Howell Llewellyn* - Publicado en Cubainformación revista verano 2008 .- La XII Feria de la Música Cubadisco, celebrada en La Habana cada mes de mayo desde 1997, fue interesante este año por dos motivos.

Por un lado, el tema central fue “África y su Diáspora”. Actuaron más de 200 artistas de 24 países africanos, así como tres grupos de músicos africanos residentes en el Estado español llevados allí por la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), cuyas actuaciones tanto por separado como junto a artistas cubanos de raíces africanas (Síntesis y Septeto Santiaguero) fueron verdaderamente exquisitas.


Otro aspecto interesante fue la posibilidad de investigar si el aire de relativo optimismo que se respira en las calles a raíz de los cambios en curso desde la elección de Raúl Castro como presidente, ha tenido algún impacto en la industria musical de Cuba. Citemos el hecho de la venta liberada de teléfonos móviles -y las posibilidades que ofrece de descargar música- y de reproductores de DVD, por ejemplo.

Como nos ha dicho Silvio Rodríguez, Cuba es una reserva musical. Hay música buenísima y músicos excelentes. Entonces, ¿por qué se oye y se vende tan poca música cubana fuera de la Isla?

Desde el “boom” de la música tradicional, hace una década, con Buenavista Social Club –el CD fue producido por el norteamericano Ry Cooder y el documental por el alemán Wim Wenders-, ha caído una cortina de silencio ante la música cubana.

Y no todo se debe al insidioso bloqueo estadounidense contra Cuba, que en la era Bush implica hasta la prohibición de intercambios culturales EEUU-Cuba. El bloqueo es criminal desde cualquier perspectiva, pero en conversaciones durante Cubadisco con representantes de la industria musical hemos oído opiniones sorprendentes que nos hacen preguntar: ¿es acertada la política oficial cultural que no trata la música como un producto comercial? Cuba vende su tabaco, su ron, su níquel, su turismo y, quién sabe si en unos años su petróleo del Golfo de México (¡ojalá!). ¿Y por qué no su música?

Casi 30 años de una mezcla explosiva de talento musical innato cubano y de presencia en los conservatorios de profesores disciplinados del Este de Europa, explica en parte el nivel altísimo y exuberante de la música cubana. En relación a la música negra, sólo Brasil y Estados Unidos pueden medirse con Cuba. Pero únicamente Cuba puede combinar la energía de África con la seriedad docente del Este de Europa.

Este año, la SGAE llevó a Cubadisco a músicos espléndidos: Justin Tchatchoué y su grupo (Camerún), Alboury Dabo y su grupo (Senegal), y Simao Feliz da Cunha (Guinea Bissau). Todos ellos residen en Madrid y son, cómo no, socios de la SGAE. Cada grupo actuó por separado en el Teatro Astral y, además, Justin Tchatchoué Justin lo hizo con el grupo cubano Síntesis (¡Camerún con La Habana!), y Alboury con el Septeto Santiaguero (¡Senegal con Santiago de Cuba!) Dos noches más tarde, se repitió la conjunción musical África-Cuba en una gala en el Teatro Karl Marx.

Cubadisco 2008 es probablemente el primer evento internacional que pretende explorar el vínculo musical África-Cuba con interactividad en el escenario. Este vínculo es clave para entender bien mucho de la música urbana actual, desde el rhythm ‘n blues al reggaetón. Sin embargo, fuera de los conciertos, Cubadisco no tuvo el aire esperado de “gran evento único”. Faltó algo…
Algunos dirán que hubo un momento, en los tiempos más difíciles del Periodo Especial, tras el derrumbe del bloque soviético, en el que hubo un buen negocio para la música cubana, a pesar de la terrible situación económica.

“Havana Blues”, la controvertida película realizada en 2004 por Benito Zambrano, nos muestra en su trama cómo muchas discográficas extranjeras -especialmente españolas, pero también de Francia, Reino Unido, México e incluso Estados Unidos- llegaron a Cuba buscando artistas que fichar, motivadas por una mezcla de olfato por el negocio y amor a la música cubana –el porcentaje de la fórmula varía según el caso-. Pero ya no están. ¿Por qué?

“Durante el Periodo Especial se crearon estructuras de mercado que combinaban con el socialismo cubano,” explica Darsi Fernández, musicóloga cubana, delegada de la SGAE en Cuba, ex asesora legal de la corporación mercantil de productos culturales Artex, y primera directora de su sello, BIS Music. “Cuando el Estado no puede hacerlo, entra el sector privado extranjero. Hubo un brote de mercado, con los mejores artistas fichados y gestionados por pequeñas empresas con sede en Panamá, Madrid, México…,” nos dice. “Pero la situación se estaba yendo de las manos del Estado, y hubo una reacción, una mezcla de ¡jodidos yanquis! y de proteccionismo hacia nuestra cultura musical.”

Es increíble pensar que durante unos años de la década de los 90, sellos independientes españoles como Caribe Producciones, Magic Music o Eurotropical tenían fichados a los Van Van, Paulito FG, NG La Banda, Manolito Simonet y su Trabuco, Liuba María Hevia, Marta Campos, Klimax y otros.

Reinaldo Hernández, gerente de comercio internacional de BIS, y antes director comercial del sello cubano más importante, EGREM, dice: “Hubo una decisión estratégica del Estado de adquirir la propiedad de la música cubana. Pero era demasiado tarde. El negocio de la música ya se encerró en el sector de la divisa, donde estaba y todavía está cautivo.”

Hernández, que conoce las ferias de música Midem (Cannes, Francia) y Popkomm (Berlín), añade: “El problema en Cuba es que no hay concepto de la industria musical como un sector lucrativo, como negocio altamente rentable. La música es tratada sólo como un producto cultural, casi para ser protegida en un archivo de museo.”

Ciro Benemelis, el presidente de Cubadisco, nos dice: “si los discos se pudieran vender en Moneda Nacional, venderíamos millones (un CD en Cuba cuesta entre 2 y 12 pesos convertibles, es decir, entre 48 y 288 pesos de moneda nacional). Y además, estoy seguro de que muchos empresarios en EEUU querrían vender música cubana a los hispanos allí.”

Johannes Abreu, de la parte comercial del sello Colibrí, dice: “aquí no hay problema de producción. EGREM puede lanzar 30 CDs nuevos al año. [Los CDs se fabrican en Canadá o Colombia]. El problema es que no hay estrategia de distribución o promoción por parte de la industria musical o sus instituciones, como el Instituto Cubano de la Música.”

Ahí está el futuro debate: la música cubana entendida sólo como producto cultural, o también comercial.

*Crítico musical, miembro de la Coordinadora de Solidaridad con Cuba de Madrid y del equipo de Cubainformación

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