Reconocimiento a la excelencia literaria

Johanna Puyol- La Jiribilla.- A sala llena, entre aplausos y el flash de las cámaras, fueron otorgados esta tarde dos importantes premios para obras literarias inéditas, los más prestigiosos dentro de las letras cubanas contemporáneas.  

En la sala Nicolás Guillén de San Carlos de la Cabaña se les hizo entrega del Premio Alejo Carpentier 2008 a los escritores Margarita Mateo, por su novela Desde los blancos manicomios; Gina Picart, en el género cuento, por Oil on canvas, y Alberto Garrandés en el de ensayo, por el título El concierto de las fábulas. Discursos narrativos, historia e imaginación de la narrativa cubana de los años 60; y del Premio Nicolás Guillén a Víctor Fowler por su volumen La obligación de expresar.


Los premios, auspiciados por la Editorial Letras cubanas —que publica cada año los libros elegidos—, la Fundación Nicolás Guillén y la Fundación Alejo Carpentier, se dieron a conocer desde el pasado 26 de diciembre de 2007, un homenaje al aniversario del nacimiento del insigne escritor de Concierto barroco. No obstante, esta ceremonia dentro del ambiente propicio a la literatura que es la XVII Feria Internacional del Libro no pierde esplendor para los galardonados. 

Presidieron el panel Iroel Sánchez, presidente del Instituto Cubano del Libro; Antón Arrufat, Premio Nacional de Literatura y autor al cual está dedicada esta Feria, y los presidentes de los cuatro jurados: Rogelio Rodríguez, María Elena Llana, Pedro de Oraá y Juana García Abás, que presentaron a cada uno de los premiados en sus respectivos géneros.

El jurado de novela concedió su voto a la novela de Margarita Mateo, Desde los blancos manicomios, “por la maestría en la conformación de un universo polifónico a partir de cuatro registros lingüísticos distintos que alcanza su máxima sugerencia en las relaciones intertextuales que establece”, según leyó al público Rogelio Rodríguez.

A nombre del jurado de cuento, María Helena Yánez describió los atributos de Oil on canvas, cuaderno de cuentos de Gina Picart, que lo hicieron sobresalir entre los textos en competencia: “Los logros del lenguaje, la originalidad de los temas en cuanto al tratamiento de lo erótico, así como el sentido práctico enunciado en el título, insertos en una atmósfera de temporalidad no exenta en ocasiones del toque de violencia característico de lo contemporáneo”.

Juana García Abás dio constancia del hecho casi insólito de unanimidad absoluta en la decisión del jurado hacia El concierto de las fábulas…, de Garrandés, por la original idea de: “analizar la literatura cubana de la década de los 60 con un texto donde se presentan, no una suma de líneas y tendencias sino un conjunto de modelos interconectados, como un tejido anatómico sobre lo social. Es una tesis sólida, bien estructurada y expuesta con prosa cuidada y estilo propio. Zonas de la cultura cubana de esa década, en especial la literatura, son sometidas a diversos análisis en los que sobresalen las voces de los propios protagonistas de aquellos años”. 

Sobre el Premio de poesía a La obligación de expresar, de Fowler, Pedro de Oraá acreditó: “la sinceridad de su escritura y el despego de la artificiosidad muy frecuente en la actual poesía”.

“Son heridas gozosas para las que luego no hay otra cura sino el deseo de profundizar, y es lo que traté de hacer con este libro: cavar hasta que sentí rotos los dedos”, dijo en sus palabras de aceptación el poeta premiado.                                           
 
 

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