kaosenlared.net.- "Para muchos estudiantes aquí (en Cuba), esta es nuestra única oportunidad de estudiar medicina….Como cristiana, creo que cuando Dios cierra una puerta, siempre abre una ventana.” Teresa Glover

Teresa Glover. Estudiante norteamericana en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), La Habana

Desde que era una niña, Arabia Mollette soñaba con estudiar Medicina, pero las calles del Sur del Bronx la llevaban en otra dirección. 

"Mi familia se vio muy afectada por las drogas", señaló la estudiante de 28 años, "los dos, mi mamá y mi papá también". Eran cinco hermanas hembras y un varón. A los 15, "andaba por las calles vendiendo drogas, durmiendo en los trenes cuando no tenía donde pasar la noche. No estaba enganchada con el crack, pero sí me vi en problemas por el consumo de bebidas alcohólicas".

"Dos de mis hermanas murieron. A una le dispararon en Schenectady mientras cursaba su primer año de la universidad. Se encontraba en el auto con su novio –en el momento y el lugar equivocado. La situación no tenía nada que ver con ella, sino con el muchacho con que ella estaba. Murió tres días después de haber cumplido 19 años. Fue desolador".

Cuando la mandaron con sus familiares de Peekskill, Mollette se graduó con honores en sus estudios secundarios. Y a los 17, tuvo un hijo con un joven de 29 años. "La relación con el padre no era positiva". Empeoró cuando le hablaba de ir a la universidad para hacer realidad sus sueños. "No estábamos juntos. Tenía a mi hijo en su casa".

En la noche del 19 de febrero de 1998, al bebé de 4 meses de nacido se lo llevaron de urgencia para el hospital, con un ataque al corazón, fractura de cráneo y daños cerebrales. Murió al día siguiente. Al alegar que sacudió a su hijo porque no dejaba de llorar, el padre fue declarado culpable de homicidio involuntario y condenado a cumplir de 11 a 22 años de cárcel. "Me cuesta trabajo dormir por la noche (me quedo pensando) no veré a mi hijo otra vez", le decía Mollette al Juez antes de gritarle al padre de su hijo: "¿Cómo pudiste hacerme esto?"

Iba cobrando fuerzas a medida que pasaba el tiempo, la joven estudiante fue avanzando en la Universidad Hunter y se graduó de cursos académicos secundarios en estudios afroamericanos y puertorriqueños y la especialidad en psicología. "Estudié psicología porque quería autoanalizarme como mujer negra residente en EE.UU. Quería entender… qué me llevó a hacer algunas de esas cosas.

"Incluso, aún sin haberme graduado, me vi (algunas veces) desamparada. No pensé que el hecho de hacerme doctora iba a suceder gracias a mi situación financiera". El costo de una carrera de Medicina llega a más de 150 000 dólares, y la mayoría de los médicos jóvenes terminan con una deuda de 120 000 dólares debido al préstamo de la universidad. En junio del 2005, mientras participaba en un programa de investigación biomédica en SUNY Binghamton, una amiga le contó a Mollette sobre el programa médico al que asistía. "Le pregunté: ‘¿A qué escuela de Medicina vas tú?’"

Era la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas que Cuba creó en 1999 para formar a los médicos de la región. Cuando el representante Bennie Thompson (demócrata por el estado de Mississippi) pidió información sobre la escuela durante una visita al Comité Negro del Congreso de EE.UU. en el 2000, Fidel Castro al enterarse, ofreció formar gratuitamente como médicos a aquellos norteamericanos de bajo ingreso que regresaran a su país y se pusieran al servicio de sus comunidades desatendidas desde el punto de vista médico.

Unos 111 estudiantes estadounidenses con estos requisitos, fundamentalmente negros y latinos, se han sumado a los 4000 médicos que Cuba ha reclutado en América Latina, África y el Caribe. Según una carta reciente de la Universidad Johns Hopkins, el sistema de medicina cubano de alta calificación y gratuito mantiene "la más alta proporción médico-paciente, de aproximadamente un médico por 170 pacientes, de todos los países del mundo". La proporción en EE.UU. es de un médico para 400 pacientes; en las HMO donde casi todos los estadounidenses reciben atención médica, es de uno para 600 pacientes.

"He utilizado mi trágica experiencia para explicar por qué quería hacerme doctora, hacer realidad mi sueño", me decía Mollette durante un reciente viaje a La Habana, donde entrevisté a otros ocho estudiantes de EE.UU. "Cuando llegué aquí , hace dos años , no hablaba nada de español. Por gracia divina pude ir cogiendo el idioma en tres meses. Cuando estoy estudiando o haciendo un examen, pienso en las tragedias de mi vida para animarme".

"Mi familia no me puede ayudar financieramente. Y trato de que eso no me perturbe. Emocionalmente, están ahí por mí. Así que cuando voy a casa, tengo que buscar algún tipo de trabajo, cuidando niños o limpiando en casa de alguien". Toda la enseñanza, es decir los libros, la alimentación e incluso la atención médica el gobierno cubano la proporciona gratuitamente. "Tengo que comprarme el pasaje para regresar, y algunos artículos de uso personal que necesito. No nací con un pan debajo del brazo. Un día, podré ayudar a mi familia".

"Lo que le pasó a mi hijo, y a mi hermana", dice Mollette entre sollozos, "es la razón que tuve para enmendarme. Lloro porque por primera vez en mi vida, logro hacer algo que quería".
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