya lleva varios mandatos.

Es que Marta Daykelín Sastre Jiménez es una persona que quiere y se hace querer, en razón de tres elementos esenciales:

contacto diario con los vecinos, operatividad y alto nivel de resolución de las problemáticas a ella planteadas por los primeros.

Las autoridades gubernamentales de la provincia le sugirieron a Granma contactar con la delegada, porque es un ejemplo vivo de cómo debe ser alguien que se identifique con tan importante cargo, en la práctica instancia de representación popular de nuestro sistema democrático.

Marta Daykelín considera que «ante todo, cualquiera de nosotros está capacitado para desempeñar esta misión; siempre y cuando lo mueva una conciencia revolucionaria, unido a la vocación de servicio para con su pueblo, conciencia social y la claridad ideológica para respaldar con argumentos el sistema que defiende día a día mediante su accionar».

Eso no quita para saber que, si a lo anterior se une su poco de chispa, movimiento, capacidad de gestión y hacerse escuchar, el rendimiento en la tarea del delegado será aun mejor, complementa.

«Me he mantenido al pie del cañón desde el 2010 porque jamás he perdido el vínculo con mi electorado. De la relación directa depende la retroalimentación convertida en una de las bases de tu trabajo. No hay que esperar a las asambleas de rendición de cuentas. Se rinde cuenta de manera cotidiana», aprecia.

Marta Daykelín despeja su método de trabajo sin ocultar nada: «Muy sencillo, pero eficaz. Me informo del problema, compruebo su veracidad y ya hecho esto me dirijo a las direcciones administrativas. Como bien dice nuestro presidente del Parlamento, Esteban Lazo, en el consejo popular está todo. Y como allí está todo, nadie se me puede perder. Me paro en la puerta y espero por el director del sector que fuere. Hasta que no me dan una respuesta o medie un compromiso de solución a cuanto le planteo, no me voy. Si al cabo de los días no veo claridad en el asunto, insisto. La perseverancia resulta clave aquí», sostiene.

La además especialista de la Cruz Roja en Rodas ha contribuido a la solución de muchas dificultades de su consejo popular: salideros, asfaltado de calles, ubicación de aceras, calidad del pan, aumento de la presión del agua en las pilas de algunos barrios…

«Somos intermediarios, únicos en el mundo dentro del más democrático de los sistemas conocidos. Particularmente reconozco que he sido favorecida con el apoyo de las administraciones, tema en el que sabemos no todo el mundo corre la misma suerte. Gracias a tal respaldo, y a través del fundamental apoyo de la Asamblea Municipal del Poder Popular, podemos decir que hemos tenido satisfacciones en la solución de las necesidades de los electores».

No obstante su resolutividad, la entrevistada aún tiene insatisfacciones: «cosas a las que no puedo llegarle, porque no dependen de mí y a veces se relacionan con presupuestos de la economía. Entonces se lo comunico y explico a mis electores, pues no puede perderse de vista la realidad del país», subraya.

Marta Daykelín opina que «a partir de su misma elección popular, el delegado se erige en una figura política en la demarcación, la cual poseerá el respeto que sea capaz de ganarse. Constituye una responsabilidad difícil; pero bonita, altruista, noble. Si me vuelven a elegir de delegada, yo volvería a aceptar».

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