Por Iroel Sánchez Espinosa - Blog "La pupila insomne".- Hace diez años, Ecuador era un país bastante anodino en el escenario internacional, conocido fundamentalmente por la ingobernabilidad. Sus presidentes en la década anterior habían abandonado de forma abrupta el presidencial Palacio de Corondelet en número de tres, la corrupción estaba en el orden del día, y su falta de soberanía era coronada por la base militar que Estados Unidos mantenía en la localidad de Manta.


La década siguiente, la del Presidente Rafael Correa y su Partido Alianza PAIS en el gobierno de la nación ubicada en la mitad del mundo, se ha caracterizado por la institucionalización, el crecimiento de los servicios sociales para los sectores más desfavorecidos, la diversificación de la economía que ya no depende solamente de la exportación petrolera, combinada con la asunción de una política exterior activa que ha llevado a Ecuador la sede UNASUR y de las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla del ELN, así como a brindar asilo en su embajada en Londres para el activista informático Julian Assange, además de reclamar un trato justo de las transnacionales hacia los países del Tercer Mundo y expulsar de su suelo a los militares norteamericanos y agencias de la misma procedencia como la USAID. Para colmo Correa ha proclamado su admiración por la Revolución cubana y la obra de Fidel, y Ecuador se ha unido a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), fundada por el mismo Fidel y Hugo Chávez.

Todos han ganado con el gobierno de Correa, y los empresarios, que han incrementado en tres veces sus ganancias, más que nadie. Pero el problema no es que hayan perdido o hayan disminuido sus ingresos sino que han tenido que aceptar una redistribución para que la salud, la alimentación digna y la educación no sean solo para ellos.

Como era de esperar, el revolucionario Rafael Correa -Revolución es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional, Fidel dixit-  recibió su intento de golpe de estado y aunque una nueva Ley de medios y el surgimiento de una prensa de propiedad pública han quebrado en algo el monopolio de la vieja clase dominante sobre la comunicación, la figura del Presidente no ha dejado de ser demonizada. Su movimiento sufrió una importante derrota en las más recientes elecciones municipales y varias fuerzas que lo acompañaron en un inicio se le oponen en los comicios que tendrán lugar el próximo 19 de febrero. Para esa fecha Correa ya no encabezará en la boleta la candidatura de Alianza PAIS, en la que estarán el ex Vicepresidente Lenín Moreno y el actual segundo al mando del gobierno, Jorge Glas.

La fórmula de Alianza PAIS encabeza con ventaja todas las encuestas pero para ganar en primera vuelta necesitaría más del 40% de los votos con una diferencia de 10 puntos con el segundo candidato. Solo así se evitaría una segunda convocatoria electoral en la que es previsible una coalición de todos contra Alianza PAIS y se haría más difícil una victoria que permita la permanencia en el poder del movimiento que hace diez años gobierna Ecuador. Por supuesto, la prensa privada actúa ya  como un Partido único contra Alianza PAIS.

En el contexto suramericano, las elecciones del 9 de febrero en Ecuador pueden ser un punto de inflexión luego del ascenso al gobierno de la derecha proestadounidense en Argentina y Brasil y de las derrotas sufridas por los movimientos bolivarianos de Bolivia y Venezuela en el referéndum para la permitir reelección presidencial y la elección de diputados nacionales, respectivamente. Una derrota se constituiría en un avance más de la restauración neoliberal en la región y el estrechamiento del cerco contra la fuerzas antiimperialistas y populares, lo que haría más difícil la recuperación de los espacios perdidos en los últimos años.

Ser de izquierda en América Latina significa ser antiimperialista y antineoliberal, y Alianza PAIS y su líder Rafael Correa lo han sido como el que más en todos los años en que han gobernado Ecuador. El 19 de febrero, más que una elección, los ecuatorianos deciden si el camino de regreso al neoliberalismo y la dominación imperialista se estrecha o se amplía en América Latina.

(Al Mayadeen)

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