Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Cuando se habla sobre control de armas en Estados Unidos de América, las discusiones se enfocan esencialmente en la interpretación que algunos estadounidenses hacen de la concisa, precisa y sintetizada Enmienda XVI, diseñada por los fundadores del Estado.


La Enmienda, tal y como hemos explicado es clara, pero su brevedad deja espacios abiertos a la especulación jurídica, especialmente entre aquellos abogados que se deleitan enredando propuestas y extrapolando conclusiones que ni siquiera pueden considerarse implícitas. A esto debemos agregar, que es más difícil cuando dichos “estudiosos de leyes”, representan corporaciones que se enriquecen produciendo, comercializando o proveyendo materia prima para la fabricación de armamento.

Sin embargo, siempre queda fuera de la discusión la conducta del Estado y la gravedad de la manera en que usa la fuerza.

Cuando una entidad de naturaleza tan temible como el Estado apela a la violencia para dirimir sus asuntos y se arroga el derecho de asesinar vidas ajenas fuera de sus territorios o decidir la peligrosidad de determinadas personas respecto a la seguridad nacional, basándose en ligeras asunciones, crea precedentes y alimenta criterios falsos en amplios sectores ciudadanos.

Aunque no se le ha dado mucha cobertura en los principales cintillos de la prensa, desde comienzos del mes de Febrero, comenzó a discutirse en el Congreso el uso de aviones no tripulados, conocidos en inglés como “drones”.

La discusión es fundada en la protesta de muchos, ante la cantidad de víctimas inocentes producidas en países como Somalia, Pakistán, Afganistán y otros, con el uso indiscriminado de este procediendo.

Ahora bien, más allá de las víctimas inocentes, debía colocarse en el centro del debate, el derecho a asesinar gente en territorios ajenos. Pero por el momento ese punto no estará en la agenda, porque de acuerdo a la legislatura vigente, la cual no está en discusión, los miembros de Alquaeda no necesitan proceso judicial y por tanto, una vez determinado que se trata de un miembro o un grupo de dicha organización, no se requiere consentimiento judicial para proceder a su eliminación física.

No creo que sean mucos los países y posiblemente, no exista ninguno, salvo Israel, quien realmente no es el mejor ejemplo, donde el Congreso de la nación se haya reunido para decidir el asesinato de personas más allá de sus fronteras.

La discusión del uso de drones no está motivada por razones humanitarias, las cuales obviamente no han sido tomadas en consideración en ninguna de las discusiones al respecto que han existido en el Congreso estadounidense, sino debido a que su uso “causa enfurecimiento entre ciudadanos de esos países víctimas de semejante práctica”.

Lógicamente estos ciudadanos viven aterrados, los hijos no pueden salir a jugar a la calle y ellos mismos deben hacerlo con cuidado porque a la hora menos pensada, surge de la nada uno de estos monstruos alados y con sus fauces de rapiña, la emprende a cohetazos contra transeúntes entre quienes “a lo mejor” y “es posible”, haya un supuesto terrorista que hace peligrar la seguridad del águila imperial.

Pero la verdadera discusión repito, debía ser si país alguno está autorizado a enviar matones para liquidar este tipo de enemigos, los cuales, según declaraciones y evaluaciones de expertos estadounidenses, no están en capacidad de atentar contra la seguridad de este Estado de Norteamérica. Incluso debía discutirse si un país tiene derecho a enviar a su policía secreta a capturar a sus propios ciudadanos pasando por encima de las autoridades pertinentes de segundas naciones

El uso indiscriminado de fuerza, las campañas de aparente humanismo desplegada por las grandes corporaciones a través del propio Estado, refiriéndose a “ayudas” y contribuciones a la modernidad que Estados Unidos de Norteamérica realiza para llevar la “democracia” a otros sitios, confunde a los ciudadanos. Dicho discurso representa un manto que oculta las malvadas intenciones que motiva a la mayoría de los autores de estas políticas. El sentimiento creado es bueno, pero las conductas que provoca son inhumanas y contrarias, la mayoría de las veces, a los intereses de las naciones afectadas por ellas.

Este conjunto de información hecha sin la debida estructuración, junto a las tergiversadas explicaciones que se hacen de la Constitución y sobre la Declaración de Independencia que la presidió, apelando a conceptos de libertad que no están inscritos en las realidades de las relaciones sociales, provocan dificultades para la clara definición de asuntos tales como el uso y el derecho a portar armas.

Para muchos ciudadanos nobles de Estados Unidos de Norteamérica, quizás para la mayoría estadounidense, el uso de drones se justifica porque permite salvar la vida de sus soldados, por cuanto con el uso de esos letales monstruos voladores, no tienen que ser expuestos al peligro de adentrarse en territorios ajenos. Todo lo cual es cierto, pero el centro de la cuestión está centrada realmente en la miserable concepción que otorga una falsa superioridad basada en la fuerza de las armas y un tergiversado sentido de conquista.

Repetimos, al no estar momentáneamente en peligro la seguridad del Estado, y habiéndose convertido la alternancia al Poder en algo de gran importancia, las víctimas que ocasionalmente resultan por la presencia indiscriminada de armas ofensivas en la población, no preocupa mucho a los miembros del Poder. Lo más importante es ganar el certamen electoral que permite alternarse en el mismo, alimentando al propio tiempo la creencia en la supuesta fortaleza de una seudo democracia, cada día más alejada de su esencia, la cual quedaría demostrada, entre otras cosas, por la existencia de varios millones de armas en poder de sus ciudadanos, con lo cual se corrobora que estamos en presencia de un “poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Las prácticas y concepciones derivadas de semejantes políticas permiten relegar a un plano de baja controversia asuntos como los ataques preventivos, las ocupaciones territoriales, las declaraciones de guerra de manera unilateral, desembarcar fuerzas armadas y apresar personas en otras naciones y desarrollar monstruos de matar como los mencionados drones.

Planteadas las cosas de este modo, la discusión sobre el uso de drones es posible entonces circunscribirlas solamente a legislar débiles acciones para apaciguar el disgusto causado en los países víctimas del uso de estos diablos de la muerte.

En cambio, el disgusto causado por las víctimas de asesinatos múltiples en las escuelas de la propia nación, y en sus centros comerciales o laborales, por el uso indiscriminado de armas dentro de la población, no tienen la misma trascendencia y quienes se alarman son calmados con regulaciones de poca importancia y un discurso sentimental a la hora de los entierros. Mientras tanto continúan las grandes corporaciones produciendo armas y acumulando inmensas fortunas.

La medida más importante tomada por la legislación hasta este momento, con motivo de la masacre de Newton en Connecticut, es la aprobación de una disposición para que se hagan mayores verificaciones cuando las personas compran un fusil, una pistola o un arma de caza.

Estados como el de New York por su parte, ha limitado la cantidad de balas que pueden cargar los magazines correspondientes.

Todos son paliativos que contribuyen a continuar con la política de agresividad internacional y no agregan nada a solucionar las problemáticas internas del país, la cual requiere de una recomposición de la mentalidad ciudadana.

La hipocresía, como decía Quevedo, sigue siendo la mayor calle del mundo.

Esto es, en resumen, cómo lo pienso yo y cómo lo veo.

Lo escribo para deleite de quienes entienden, para los que no quieren entender y para aquellos que nunca entenderán.

Nota: Aclaro que cuando digo “quienes entienden” me refiero entre otras cosas, a aquellos que descubren con conocimiento de causa, que estoy equivocado. Digo esto porque hay personas un poco lerdas, esquematizadas o academizadas, para “entender” esto. Especialmente dentro de la derecha conservadora y la izquierda ortodoxa, las cuales no necesariamente tenemos que ir a los museos para conocerlas.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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