Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- La visita del Presidente Obama a Cuba marca una nueva época. Allí expresó que confiaba en el pueblo cubano. Si otro mandatario extranjero lo hubiese dicho no habría tenido igual sentido. En cambio, manifestado por el Presidente de Estados Unidos, tiene un significado especial, porque precisamente se trata de un mandatario al frente de un país, donde viven millón y medio de cubanos que han mostrado su capacidad de integración y en sentido general, la gran mayoría han logrado una economía estable y un número significativo de ellos, han alcanzando niveles de vida similares al 30% de los allí nacidos e incluso prestigio y triunfos profesionales y empresariales, como el de muchos nacionales y de otros herederos de fortunas.


Aunque Obama no conoce al pueblo cubano, lo infiere por la experiencia vivida por su país, al haber tenido que lidiar con una comunicad cubana que no sólo ha respetado el sistema político, aceptándolo y haciendo uso de sus normas y leyes, sino que ha trabajado para su beneficio, muchos de ellos realizando labores voluntarias como acostumbra hacerlo esa sociedad y se han impuesto como una comunidad triunfante, sin que esto signifique que todos son millonarios, ricos o hayan alcanzado la estabilidad relativa de la que carecen 40 millones de ciudadanos catalogados como pobres y otras varias decenas de millones que viven entre la pobreza o un indefinido futuro, presionados por las deudas, la falta de acceso a un sistema de educación y salud universales y la carencia de otras infraestructuras sociales que puedan garantizar la equidad y la justicia social. Posiblemente proporcionalmente han sido más capaces en este sentido que el estadounidense originario promedio.

Para Obama, haber conocido la existencia e historia de esta comunidad, le permite generalizar con bastante acierto, concluyendo a partir de esa experiencia, que se trata de un pueblo con iniciativa, confiable, trabajador e innovador.

El otro significado de esa observación del Presidente Obama expresada en su discurso en La Habana, es que esa comunidad cubana que vivimos en el exterior, específicamente en Estados Unidos, fue un elemento activo y protagonista sobresaliente, para que las relaciones entre ambos países se establecieran, haciendo posible con sus gestiones, con opiniones expresadas muchas veces en circunstancias desfavorables y bajo amenazas, vencer definitivamente al pequeño segmento de contrarrevolucionarios cubanos radicados en Miami que había sobrevivido a la Guerra Fría. De esos grupos sólo quedan ahora rezagos de algunos rencorosos, alimentados aún por los sobrantes monetarios de una política injerencista que Obama anunció terminar en el Gran Teatro de La Habana. Política con la cual manifestó su inconformidad desde el comienzo de su Administración en el discurso del Cairo, repetido muchas veces a lo largo de su presidencia y ratificado nuevamente en el gran momento en que habló para toda Cuba, en presencia de las autoridades cubanas y del Presidente Raúl Castro el 20 de marzo pasado. Hasta hoy ha sido consecuente con ese pensamiento.

Hizo bien en expresar sus criterios sobre democracia e hizo mucho mejor al decir que existen diferencias en los modos que Cuba y Estados Unidos la conciben. Han pasado más de un siglo, desde que Estados Unidos entró en la arena internacional como el gran gurú, árbitro del bien y el mal, con derecho a imponer sus normas administrativas de Estado, que un Presidente estadounidense confiesa renunciar a dichas políticas. Quienes lo escucharon pueden pensar lo que quieran, pero en la realidad, la democracia no requiere de partidos y quizás tampoco de exaltaciones callejeras, sino de la existencia de mecanismos masivos, no dirigidos ni arbitrados, pero libres de violencias, donde dirimir los problemas cotidianos que sólo los gobiernos pueden resolver, pero cuyos representantes deben ser elegidos. La libertad de expresión tiene muchos modos de practicarse, más allá de medios informativos financiados por empresas y corporaciones o controlados por quienes administran el Estado. En uno y otro caso el resultado es el mismo.

Si la visita de Obama a Cuba tuvo como objetivo real, enterrar el último vestigio de la Guerra Fría, estamos en el umbral de una era donde el socialismo deberá probarse a sí mismo y demostrar que por vías diferentes a las heredadas del liberalismo, se pueden alcanzar mejores resultados de participación ciudadana para decidir la alternancia de las Administraciones Estatales, sin que dichos procedimientos minen las bases del Poder, pero cuyo ejercicio no resulte en una burda imposición. El avance del socialismo depende de su capacidad para renovarse y para esto deberán crear mecanismos superiores a los producidos por las ideas liberales. De lo contrario no se resolverán las grandes injusticias que se derivan de las prácticas políticas capitalistas.

Para esto será fundamental que Estados Unidos renuncie a las “ayudas” para la democracia fuera de su territorio. Es bueno que dedique esos fondos para organizar foros dentro de su país donde el ciudadano debata y confronte esas ideas, pero es imprescindible que esa labor también sea exclusiva de Cuba y de cada país en particular, sin tutelaje ni injerencia extraterritorial o gubernamental.

Si se trata de respetar las diferencias, hay que darle espacio y el beneficio de la duda a Cuba. No hay otra opción que apostar por su proceso y no favorecer las ilegalidades, extrapolando al sistema socialista cubano, prácticas que aun en Estados Unidos pueden ser cuestionadas. Alentar las protestas que tienen como finalidad derrotar al Estado, es inmoral y en el mejor de los casos ilegal. A propósito de esto, en Estados Unidos no existe la figura jurídica de “presos políticos”, catalogando a los protestantes como alteradores del orden. Los problemas de Cuba deben resolverlos los cubanos. Así lo dijo el Presidente Barack Obama durante su visita, por lo tanto, manos a la obra que el movimiento se demuestra andando. Sobre todo, manos fuera de Cuba.

En fin, esperemos que esta visite selle una época gris y anuncie la llegada de nuevos tiempos, porque tras el presagio de respeto anunciado por Obama, aún prevalece la incógnita. La bola está en ambas orillas. Para bailar tango hacen falta dos que no se pisen los pies.

Así lo veo y así lo digo

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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