Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Nos sentimos obligados a hacer referencia a un viejo estudio realizado por dos profesores de la Universidad de Princeton y de Northwestern University respectivamente.


Se trata de Martin Gildens Profesor de Política y de Benjamín I Page Asociado de la Facultad sobre Toma de Decisiones.

A pesar que dicho estudio corresponde a un período que abarcó desde 1981 al 2002, tienen una extraordinaria vigencia porque el mismo examinó 1779 temas diferentes durante ese lapso de tiempo. Dichos temas están asociados a desentrañar las preferencias de gente de clase media, ricos, millonarios, organizaciones de cabildeo que trabajan representando grupos de intereses particulares, uniones y organizaciones integradas por miembros de la segunda y tercera edad.

El estudio manifiesta que el “promedio de estadounidenses, estadísticamente sólo poseen un impacto minúsculo, casi cero, sobre la política pública”. También expresan que “el reclamo de la sociedad estadounidense de ser una sociedad democrática está seriamente en peligro”. “El público en general tiene una influencia muy pequeña” sobre los políticos “o al menos no independiente”.

Pensamos que esta última aseveración está muy vinculada a los comentarios que recientemente hemos estado haciendo, sobre el control de los medios de información ejercido por determinadas personas que poseen o compran el servicio de esos medios para difundir sus agendas particulares.

A todos nos gusta opinar y especialmente, cuando estamos frente a un círculo de personas que abordan determinado tema, queremos ser parte del mismo.

En asuntos macro políticos, económicos o sociales en general, la visión más razonable, aunque no necesariamente cierta, requiere academia, estudio y mucha información. Estos aspectos no son enfocados por la prensa, la cual sólo ofrece el resultado de los razonamientos de otros pero no así el proceso que inclina a sus promotores por determinadas soluciones.

El ciudadano en general tiene sus obligaciones, trabajo, profesión y hábitos que en su mayoría no tienen que ver con las cuestiones de Estado, especialmente con los Estados que son más el resultado de la acción de grupos que de la participación colectiva. De aquí que para emitir una opinión, las personas en general tienen que recurrir a los esquemas que le llegan de los medios informativos o basados en los estereotipos incorporados casi siempre de generaciones anteriores.

Dice la Senadora Demócrata Elizabeth Warren de Massachussets, que la industria financiera y los barones de miles de millones de dólares poseen “un músculo intimidatorio sobre el Capitolio”, a pesar de que Wall Street estuvo a punto de destrozar la economía.

Aunque no lo expresa de esta manera, el estudio hace pensar que este fenómeno de asimilar como propios, asuntos de interés público que provienen de gente con intereses diferentes a los del 99%, se debe a que hay puntos de aparente coincidencia entre lo planteado por esos poseedores de miles de millones y ese resto poblacional.

La población en general quiere pagar menos impuestos, sin considerar las consecuencias que para ellos mismos tendría un Estado que cada día se ocupase menos de los asuntos generales. Existe una brecha entre el por qué los pocos multimillonarios desean no pagar impuestos y la razón pública de implementarlos adecuadamente.

Las personas también desean que existan más empresas y negocios, porque eso significa ampliar las probabilidades de empleo y la competencia salarial que acarrea un crecimiento de esa naturaleza. Inclusive las políticas que permitieron que el mercado de acciones se inflara, enriqueciendo más a quienes no lo necesitan, son beneficiosas para una gama de trabajadores, porque sus cuentas privadas de retiro están vinculadas al mismo y cuando aumenta, aunque sea artificialmente, sus bolsas de ahorro futuro crecen.

El peligro estriba en que las razones por las cuales unos defienden determinados aspectos y otros los exigen con mucho vigor, es que para unos, en este caso el 99%, defender la implementación de medidas como esas y otras de contenido similar les representan beneficios marginales, mientras que para los interesados en propagarlos, en este caso el Uno Por Ciento, la posibilidad de realizarlos significa la barrera que los aparta o acerca al control absoluto de la sociedad.

Lo más interesante del estudio es que ayuda desentrañar los intereses de una sociedad donde se expresan los múltiples deseos y requerimientos de un conglomerado que, como todo conjunto humano, es extraordinariamente variado.

Pero sobre todo porque destacan el peligro que últimamente tantos académicos, profesores, investigadores sociales y políticos, expresan con mucha preocupación y es la influencia ejercida por este grupo que, en términos sociales, es irrelevante por su número, pero muy poderoso por su influencia a través de los medios informativos.

No se trata de exterminar a los Sheldon, los Koch, los Soros u otro de sus iguales, sino en buscar vías para lograr cambios en las estructuras políticas y mejorar el sistema electivo que permite una alternancia sana, menos influenciada por intereses que son demasiado estrechos para resolver los problemas de esta sociedad. Esto también incluye desear y laborar por resolver los de otras latitudes. Porque aquí no se trata sólo de enderezar la proa del país donde vivimos. Estamos frente a requerimientos universales y como tal, también debemos tenerlos en cuenta. En este sentido no hay barreras. Tanto derecho tenemos a opinar sobre los asuntos generales de Estados Unidos de América, donde residimos, como de China, Europa Occidental, Oriental o cualquier otro rincón del mundo.

Aunque las soluciones son particulares, los mecanismos que los generan, con sus variantes, son globales y llevan en sí una gran porción de humanidad.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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