Michel Hernández - Granma.- Luis Buñuel acaba de desembarcar en La Habana. Lo hizo en la muestra El ojo estallado, concebida por los artistas Eduardo Moltó y Kiki Álvarez. Alfredo Guevara, tras pasear su mirada por el cordero; la cuchilla cortando un ojo humano; los pies y los zapatos de mujer, concluyó: "Acabo de ver todas las obsesiones de Buñuel".

Durante la apertura en la sede del Festival, un Guevara lleno de energías debido al "impacto" del evento por el cual ya se siente "triunfador", aunque "la última palabra la diremos el día 14", sostuvo un diálogo con este redactor, en el que hizo escala en los más increíbles pasajes que compartió junto al director de Viridiana (1961) y su troupe cinematográfica.


"Buñuel comenzó en Europa siendo parte del movimiento surrealista y fue un hombre de la República española. Finalmente tuvo que exiliarse. Al llegar a México coqueteó un poco con el cine comercial para poderse situar. Pero rápidamente se dedicó a realizar películas que forman parte, sin lugar a dudas, del arsenal más importante del cine mexicano. Yo trabajé con él en guiones y como asistente durante el rodaje de Nazarín (1958)", recordó Guevara mostrando buen ánimo como para establecer una amplia conversación y sugirió prestar especial interés a llamativas fotografías alojadas sobre paredes rigurosamente blancas.

"Por eso—comentó entre emociones que demoraron bastante en aterrizar—no necesito decirte que mi película preferida se llama Nazarín".

Este fue el punto de partida para que Guevara se dispusiera a entregar recuerdos tan frescos como si acabara de vivirlos, mientras algunas personas visiblemente interesadas se iban aproximando poco a poco a la luz que desprendía la leyenda de este cineasta.

"Considero que fue uno de los hombres que me inició en el cine. Él era para muchos muy difícil. Sin embargo, yo lo considero maravilloso porque me dio la posibilidad de aprender todo tipo de cosas a su lado. Las frases que pudieran herir las decía con su peculiar carga de ironía y detrás de cada jugada suya había mucho de su cultura".

"Recuerdo, por ejemplo, que estábamos filmando Nazarín con Marga López, la actriz argentino-mexicana, de extraordinaria belleza, y Paco Rabal. Pero no podíamos lograr la escena exacta. De repente Buñuel ve un aura y sospecha que hay un animal muerto. Trata de localizarlo. Era un gato y estaba descompuesto. Entonces se lo puso en una bandeja a Marga, sin que ella lo notara y empezó a filmar. Cuando ella lo vio, su rostro tomó un gesto tan maravilloso de asco que después esta escena se convirtió en una de las más comentadas por la crítica de forma positiva. Él siempre ayudaba a los actores mediante los recursos más descabellados".

El autor de Revolución es lucidez y Tiempo de fundación, sin detenerse en el paso del tiempo, seguía jugando con las armas narrativas del artista nacido en Aragón.

"Otra de las escenas de mayor impacto es la de una niña que va caminando, mientras arrastra una sábana ensangrentada. La peste sometía a su pueblo. Cuando ella echa a andar, Buñuel la pellizca en una nalguita y la niña comenzó a llorar de un modo espontáneo".

"Yo era un muchachón de apenas 26 años —dijo señalando una foto suya que mantenía viva en sus ojos la ilusión itinerante de la juventud— cuando trabajábamos en México el guión de la versión original de Los náufragos de la calle Providencia, versión que terminaba con el estallido de una bomba atómica, pero después finalizó de un modo más suave. Su nombre final resultó ser El ángel exterminador".

"En esa época Buñuel conocía mi papel dentro del Movimiento 26 de Julio. Nunca me dijo directamente ¡viva el 26!, pero me rodeaba de gran cariño. Yo me sentía un privilegiado", explicó Guevara con serena satisfacción sin respirar el aire superfluo de la vanidad.

"No entiendas mis palabras como un acto de inmodestia", recalcó a cada instante.

"Yo quise que él viniera a Cuba, pero nunca pudo —terminó con un tono instropectivo como si hablara consigo mismo—, aunque de todos modos me expresaba a través de cartas que defendiera el cine cubano para que fuera puro y no se comercializara".

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