Como presentación especial en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, las dos partes de la obra, de 131 minutos cada una, se exhibieron el sábado en una sesión maratónica.
El público aguantó las casi cinco horas de encierro para premiar con una estremecedora ovación de pie a El argentino, la primera parte de la cinta, dedicada a la revolución cubana. También con fuerza, aunque no con tanto entusiasmo, aplaudió el segundo capítulo, Guerrilla, que narra el alzamiento en Bolivia.
El primer tramo recorre en flashback la insurrección en la Sierra Maestra y el Guevara ministro que habló en Naciones Unidas, mientras el segundo es un relato lineal de la guerrilla de Ñancahuasú.
En ambos casos, pero sobre todo en Guerrilla, parece que una excesiva ambición llevó al director a incluir más datos y episodios de los que cabían en la edición, lo que hace que algunos personajes se desdibujen, pierdan fuerza o que la historia se vuelva confusa para quien no la conozca.
“Para nosotros es sensacional traer la película donde empezó”, dijo Del Toro. “Llegamos a la meta.” El puertorriqueño obtuvo el premio al mejor actor en Cannes por la representación de Guevara, especialmente notable en tramos como el disfraz del Che para entrar a Bolivia o sus minutos anteriores a la muerte.
Venir con la cinta a Cuba “era un círculo que había que cerrar”, apuntó el actor cubano Vladimir Cruz, que representa al comandante Ramiro Valdés.
El mexicano Demián Bichir hace el papel de Fidel Castro en el exilio en México y luego en la Sierra Maestra. Un personaje con la voz aguda, el habano permanente, la gesticulación exagerada, el índice activo y la mirada directa debajo de unas cejas que sincronizan con los diálogos.
Tres parlamentos de Bichir fueron premiados con aplausos sostenidos, en un reconocimiento a la credibilidad de su actuación. “Es que ese mismo es Fidel”, decía en el intermedio Ernesto Noa, un artesano de 36 años. “No lo conocí en esa época, pero es el que se ve en los documentales, en los noticieros, ése mismo es.”
La actuación de Bichir fue uno de los inconvenientes que halló el diario oficial Granma, porque “si bien atrapa gestos que pasaron a convertirse en un muestrario iconográfico de los primeros años de la revolución, no va más allá del calco; le falta carisma y profundidad”.
El diario del Partido Comunista también criticó otras actuaciones y dijo que el Centro de Estudios Che Guevara tiene “reparos e insatisfacciones ante la obra ya terminada”, pese a lo cual encontraba las películas “más positivas que negativas”.
Grandes expectativas
Che, como se llama la doble cinta, llegó a Cuba con gran expectativa. En julio pasado el presidente del festival, Alfredo Guevara, había advertido públicamente que la exhibición estaba sujeta a la censura política. Que tenía noticias de que la obra “deformaba la relación” entre Castro y el guerrillero argentino. “No he visto la película y no quiero prejuiciarme, pero soy muy parcial. Si tiene algún ataque a Fidel, no viene.”
Tan clara fue la advertencia como el fallo. Al entrar a la programación del festival, quedó claro que las películas estaban políticamente autorizadas. Una producción multinacional (España, Estados Unidos, Francia), con un protagonista extranjero, sin conflictos de fondo con la historiografía oficial, terminó haciendo las reseñas fílmicas que hasta ahora no ha hecho el cine cubano.
Las historias se basaron en los propios registros de Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria, sobre Cuba, y su diario de campaña en Bolivia. Del Toro contó aquí que obtuvo un amplísimo apoyo del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC), y de la familia y de amigos o colaboradores del Che. El jefe de asesores fue un biógrafo del guerrillero, el estadunidense Jon Lee Anderson.
Además de su estreno, las cintas pasarán en dos ocasiones más en el festival. Los productores donaron 20 copias al ICAIC para su exhibición en corrida normal en la isla.