Desde su fundación, la OEA se constituyó en uno de los arietes políticos del anticomunismo internacional, y Cuba fue expulsada después de la declaración del carácter socialista de la Revolución. A pesar de esta revocación histórica, sin embargo, Cuba ha rechazado el reingreso, ya que existen proyectos grannacionales en la región que, en el medio plazo, superarán a esta institución que sigue siendo parte de la superestructura política del Gran Capital latinoamericano.
La delegación de EEUU en la citada Asamblea tuvo que sumarse a una resolución que habría sido impensable en el marco diplomático de hace una década. Los grandes medios de comunicación internacionales, convertidos en apologetas de la nueva diplomacia (de intervención) suave de Hillary Clinton y Barack Obama, han descrito la situación como un nuevo gesto norteamericano hacia el gobierno de la Isla. Estos mismos medios, sin embargo, silenciaban que, unos días después, el gobierno de EEUU cerraba la última vía judicial en el caso de los cinco cubanos presos en cárceles de EEUU, acusados de espionaje sin prueba alguna, y que es uno de los temas clave en la agenda para la distensión bilateral. El ejecutivo Obama solicitó a la Corte Suprema norteamericana la no revisión de su juicio, celebrado en Miami en un clima de linchamiento mediático y plagado de irregularidades, como lo han denunciado miles de personas en todo el mundo, entre ellas 10 premios Nobel. Además, la Administración Obama ha aprobado recientemente una nueva partida de 36 millones de dólares a Radio y Tele Martí, emisoras que constituyen el epicentro de la guerra mediática contra Cuba, y continúa multando a empresas acusadas de violar el complejo andamiaje legal del bloqueo económico, financiero y comercial a la Isla.
El escenario ha cambiado radicalmente para Cuba, que sigue recogiendo los frutos de una diplomacia sincera basada en la construcción del bloque latinoamericano y en el fortalecimiento de la alianza de los países no alineados, a partir de principios absolutamente inquebrantables: el antiimperialismo, la solidaridad internacional y la cooperación Sur-Sur. En este escenario, radicalmente distinto al que existía en el año del nacimiento de la OEA, es la administración Obama la que debe dar pasos firmes hacia la normalización de las relaciones políticas y económicas con Cuba.
Y para ello, no queda duda alguna: debe indultar a Los Cinco.