Noel Manzanares Blanco – Cubainformación.- Gracias a Reflexiones sobre el cambio en Cuba: representatividad, gobernabilidad y democracia popular, a cargo de Yohan González Duany, conocí de REESTRUCTURAR NUESTRA DEMOCRACIA, una interesante propuesta divulgada por La Joven Cuba que mereció Una carta de Aurelio Alonso, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2013, trascendida por el reconocido canta-autor Silvio Rodríguez en su Blog Segunda Cita. Todo ello, me llevó a rememorar algunas ideas que sostengo, por lo menos, desde la primera mitad de los años noventa del siglo XX y que constan en Adelante, el Periódico de mi natal Camagüey; amén de otras que he expuesto más recientemente. 


Confieso que no me sorprendió el razonamiento de Yohan en sus últimas reflexiones presentadas en Cubainformación. Hallo que él, una vez más, se siente bien al arremeter contra el Partido Comunista de Cuba (PCC). Así lo entiendo, pues González Duany hace centro de ello también en la argumentación de esta oportunidad. A modo de ejemplo, significo lo que él afirma:

Poner punto final a la confrontación del poder partidista Vs el poder popular es quizás el desafío más grande ante el reto de la renovación política en Cuba, el cual tendrá su clímax en febrero de 2018. Es por ello que todo proceso de cesión de protagonismo al Poder Popular pasa por el replanteamiento del papel del Partido dentro de la sociedad cubana y por ello de una revisión del artículo cinco de la Constitución, el cual resta poder e importancia al artículo tres de la Carta Magna” —las negritas son mías.

Personalmente, de cara a esta “novedad”, me permito advertir que redacté Cuba: su 'oposición', un puente vs. la Revolución, donde resalté el “unipartidismo” en la Mayor de las Antillas a partir de cómo tuvo lugar la formación del PCC —proceder basado en un fruto de la Revolución de José Martí; y subrayé lo que hice notar en Legitimidad del propio Partido —en ello me detendré, al comentar sobre las ideas del citado Premio Nacional.

Asimismo, que no encuentro el porqué, más allá de esa “novedad”, haya que plantearse una “revisión del artículo cinco de la Constitución” (allí consta que “la vanguardia organizada de la nación cubana [el PCC], es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”) si, a fin de cuentas, no acredito que el ciudadano/a común tenga preocupación por esa constancia, precisamente, porque ello NO es lo que prestigia ni define el quehacer de esa vanguardia. Al respecto, también abundaré en otros párrafos de este escrito.

Entretanto, pienso que vale la pena meditar en las propuestas contenidas en el aludido trabajo de La Joven Cuba acerca de la reestructuración de nuestra Democracia, particularmente en las relacionadas con el papel de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), nuestro Parlamento.

Concuerdo con la tesis “se precisa que el parlamento sea más representativo de la voluntad popular dejando un número adecuado para las organizaciones de masa, políticas y personalidades destacadas” —como Delegado de Circunscripción, a finales de la centuria pasada, hice similar reclamo; e insisto en lo que anoté en la inscripción de El Diputado/a de mi preferencia, veinte y siete meses atrás, a saber: “Puede y debe perfeccionar aún más su desempeño en toda Cuba, al tiempo que revele cómo es expresión concreta del latir del pueblo en un contacto directo y sistemático con sus electores —modo por excelencia de legitimar su razón de ser, de manera ascendente”.

Igualmente, pienso que vale la pena meditar en los razonamientos presentes en la mencionada carta de Aurelio Alonso, adelantando que sobre partes puntuales de ella considero que deben tenerse en cuenta otros puntos de vistas. Por ejemplo, él sostiene:

“[…] Dentro del canon vigente (el supuesto de que el partido dirige al Estado), por sensatos, acertados, consensuados, justos y comprensivos que puedan ser los órganos de dirección, no pueden generar otra cosa que partidocracia (es decir autoritarismo partidario). Cuando es el partido el que decide, decide una elite. Que sean los mejores o no lo sean —incluso desde una definición programática— es un dato coyuntural, porque pueden dejar de serlo en otra generación, y creer que esta relación puede expresar una estructura democrática es un desacierto (la historia lo mostró ya) […]” —las negritas son mías.

Ante tal postura, sintetizo mi ángulo de mira:

1ro.- Me pregunto: ¿Cómo asumir por “partidocracia” el quehacer de una vanguardia ideológica que históricamente se ha afincado/se afinca en una estrecha relación con cubanas y cubanos, incluyendo el principio de “consulta con las masas” para ingresar en sus filas? Por más que busco, no encuentro los presupuestos que conducen a sentenciar que  “Cuando es el partido el que decide, decide una elite”, si procesos como el devenido Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución confirman el apego del PCC a los destinos de nuestro pueblo a través de estar atento al palpitar/consultar a quienes residen en el territorio nacional. Por tanto, NO creo que sus determinaciones estén sazonadas con el “autoritarismo partidario”.

2do.- Tengo conciencia de que los problemas que ha tenido que enfrentar la sociedad cubana en lo que denominamos Período Especial, incluyendo pérdida de Valores, no escapan a integrantes del PCC. Voto porque cuanto antes tenga lugar un proceso de actualización/depuración de la calidad de la militancia, en aras de honrar la actitud de quienes nos legaron ejemplos excelsos como miembros de esta agrupación. Pero, inquiero: ¿Cómo aceptar que sea “un dato coyuntural” que estén en su seno “los mejores o no”, incluyendo “desde una definición programática”, si hasta este minuto ha sido precisamente el atributo partidista y la percepción mayoritaria de que en el PCC están/deben estar aquellos dispuestos/as a realizar grandes sacrificios por la población, un aspecto que por mucho legitima al Partido de marras —al margen de lunares que son/deben ser inadmisibles? ¿O será mentira que cubanas y cubanos comunes, ante determinado problema pendiente de solución, muchas veces acuden a las diversas instancias de Dirección del PCC para allanar dificultad alguna?

3ro.- Hallo un desliz en la expresión “[…] creer que esta relación [“el supuesto de que el partido dirige al Estado”] puede expresar una estructura democrática es un desacierto (la historia lo mostró ya) […]”, por las razones que continúan: Por un lado, la estructura democrática NO depende tanto del hecho que un partido dirija al Estado como SÍ de la dinámica que rodee tal relación. Recuérdese que determinados representantes de partidos políticos llegaron al Estado cubano en las primeras seis décadas del siglo XX con programas cuyas letras eran bienvenidas y, sin embargo, la democracia brilló por su ausencia. Por otra parte, la historia asimismo ha demostrado que donde sucumbió el proceso revolucionario en el poder alrededor de dos décadas y media atrás, fue en aquellos países con cabecillas partidistas que supuestamente estaban afiliados a los principios de Marx, Engels y Lenin, y en la práctica les servían en bandeja de Plata a los enemigos del pueblo —contrario a lo develado simultáneamente por el caso nuestro. (Aplaudo el reconocimiento de Aurelio Alonso en el sentido de que “la legitimación institucional de otras fuerzas partidarias en competencia” está descartada por la “tradición pluripartidista cubana previa a la revolución” —al parecer, una idea no bien interpretada por Yohan González Duany).

4to. No obstante, me encuentro lejos de entender que nuestra relación PCC-Estado se enmarque en la perfección —causa por la cual consideré interesante la propuesta referida por La Joven Cuba. Más bien soy uno de quienes piensan que es mucho, muchísimo lo que nos queda por hacer. Reitero que nuestro Partido, en aras de su legitimidad, tiene el desafío de dirigir la ruptura-continuidad de la obra revolucionaria, además de estar retado a no dejar espacio al apresuramiento ni a la improvisación, y ser sistemático vs. la actitud de péndulo (ir de un extremo a otro); de tener el oído atento a qué piensa la población y los pies bien situados en la Tierra; de superar dialécticamente la concepción acerca de la Participación Ciudadana y la Construcción del Consenso; de aprehender y exhibir pleno entendimiento de que la mayor amenaza a la edificación de una sociedad cualitativamente mejor reside en los errores que se pueda cometer hoy y mañana —que es desigual a la limitación, a tono con Marx. Hoy día resulta imprescindible que la militancia partidita en todo el archipiélago eleve la ejemplaridad y que sus respectivas instancias de dirección cumplan con su cometido de orientación ideo-política y luz moral. Debemos y podemos ser mucho más objetivos, permanecer atentos al acontecer internacional y nacional, pero sobre todo al pulso del radio de acción. Y pregunto: ¿Será que lo que acabo de anotar escapa al sentido que ha de tener la Democracia en nuestro país?

5to.- Vuelvo a subrayar que en la perspectiva de Cuba, el trabajo del PCC, para contribuir a la edificación de una sociedad cada vez más inclusiva y donde la persona encuentre cabal realización, siempre debe estar dirigido a la aprehensión de la máxima del Héroe Nacional José Martí que reza “Ser culto es el único modo de ser libre. Ser bueno es el único modo de ser dichoso”; a la aprehensión de la filosofía del Compañero Fidel Castro de acuerdo con el cual “Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado…”; a la aprehensión de lo mejor que ha creado la Humanidad, incluyendo el legado positivo de la obra de quienes piensan diferente a nosotros; a la aprehensión de que la desaparición de la lucha de clases, básicamente en el plano ideológico, está condicionada a un larguísimo y tortuoso camino recorrido/por recorrer. Debe igualmente trabajar a favor de la armonía intergeneracional, en el marco de la edificación del  frente al Capitalismo . Y vuelvo a preguntar: ¿Será que lo que acabo de anotar escapa al sentido que ha de tener la Democracia en nuestro país?

En una expresión, sostengo que a Cuba, en el tema del Partido dirigente y su Democracia, le es indispensable empoderar más al pueblo; le resulta clave percibir a ciencia cierta qué implicaría el pluripartidismo; y le es decisivo JAMÁS olvidar que testimonia que la muerte del proceso revolucionario puede ser a causa, en última instancia, de que quienes estén al frente de la conducción política apuñaleen por la espalda a su organización partidista y al pueblo que supuestamente debían representar. He aquí una alerta perentoria, para estimular la dirección de un futuro mejor para cubanas y cubanos.

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