Noel Manzanares Blanco – Cubainformación.- Al menos, dos títulos tengo en cuenta para iniciar esta aproximación a la realidad de nuestra Hermana Borinquén: el primero, Crisis y resistencia en Puerto Rico, responsabilidad de Giovanni Roberto, firmado hace poco más de cinco años, en cuyo primer párrafo se lee: “NADIE PUEDE negar que vivimos una terrible crisis. Nuestra crisis económica local, aunque directamente relacionada con la crisis internacional, comenzó algunos años antes que el estallido de la crisis financiera y del crédito en EEUU, y del efecto terrible y multiplicador que estas realidades catapultaron en todas partes”.


El segundo, es lo escrito por Cancel-Sepúlveda en De vitrina a chatarra: elogio del pesimismo, unos quince meses atrás, donde consta: “Cualquier fracaso económico de Puerto Rico es un fracaso del ELA [Estado Libre Asociado] colonial. Estoy de acuerdo con ello. La declaración de los bonos del ELA como chatarra lo demuestra una vez más. El potencial político de esta situación es incontestable. La indignación con la relación colonial debería ser la orden del día.  Pero ello no significa que luchar “contra el ELA” o a “favor de la Independencia y/o la Estadidad” o por “culminar la autonomía”, aun lográndolo, represente una solución inmediata a la situación. El estatus es parte del problema de Puerto Rico, es cierto, pero no es todo el problema. Su solución no es una panacea”.

Con este presupuesto, no exagero al subrayarles a mis lectores/as desde ya que hoy el panorama de esa isla del Caribe se muestra gris con pespuntes negros y, sin embargo, la clarinada para su pueblo no aparece al doblar de la esquina. Aquí van algunos razonamientos, sucintamente expuestos.

En un análisis de hace unos días, Paul Kruman, Profesor de Economía en la estadounidense Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía de 2008, subraya que la de Grecia no es la única crisis de deuda que existe ahora mismo, sino que también está la de Puerto Rico; aclara que es obvio que los problemas de ese país latinoamericano van mucho más allá de la deuda pública y que se ha hablado mucho de su debilidad económica subyacente; y se pregunta: ¿en caso de encontrarse en la situación de Puerto Rico, qué exactamente debería hacer una economía?

Personalmente, me resulta curioso que Kruman acepte para el caso puertorriqueño la posibilidad de que una parte de su población busque nuevos horizontes en los predios de su Estado mentor, pues “la emigración no tiene por qué ser algo tan malo” y tal vez sería ¿hasta justo?, “al menos en ocasiones, pensar en la isla como en otra región cualquiera de Estados Unidos”.

Para tal aceptación, este Profesor y Premio Nobel se afinca en el hecho de que Puerto Rico no está en condiciones para tener una economía basada en el turismo; ni posee una mano de obra especialmente cualificada; ni sus sueldos son tan bajos como para que ello sea una ventaja comparativa —sí respecto a los de Estados Unidos, pero mayores que en sus vecinos más pobres que, implícitamente, tienden a buscar refugio en predios boricuas—; y es bastante lento y caro transportar las cosas en uno y otro sentido, entre la colonia y la metrópolis.

Llegado a aquí, significo que todo lo que argumenta el Profesor en cuestión es revelado a contrapelo de que hay más puertorriqueños en el Norte que en su terruño (4,97 millones ante 3,52 millones); al tiempo que la CNN en español nos ofrece coordenadas de ello —incluye una verdadera descapitalización de fuerza calificada y un grueso de consecuencias nefastas.

Entretanto, encontré un juicio en EL PAÍS que resalta que Puerto Rico debe 72,000 millones de dólares a sus acreedores; que en San Juan, como en Atenas, el endeudamiento no paró de crecer durante años para financiar un gasto público muy superior a sus ingresos; al paso que exhibe una elevada evasión fiscal, problemas de corrupción y falta de transparencia, entre otros puntos de contactos entre ambos países.

No obstante, el rotativo madrileño destaca zonas de alejamiento entre lo que acontece en Europa y Latinoamérica en este orden de ideas. Así, indica que Washington por ahora se presenta con oídos sordos o sea, que la propia Casa Blanca que le ha insistido al Viejo Continente que ayuda a Grecia al mismo tiempo ha descartado un rescate para la Isla en causa, al margen de que sí ha manejado la hipótesis de que haya una declaración de bancarrota para el caso boricua.

En este escenario, pudiera pensarse en la capacidad que tiene el Congreso gringo para modificar la Ley de Quiebras y así permitir que Puerto Rico se pueda acoger a ella. Es decir, sus empresas públicas podrían reestructurar su deuda en los tribunales de bancarrota —25, 000 millones de dólares, casi  un tercio del total— como hizo en su momento Detroit al decretarse/salir de la bancarrota. Pero en esta situación también han quedado manifestadas las contradicciones entre Republicanos y Demócratas en el Legislativo estadounidense.

Un despacho de la agencia AP del pasado 9 deJulio difundía que líderes del Partido Republicano de la Cámara de Representantes manifestaron su oposición a permitir que el endeudado Puerto Rico tenga acceso a las protecciones por bancarrota para municipios, porque tal solución no resolvería sus dificultades financieras al estar relacionadas con problemas económicos estructurales. Ello implica dejar fuera de juego a una legislación que cambie el panorama.

Mas, trascendió que Demócratas pujan para salvar la crisis. “El propósito de este proyecto de ley es evitar un desastre, prevenir que Puerto Rico caiga a un abismo fiscal… este desastre es una herida autoinfligida que puede y debe evitarse”, dijo Richard Blumenthal, Senador por Connecticut. “Las herramientas para corregir este problema están en la caja de herramientas [modificar la Ley de Quiebras], pero a Puerto Rico no se le permite usarlas”, señaló Charles Schumer, quien insistió en que la ayuda a esa isla no ocasionará gastos al gobierno federal.

En este panorama, emerge una ficción estadística de cara a la consulta de status en Borinquén: si en el 2012 los votos a favor de la estadidad (convertirse en el Estado 51 de la Unión Americana) fue de 61%; ese indicador descendió al 46% tras contabilizarse 468,000 votos en blanco; sin excluir que un 54%, con todo, reclamó en la consulta dejar atrás el actual status territorial de la Isla.

Así, mi lectura de la actualidad de Puerto Rico me lleva a este dilema inmenso: si bien es cierto que con la Independencia nuestros Hermanos/as puertorriqueños/as se incorporarían al concierto de naciones Soberanas en Nuestra América, también lo es que con ello quedaría prácticamente ahogada su dinámica desde el nacer, toda vez que elÁguila Imperial haría de las suyas; al paso que con la Anexión obtendrían los beneficios Made in USA —con y sin comillas— pero a la par el consiguiente asesinato de su Identidad Nacional.

A la sazón, pues, no solo me pregunto y me vuelvo a preguntar ¿Qué pudiera hacer el pueblo puertorriqueño en esta sui géneris situación? sino que, simultáneamente, me siento incapacitado para prever su dinámica futura. Por tanto —y sin despreciar La lucha por la independencia de Puerto Rico—, me resulta imprescindible darle tiempo al tiempo para asistir a lo inevitable: más temprano que tarde la Hermana nación construirá una auténtica Libertad para que prospere felizmente la Dignidad de sus compatriotas/as.

 

 

 

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