Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Las relaciones de Estados Unidos de Norteamérica con Cuba han sido tensas desde el mismo comienzo del proceso revolucionario cubano.


Como es sabido, el Norte no aceptó el proceso revolucionario y actuó en su contra, aun antes de que tomara un rumbo comunista al estilo de la URSS.

Todavía es difícil predecir qué hubiese sucedido si la política agresiva, injerencista y conquistadora de territorios del Norte, en aquellos años de la década de los cincuenta, hubiese contado con algunas de las moderaciones que presenta en la actualidad.

Unos dicen que el país hubiese tomado el camino del nacionalismo social plasmado en el documento que sirvió de defensa a Fidel Castro luego del fallido intento al atacar un cuartel del ejército, como respuesta al injustificado golpe de Estado perpetrado por los militares al mando del General Fulgencio Batista y Zaldívar.

Otros dicen que había una fuerte influencia comunista soviética dentro de las filas claves de los dirigentes insurrectos y por consiguiente no hubiera sido posible detener el rumbo sovietizante que finalmente se escogió.

Todo es pura especulación, aunque sin dudas las cosas hubiesen sido diferentes, sin pretender por esto intentar predecir las formas y el contenido del rumbo político de aquel proceso, si Estados Unidos no hubiese intervenido con conspiraciones y ataques militares desde los primeros días del triunfo insurrecto.

Vale señalar que la población en pleno apoyó aquella insurrección y los militares golpistas fueron objeto del desprecio más profundo que jamás pueblo alguno haya sentido por las castas militares.

Con los años, las autoridades estadounidenses conformaron en Miami un bastión contrario a toda idea progresista y con el paciente trabajo de una prensa al servicio de sus planes, han intentado rescatar un poco la imagen de quienes apoyaron la dictadura de Batista, intentando con eso reforzar un poco más, sus injustificadas agresiones contra Cuba.

Las razones por las cuales invocamos estos recuerdos, es para evitar que queden fuera elementos esenciales a la hora de analizar las acciones de la dirección política cubana, quien en la práctica no tuvo otra opción que dedicarse a comandar un ejército de defensa, postergando en unos casos e improvisando en otros, reformas que en su mayoría no respondían a las leyes de la producción, la distribución y el consumo y mucho menos a instrumentar una participación no dirigida de la ciudadanía.

Siempre he dicho que la razón está de parte de la historia, la cual es consecuencia de la acción de diversos protagonistas frente al antagonismo representado por los gestores y defensores de la dictadura de Batista y la malformación de la política socio - económica de Washington.

Las acciones de éste último impidió en unos casos y distorsionó en otros, las posibilidades de participación de muchas facciones que eran y siguen siendo parte esencial del proceso. Algunas de estas se han ido incorporando al mismo, llevados por la dinámica de los hechos, luego de la disolución de la URSS.

El carácter tenso de las relaciones Cuba - Estados Unidos de Norteamérica, alentado principalmente por la testarudez de éste último y por las obligadas políticas heterodoxas a las cuales el primero está obligado ante el poderío de Washington, se ha convertido con los años en un Nudo Gordiano, que lamentablemente no puede cortarse de un tajo so pena de un enfrentamiento que Cuba no resistiría físicamente y que representaría para Estados Unidos un desastre internacional de su política exterior, peor que el de Corea del Norte, Viet Nam o Irak. Este último ha puesto de cabezas a Medio Oriente y cuanto viene sucediendo, muertes y genocidios incruentos, es consecuencia de una invasión que nunca debió ocurrir, porque no existió razón alguna para realizarla.

Por estas razones, en la partida de ajedrez que ambos países juegan, las jugadas son lentas, las partidas se suspenden por tiempo indefinido y en ocasiones, aunque las blancas las tiene Washington, las negras se las ingenian para tomar la ofensiva, sentando pautas que se convierten en verdaderos desafíos.

Por el carácter de los acontecimientos en los últimos años, apostaría que felizmente el evento terminará en un empate técnico.

Sería lo mejor. Guardaríamos el tablero y comenzaríamos una época diferente.

A fin de cuentas, las relaciones entre los países no son un juego de ajedrez o al menos, no debieran serlo.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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