Amaury Cruz - Rebelión.- A diferencia de los elementos derechistas personificados por el que fuera presidente de la Fundación Nacional Cubano-Americana, Jorge Mas Canosa, y su infame campaña “Yo no creo en el Herald”, admiro la noble lucha periodística del Herald y su magnífico personal. Sus denuncias de la corrupción e injusticas, en especial sus frecuentes revelaciones de fechorías políticas en el sur de la Florida, posibles solo por la dedicación de recursos sustanciales que ningún otro medio noticioso tiene o está dispuesto a gastar; sus reportajes a fondo sobre muchos temas que afectan a la comunidad; sus fotógrafos ganadores de premios; y algunos talentosos y provocadores columnistas de opinión.

 

Pero tratándose de Cuba, tengo una sugerencia que hacerles: dejen de malgastar papel y tinta: simplemente publiquen una sección diaria de un cuarto de página con un gran titular que diga: REVOLUCIÓN CUBANA MALA, EXILIADOS HISTÓRICOS CUBANOS BUENOS. Porque básicamente eso es todo lo que el Herald dice, y si no se metiera en tantos detalles evitaría hacer un papel ridículo, ilógico y a veces estúpido, con lo que reduce la calidad y credibilidad de lo que en otrora fue uno de los mejores diarios de EE.UU..

Como un ejemplo al azar, que mantengo en mis archivos de artículos demenciales, tomemos una columna por Jackie Bueno Sousa titulada “Para los cubanos, es difícil abandonar los viejos hábitos” (6 de julio de 2009, pág. C1). Bueno Sousa había escrito la semana anterior acerca de la “tendencia a culpar a los inmigrantes por los crímenes y todo lo que está mal en nuestra ciudad”. Ella se había quejado principalmente de que se culpara a los cubanos de una reciente ola de fraudes a Medicare –aunque admitía que “muchos de los arrestados localmente son, bueno, cubanos”. Así que recibió mucha correspondencia “acerca de una percepción general de que la comunidad cubana de Miami adopta una cultura que acepta con facilidad estafar al gobierno y a los grandes negocios”, como el fraude a Medicare y el fraude hipotecario.

Al reconocer que hay algo de verdad en esa percepción crítica, Bueno Sousa se pregunta cuál puede ser la causa. Su tema: “Quizás sea la consecuencia de 50 años de comunismo que cruza el Estrecho de la Florida”. Así que culpemos a Fidel de la corrupción en Miami. Brillante análisis.

Para colmo, a la semana siguiente el Herald publicó un comentario en su sección Speakup titulado “No se puede generalizar acerca de los cubanos”, por Julio M. de la Mata (12 de junio de 2009, pág. 3L). El autor del comentario se queja de que Bueno Sousa “no comprende que hay dos grupos distintos de cubanos en Miami: los cubanos anteriores a 1980 y los cubanos posteriores a 1980. Prosigue repitiendo el argumento de Bueno Sousa de que el sistema en Cuba obligó a muchos de esos nuevos cubanos “a obtener por cualquier vía posible, legal o ilegal, cualquier cosa que necesiten”. No importa que la estructura de poder en Miami-Dade esté conformada por cubanos anteriores a 1980, no por los recién llegados, o que sus notorios instintos depredadores no tengan nada que ver con la supervivencia, sino con la avaricia sin límites. Aparentemente la idea era reparar el ligero daño hecho a la imagen de los “históricos” que Bueno Sousa pudiera haber causado inconscientemente y perpetuar el mito segregacionista de los cubanos buenos contra los cubanos nuevos.

Como reza el dicho, para “ponerle la tapa al pomo”, a Bueno Sousa “no le extrañaría si, como algunos creen, el gobierno cubano se esté beneficiando de una estafa que llega a los cientos de millones de dólares”. (“No Culpen al Origen Étnico por el Fraude de Medicare”, The Miami Herald, 29 de junio de 2009, pág. B1.) Ningún fundamento, ningún hecho, ninguna lógica. Si es CUBA = MALO, todo vale en el Herald.

Y no es solo en los artículos de opinión, en Speakup o en las cartas al director. Noventa por ciento de las noticias acerca de Cuba en el Herald hacen énfasis en una visión desfavorable de la revolución y sus líderes anteriores y actuales, o de la política, la sociedad y la cultura cubanas. Un tema favorito es la presencia de “espías” cubanos entre nosotros; esto incluye calumniar temerariamente a inocentes o, por ejemplo, calificar repetidamente de “espías” a personas que hicieron un trato con la fiscalía para declararse culpables de ser agentes cubanos, pero ni siquiera fueron acusados de ser espías.

Mientras escribo esto, veo un artículo en el Florida Bar News titulado “La Larga Espera de la Justicia” (15 de noviembre de 2009, pág. 1), acerca de un hombre a quien equivocadamente se le condenó a cadena perpetua y cumplió 27 años en base a “mentiras, evidencia falsa presentada por un ‘charlatán’ . . ., testimonio contradictorio y retractado de un testigo que tenía relaciones sexuales con el principal investigador del alguacil, identificación por un testigo ocular que no coincidía [con el acusado], coartada ignorada y conducta impropia de la fiscalía”. Supongamos que un periódico en China, por ejemplo, solo reportara este tipo de caso bastante frecuente en EE.UU., o todos esos casos de personas que incluso fueron condenadas a muerte y luego exoneradas por evidencias de ADN, o quizás que hayan sido ejecutadas equivocadamente, como ha sucedido, a pesar de nuestro cacareado sistema de justicia. Supongamos que este periódico constantemente reportara solo la brutalidad policíaca, los enfoques racistas de la policía y otras formas de discriminación, la intolerancia de la derecha “cristiana”, la persecución de homosexuales, los 35,9 millones de personas que viven bajo el nivel de pobreza, incluyendo 12,9 millones de niños, los 45,7 millones de personas que actualmente no tienen seguro de salud, los 2,3 millones de personas tras las rejas, el número enormemente desproporcionado de negros y latinos en la población penal, la cifra récord (casi 50 millones de personas, incluyendo casi uno de cada cuatro niños) que batallaron el año pasado por conseguir algo de comer, los abusos de las compañías de tarjetas de crédito, las instancias de tortura por partes de los militares norteamericanos, la prisión de Guantánamo, los envios secretos de sospechosos de terrorismo a países que emplean la tortura, el espionaje de la CIA y su intervención en los asuntos internos de otros estados, la complicidad de EE.UU. con regímenes derechistas represivos, el fraude electoral y el diseño de distritos electorales a la medida de los titulares, el efecto corrosivo del cabildeo y de las donaciones políticas en nuestro gobierno, la superficialidad y servilismo de la mayoría de los medios corporativos, la creciente disparidad de la distribución de la riqueza, la rapacidad de nuestras instituciones financieras, y así sucesivamente.

Aunque puede que este periódico estaría reportando algo de la verdad, los lectores chinos no estarían recibiendo toda la verdad. Tendrían un cuadro distorsionado de la realidad y nosotros, que tenemos otras fuentes de información, no lo consideraríamos creíble en sentido general. Claramente, lo que necesitamos de nuestros medios noticiosos es toda la verdad, ya sea de los EE.UU. o de otros países. Pero nosotros la necesitamos más debido a la actitud de superioridad moral que gustan adoptar los norteamericanos. Manipular la verdad a fin de satisfacer a un segmento de lectores o a los anunciantes es hacernos un flaco servicio a todos, a nuestro país y a nuestros vecinos.

Sin duda hay muchas cosas criticables en Cuba, pero también sin duda al menos hay algunas cosas buenas que decir. ¿Algo acerca de la prominencia de Cuba en los deportes? ¿Sus avances en la biotecnología? ¿Su preparación ante los huracanes y las evacuaciones? ¿La salud general y la educación de su pueblo? ¿Sus formas musicales de fama mundial? El Herald no menciona estos temas a no ser para sugerir que la biotecnología es una amenaza de bioterrorismo, el sistema de salud no es tan bueno como se dice, la educación del pueblo se desperdicia, los jugadores de béisbol quieren desertar o la absurda idea de que el eje del universo musical de Cuba se trasladó a Miami.

El Herald necesita con urgencia una dosis de cobertura justa y balanceada (no en el sentido de Noticias Fox) cuando se trata de Cuba, debido a su influencia en el debate actual acerca de sus relaciones con EE.UU., las cuales afectan concretamente a las personas aquí y allá. ¿Está prohibida esa cobertura por los que detentan el poder? ¿Será una autocensura promovida por el mercado? Me pregunto si al fomentar su mentalidad particular (remontándose a la campaña de Mas Canosa), purgar a columnistas alternativos y ceder ante las demandas de tener más conservadores (como si hubiera demasiados verdaderos liberales) el Herald ha perdido su capacidad de hacerlo.

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