Francisco Rodríguez Cruz - Paquito el de Cuba. - Cuando en 2010 Fidel Castro reconoció que fue “una gran injusticia” la discriminación que sufrieron las personas homosexuales en Cuba durante los años 60 y 70, abrió las puertas para que impulsáramos aún con más fuerza el activismo por los derechos de la comunidad LGBTI desde posiciones revolucionarias.
Por esa y muchas razones más, individuales e íntimas, familiares y sentimentales, históricas y patrióticas, acudimos a la Plaza de la Revolución a rendirle homenaje en ocasión de su desaparición física, con la bandera del arcoíris que siempre nos acompaña.
Todavía nos queda mucho por lograr en materia de enfrentamiento a la discriminación por orientación sexual e identidad de género. Larga vida le queda a la homofobia y la transfobia en la sociedad cubana. En este asunto, poca gente tiene el valor de admitir, como lo hizo Fidel, que “si alguien es responsable, soy yo…”
A los movimientos y gobiernos de izquierda, a las concepciones socialistas y anticapitalistas, aún les restan igualmente grandes aprendizajes en la aceptación de la diversidad sexual como otra forma de emancipación humana frente a los poderes patriarcales, injustos y hegemónicos predominantes en el mundo.
También en nuestro propio país tendremos que vencer en lo adelante no pocas incomprensiones, prejuicios, dilaciones y subvaloración, y lo haremos —claro que sí— en nombre del concepto fidelista de que “Revolución… es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos”.