Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- En la primera parte de este título, anoté que es obvio que hablar de Stalinismo en el requiere de matices que le permitan al lector/a una percepción lo más desprejuiciada humanamente posible; al paso que expresé que por el mismo estilo debe ser abordado el asunto relacionado con nuestra Constitución (allí consta que “la vanguardia organizada de la nación cubana [el PCC], es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”). A ello me referiré ahora —divorciado de la menor intención peyorativa, vuelvo a significar.


En Cuba: ¿tiempo para una nueva Constitución?, Harold Cárdenas Lema comienza apuntando: “En el profundo proceso de cambios que vive Cuba la Constitución se ha vuelto cada vez más obsoleta, se hace necesario sustituirla por una nueva que sea adecuada no solo en su contenido sino también en  la forma que se elabore. Pero… ¿acaso somos una sociedad empoderada, horizontal y participativa para lograr esto? Hoy hablaremos sobre el cambio de la Constitución cubana y los desafíos que esto implica” —las negritas son mías.

Acto seguido, se puede leer: “En mi país para nadie es un secreto que muchos cubanos nos hemos conformado con vivir al margen de la Constitución, es una contradicción real que con el alto nivel de instrucción existente en el país, sepamos menos de derechos y deberes que otros pueblos de la región con menor escolaridad. Buscando superar esto, en los últimos tiempos se escucha cada vez con mayor atención un llamado a cambiar la Constitución de la República de Cuba y lograr también así un empoderamiento sociopolítico que todavía no existe” —las negritas son mías.

Al respecto, considero que, si bien es cierto que muchos cubanos/as están conformados “con vivir al margen de la Constitución”, es discutible que “con el alto nivel de instrucción existente en el país, sepamos menos de derechos y deberes que otros pueblos”. ¿Qué indagación científica avala tal afirmación? ¿Cómo negar que el ciudadano/a común en Cuba, precisamente por su nivel de instrucción, está en capacidad de saberse orientar, en caso que así lo precise —no sucede igual en Nuestra América, a juzgar por su cota de iletrados/as?

Considero también que, si bien es cierto que debemos cambiar todo lo que debe ser cambiado, a tono con el magisterio del Compañero Fidel Castro y la dinámica de la actualización del modelo económico cubano, asimismo es discutible la necesidad de “lograr también así un empoderamiento sociopolítico que todavía no existe” en nuestro pueblo.

De acuerdo con una definición operacional de Empoderamiento, vuelvo a preguntar: ¿Cómo se explica que se deje de reconocer que fue el pueblo cubano el que acabó con la tiranía de Fulgencio Batista, exactamente con el Liderazgo Histórico que todavía exhibimos? ¿Quiénes si no este mismo pueblo salió airoso cuando la invasión por Bahía de Cochinos y no tembló ante la Crisis de Octubre? ¿Será que las Mujeres y Hombres que han sido elegidas para ocupar responsabilidades políticas y administrativas en Cuba son producto de un “fraude” o que le hemos “prohibido” a la representación raquítica de la contrarrevolución participar en los diversos procesos electorales?

Otros elementos en este sentido los signifiqué en Cuba: su pueblo está Empoderado. No obstante, debo hacer algún comentario en respuesta a este planteamiento de Harold:

“Alguien podría rebatirme diciendo que en Cuba se han hecho consultas a través de las organizaciones sociales y de masas, a esos solo los invito a reflexionar sobre lo ocurrido con dichas consultas, cuyos resultados nunca han sido públicos (a mí me encantaría saber qué es lo que más pide el cubano promedio) y no solo eso, que consultar no es sinónimo de participar. ¿Podríamos decir que el proceso de discusión de Lineamientos en Cuba fue participativo? Habría que analizarlo a profundidad, yo personalmente vi mucha asistencia y poca participación real, el formalismo sigue siendo un problema en los espacios que creamos” —las negritas son de él.

Personalmente —justo porque soy uno de los millones de cubanos/as que sí he sido consultado, sí he participado en mi condición de integrantes de organizaciones sociales y de masas, y sí he estado al tanto de los resultados de todo ello—, acredito que el proceso de discusión de los Lineamientos del Partido y la Revolución y el Código Laboral fue palpablemente participativo tanto por la actitud de la mayoría de ciudadanos/as del patio como por el grado en que se tuvo en cuenta sus respectivas percepciones. ¿O será que porque en determinado escenario se apreció “poca participación real” y “el formalismo sigue siendo un problema”, se puede devaluar los resultados alcanzados en esa dirección?

Por último —y al margen de sentirme distante de un entendido en Jurisprudencia—, pienso que tengo suficientes conocimientos de la vida política y social como para sostener las ideas que siguen: por un lado, acepto que una nueva versión de nuestra Constitución debe “contemplar los derechos colectivos o de tercera generación”; que en “este proceso de transformaciones podríamos hacer también un análisis a la Asamblea Nacional” —sobre ello me pronuncié en Cuba: Partido dirigente y Democracia; y que tampoco “me molestaría tener menos representantes en la Asamblea en aras de mayor operatividad” y mayor/mejor “representatividad de los mismos”. Lo que me resulta inaceptable es que se desacredite la probada “participación consciente de todos los ciudadanos”; al tiempo que concuerdo en que “la forma en que se haga… será tan fundamental como la Constitución misma” —independientemente de que, en Filosofía, Contenido y Forma no son sinónimos.

Por otra parte, encuentro en nuestro quehacer de hoy/mañana la clave vs. problemas objetivos y subjetivos —esencialmente, con la aprehensión de Valores. No obstante, ratifico lo que escribí en Caso La Joven Cuba: pensando en voz alta y en Cuba, por la armonía intergeneracional; al paso que vuelvo a significar que el Compañero Fidel resultó ser el Loco más cuerdo jamás conocido. Por tanto, saludo las inquietudes de jóvenes como Harold Cárdenas Lema.

 

 

 

 

 

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