Yinett Polanco - La Jiribilla.-   Casi dos décadas han transcurrido desde que Carlos Alberto Cremata e Iraida Malberti crearan, en febrero de 1990 en el espacio de la Casa Central de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) un grupo teatral con apenas 14 integrantes. Con el tiempo aquella Colmena matriz fue evolucionando y cuatro años después Carlos Alberto, Tim, mostraba ante más de  cinco mil personas en el Karl Marx su primer espectáculo integrado únicamente por niños, “Meñique”.

 

De entonces a acá, varias generaciones de cubanos hemos crecido observando a La Colmenita animar los festivales infantiles de la canción Cantándole al sol, actuar en teatros pero también parques y plazas, viéndoles, incluso, convertirse en excelentes embajadores de la cultura cubana, tan buenos, que este año la UNICEF (Organización de Naciones Unidas para la Infancia) les otorgó la condición de Embajadores de Buena Voluntad.Los reconocimientos se acumulan en el historial de esta compañía que ha recibido numerosos premios en los Festivales Mundiales de Teatro de Niños, reconocimientos de varias ciudades y estados norteamericanos como California, San Francisco, Los Ángeles… y otros lauros como el Premio Altar de la Paz en Francia, Diploma al Mérito por la colaboración artística con la Ciudad de Port – Au – Prince, Haití, Distinción Rama de Avellano por el excelente trabajo en pos del entendimiento de los pueblos en España, y muchos otros. Sirva esta conversación con el alma de La Colmenita, Carlos Alberto Cremata y este dossier de La Jiribilla como un homenaje a tan especiales abejas.

Hoy La Colmenita es una Compañía Infantil de Teatro pero en sus inicios nacieron montando obras para adultos con adultos y hasta el 94 que fue cuando se estrenó Meñique en el  Karl Marx no es que dan el salto, ¿por qué el cambio de sentido o dirección en el trabajo de la compañía?

La Colmenita nació con jóvenes pero desde el principio comenzamos a trabajar con niños pero fue en 1994 cuando por primera vez se hace una obra de teatro solo con niños. Anteriormente hicimos obras infantiles donde alternaban jóvenes y niños, eso siempre fue un propósito.

Yo estudiaba Dirección teatral en el Instituto Superior de Arte (ISA) y al mismo tiempo hacía junto con mi mamá —ella era la directora y yo el guionista— un programa de televisión de los años 90, en donde los niños jugaban a la profesión que iban a tener cuando fueran grandes. Lógicamente como yo estudiaba Dirección me entraba la necesidad de dirigir un grupo en el cual experimentara mis conocimientos de dirección. De pronto, una madrugada editando con mi mamá se me ocurrió esa idea y se la propuse, le dije que se me ocurría dirigir una obra no donde estuviesen niños, sino donde la obra la hicieran los niños solos, y eso realmente fue un hobbie, algo que pensaba hacer para una vez, esa fue la primera versión de Meñique en el Karl Marx, pero me gustó tanto y todos salimos tan complacidos que decidimos hacer un segundo experimento, Fábula de un país de cera, una obra más compleja, en verso, y así, de experimento en experimento, se convirtió en el sentido de mi vida. Me encanta porque he descubierto que si se les cuida bien el alma a los niños pueden hacer maravillas en el teatro.

Quienes forman parte de este proyecto insisten en que su propósito fundamental no es formar artistas, sino fomentar una sensibilidad particular en los niños, sobre todo a partir del juego…

Eso lo demuestra un hecho, la mayoría de los centenares de niños que han pasado en estos 20 años por La Colmenita no son artistas en la actualidad ni se dedican al arte. Muchos ahora son ingenieros, bomberos, de todas las profesiones. Bertha Martínez, mi profesora de Dirección, lo definió de una forma lindísima: “La Colmenita más que formar hacedores forma apreciadores del arte”, o sea, personas que tienen muchas herramientas para apreciarlo y en sus centros de trabajo tienen el bichito del artista, se van tocando instrumentos y lo mantienen, se van con dotes para montar un sketch, un humorístico en sus centros de trabajo. También adquieren sentimientos de solidaridad por el hecho de trabajar en equipo y responsabilidad por trabajar en obras de teatro. Los educamos en principios martianos de hacer el bien, esas herramientas para ser mejores personas es lo principal que se llevan de aquí. Este proyecto mucho antes que artístico es un proyecto pedagógico, es auxiliarse de la escuela y de la familia para, en el tiempo libre de los niños, seguir jugando a ser mejores seres humanos. Esa es la clave, el teatro es el pretexto para contagiarnos de valores humanos, quienes más enseñan son los niños, quienes más claro tienen lo que es la generosidad, no tener prejuicios, la entrega hacia el otro… ellos rompen hasta la barrera del idioma, ello nos ha permitido ver cómo un niño cubano y uno de Bangladesh de pronto aprenden a amarse a través del juego como nosotros no somos capaces por la coraza. Eso es lo principal en La Colmenita, es una herramienta que te lleva a abrirte, herramientas de comunicación, acrobacia, ballet, dicción… todo eso uno se lo lleva de La Colmenita.

 

¿Cuáles experiencias guardan en La Colmenita en torno a la comunicación de los niños cubanos con los pequeños de otros países?

Hemos interactuado con niños de países increíbles, no interactuar de conversar, si no de hacer Colmenitas conjuntas. Te puedo contar de una colmenita loca que hicimos en Bélgica, ellos hablaban francés pero actualmente son como familia de nosotros, nos visitamos… Hicimos con ellos Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, en español y en francés y la interacción provocó el amor entre los niños. Lo mismo pasó en Bangladesh con los niños bangla, hicimos una coproducción hermosísima que se llamó Mañana con ventana al sur, esos niños apenas hablaban inglés, que es una forma de comunicarse con los niños japoneses y los niños norteamericanos, pero los niños bangla tienen varios dialectos, y es hermosísimo lo que pasa, tienen el lenguaje del amor, de la música, de las señas, de la niñez; con niños rusos, turcos, japoneses, haitianos, etcétera.  Hemos tenido la extraordinaria suerte de haber congeniado con niños de todo el mundo y eso ha ratificado mi tesis: todos los niños del mundo tienen un lugar en el espectáculo, quizá más adelante o más atrás pero todos pueden pintar para que se creen escenografías, dar ideas, ocurrírseles una canción, dar ánimos, lo cual en el teatro es muy importante antes de salir al escenario, y como tienen esa oportunidad, por eso es que se crean colmenas. En estos momentos las hay en el estado de Querétaro (México), que es un Coro Sinfónico Infantil que hace poco se presentó en el Teatro Karl Marx; hay una en Sevilla (Andalucía) en el primer mundo, pero el porcentaje de  niños sevillanos es mínimo, la mayoría son hijos de emigrados, ecuatorianos, venezolanos y bolivianos de los barrios más pobres de Sevilla como el del barrio del Cerezo; otra en Panamá, y hay varias colmenitas creándose, hay ya una segura en Caracas (Venezuela), otra en Islas Margarita, y se van a crear muchas más porque los venezolanos quieren crear una en cada estado de Venezuela. Acabamos de llegar ahora mismo de Panamá donde creamos La Colmenita de Panamá, pero se va a crear otra en Chiriquilla y otras provincias panameñas. El teatro se hace con el pretexto de unir familias, se hacen familias de diferentes latitudes y se crean estas aventuras en barcos grandes de personas lindas que con niños entregados a una función útil después de la escuela sin afectar su rendimiento docente salen al Escambray, La Ciénaga de Zapata, La Sierra Maestra….

La semilla de La Colmenita ha germinado en otros países: España, México, Panamá, Venezuela… ¿cómo comenzaron estos proyectos y qué significa para Carlos Alberto Cremata ver que esta idea suya ha cobrado fuerza en lugares tan disímiles?

“Algo más que soñar”, como aquella serie cubana. Nunca lo imaginé, al principio yo decía que algún día tendríamos una guagua para recorrer las provincias y ahora compartimos con seres humanos que cuando se acercan a La Colmenita, independientemente de la edad que tengan, siempre son niños, compartir con niños de otros lugares siempre es adorable y cuando se unen en pandilla son lo más hermoso del mundo. Poder vivir eso me hace recordar a mi padre que no se dedicaba al arte pero tenía muchas condiciones: una voz muy hermosa, cantaba muy lindo e imitaba a muchos cantantes. Trabajaba en el aeropuerto José Martí y en sus ratos libres escribía obras de teatro porque le gustaba hacerlo, tenía afición al teatro. Es conocida la historia de que fue volado por los terroristas en pleno vuelo en un avión que venía de Barbados, una de las historias más terribles y tenebrosas que le ha sucedido a la Revolución y yo siempre digo que hago esto porque es lo que mi padre quisiera. Muchas gentes me preguntan si yo no siento odio por aquello, y lo siento, porque me privaron de mi padre cuando tenía apenas 15 años, pero mi padre y Fidel me enseñaron a multiplicar el amor, no el odio. Es lo que enseñaron a hacer, es lo que permite a mi madre seguir trabajando porque mi padre fue su único novio, seguir viviendo… este trabajo y sus hijos son los que se lo permiten. Siento un gran alivio, que me acarician el corazón cuando soy útil y estoy rodeado de personitas que me endulzan la vida y me alegran.

La Colmenita también ha ofrecido numerosos espectáculos en parajes intrincados dentro del país, incluso en circunstancias difíciles como su actuación en la Isla de la Juventud el año anterior luego del paso de los ciclones, ¿qué les aporta a los niños este intercambio con otros pequeños de su país?

Decía que llegamos hace una semana de Panamá, pero hace dos días regresamos de Jarahueca, donde participamos en el homenaje de Ada Elba Pérez. Esa es esencialmente nuestra principal práctica, antes de tener la suerte de acreditarnos al mundo e incluso cada vez que regresamos de una experiencia internacional, nos damos un baño de Cuba para recordar que salimos de aquí, a pesar de haber estado en Austria, Dinamarca, Francia, incluso la primera vez que viajamos fue a Haití, un lugar bien cerquita pero bien humilde.

En este verano tuvimos la suerte de ir a Panamá pero el otro verano estuvimos en Villa Clara, Santiago de Cuba y Camagüey, en consejos populares súper humildes, eso no lo podemos olvidar. Qué se puede sentir al bañarse con un niño que vive en el campo, que son los más lindos del mundo; no hay nada por hermoso que sea, superior a compartir ese manantial desde la sierra, esa agua fría, ese chapuzón rico rodeados de esa vegetación con niños tan ocurrentes como los del campo, esos niños del Escambray que describió Feijóo. Cuando estamos con ellos sentimos un baño de verdad y de pureza. Esas son las cosas que quedarán para contar. Es bueno poder vivir eso y que nuestro gobierno lo ampare y nos ayude, lo financie y nos monte en guaguas especiales para llegar a tales lugares. Vamos a sitios lindos a hacer una labor maravillosa y mi gente, como padres amantísimos y verdaderos, nos ampara. Es lo que pasa en Viva Cuba, los niños se van por todo el país y no les pasa absolutamente nada, porque no le puede pasar nada, y de pronto la madre (Laritza Vega) le decía a la gente que vivía en el exterior que aquí no se podía sobornar al ejército, no se pueden contratar detectives, pero esos niños están viajando Cuba entera amparados por el pueblo, la gente y las autoridades. Eso es un fenómeno muy cubano y eso fue (perdóname el exabrupto) lo que permitió hacer el concierto de Juanes; Cuba lo puede hacer por el nivel de organización alcanzado, allí no estaban las personas por imposición, allí estaban 50 años de Revolución.

Lo que pasa con La Colmenita no se puede olvidar nunca. A mí me enorgullece que mi estado actúe para La Colmenita como mi papá o como mi mamá y aquí han venido ayudas importantes a La Colmenita y mi estado me ha dicho que lo que a nosotros nos haga falta nos lo va a dar nuestro país, lo que tengamos lo compartimos y así ha sido siempre. Cuando Fidel me ha regañado es porque yo no estoy haciendo más Colmenitas por las provincias y porque no haya más niños unidos bajo sus conceptos, su filosofía y sus principios y porque no tenga más planes con los instructores de arte para que nazcan más Colmenitas y espectáculos.

 

Uno de los trabajos de mayor sensibilidad realizado por la Compañía ha sido la labor con los niños discapacitados, ¿cuál ha sido el saldo de esta interacción?

Nosotros tenemos una experiencia muy valiosa con la escuela Solidaridad con Panamá, que le aportó mucho a La Colmenita, nos llenó de herramientas para el trabajo y la enseñanza. Quienes trabajan allí son verdaderos héroes, nosotros lo hacemos eventualmente pero ellos lo hacen diariamente, su directora, Teté, es como una hermana para mí, no me alcanzan diez vidas para llegar a su estatura. Está el caso de Mabelita, nuestra abeja reina, que ahora es instructora de arte y dirige una Colmenita en el municipio Boyeros. Está el caso de Héctor, un niño de Jiguaní en Oriente, que era el que hacía de gallo Malayo y que también es instructor de arte.

Nosotros hemos interactuado también con la escuela René Vilchez de sordos-hipoacúsicos, a partir de esta experiencia se ganó el premio Altar de la Paz en Francia, hicimos una Colmenita con niños con discapacidad cerebral en Cantabria (España) que fue muy difícil y duró del 2000 al 2002… Hemos hecho trabajos eventuales, no es la línea de trabajo única de La Colmenita pero nos han enseñado mucho más de lo que nosotros pudimos haber aportado, lo que aportamos fue llevar lo que hacen ellos genialmente a un teatro como el Karl Marx y hacerlo con las leyes del teatro profesional: con excelentes luces, diseñadores, escenografías y con respeto, lo cual es muy importante. Si calificamos a Silvio o Formell como grandes artistas, habría que acercarse a esos profesores de niños con problemas para ver el arte en la vida cotidiana, es increíble lo que hacen Teté y sus maestros.

A ese mundo de la discapacidad que más que a dar, fuimos a aprender, a recibir, y cada vez tenemos mucho más de ellos. Hace un tiempo estuvimos en La Castellana, con los niños síndromes de Down y cuando hicimos con ellos las aperturas de sus eventos y volvimos a coincidir nos dimos cuenta de que Solidaridad y La Castellana han seguido avanzando y haciendo cosas muy hermosas, superiores a las que hicieron con nosotros. Nosotros solo sembramos la semillita y ahora lo hacen genialmente.

Hace un tiempo el grupo fue nombrado Embajadores de la Buena Voluntad de la UNESCO, ¿qué representó para ustedes este nombramiento en particular y cuáles otros, entre los múltiples reconocimientos que poseen, destacarían?

Esa experiencia fue muy grande porque el título de Embajador de Buena Voluntad se les entrega solamente a personalidades individuales, casi nunca a agrupaciones. Solo se les han entregado a  siete grupos, pero la mayoría son tríos, solo existen dos agrupaciones grandes casualmente formados por adolescentes y jóvenes, el primero es el Sistema de Agrupaciones de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, ellos son para mí grandes maestros, y el segundo grupo fue para La Colmenita de Cuba, ellos dicen que cumplimos todos los requisitos, que representamos los derechos de los niños, sobre todo el derecho de la participación, todavía no nos lo creemos y tratamos de estar a la altura de eso todos los días.

También hay otros reconocimientos sui generis como la Resolución 521 del senado del estado de California para honrar a La Colmenita, que un estado norteamericano, uno de los más ricos del mundo, haga una resolución para honrar a un grupo de teatro de niños de Cuba, es casi surrealista y es una resolución que en su primer Por Cuanto dice: por haber sido La Colmenita los primeros niños artistas cubanos que visitan los EE.UU. en más de 45 años, hay otro Por Cuanto que dice: por ayudarnos a prevenir la violencia infantil y juvenil en las calles de California, son cosas un poco exageradas pero así lo pusieron los senadores norteamericanos y lo veo como un reconocimiento, un honor. Están también los premios en los Festivales Mundiales de Teatro hecho por niños en Japón, Alemania, Rusia, son reconocimientos a la obra de la compañía.

Puedo citar también una anécdota que no es un premio en sí, pero para mí ha sido una de las cosas más grandes que nos han pasado; hace tres meses participé como el único latinoamericano en un congreso en Austria de varias organizaciones, la IATA, la International Amateur Theatre Association, donde tuve el privilegio y el honor, como miembro del comité de esa organización que son siete personas del mundo, de representar no solo a Cuba, sino también a Latinoamérica. Allí estaba también la IDEA, que se dedica al arte hecho por niños pero en los centros docentes. En Austria se iban a unir la IDEA con la IATA para colaborar por primera vez juntos, y el presidente de la IDEA, que es el comité al cual yo no pertenezco, un hombre del país de Gales, se paró en la reunión y como muestra de buena voluntad en sus palabras dijo que uno de los mayores ejemplos que él conoce de la influencia de la educación en el arte y del arte en la educación, estaba en Cuba y era La Colmenita. Yo ni me lo esperaba, cuando dijeron La Colmenita me sobresalté y luego expliqué que este no era un hecho aislado en Cuba porque el gobierno les abre esa oportunidad a los niños a través de los instructores de arte, entre otras opciones. Cuando acabó la reunión me acerqué para agradecerle y me di cuenta de que él había venido muchas veces a Cuba, conocía las revistas y a La Colmenita al dedillo, y la conocía además por la filosofía de valores que esconde. Yo me dije: caramba una persona a nivel mundial que conoce tanto de educación y que conozca que en Cuba existen estas cosas es algo hermoso y lo sentí como un reconocimiento a la labor educacional cubana y a La Colmenita como representante de la educación y las artes en Cuba. Después se lo conté a mucha gente, porque sabía que habíamos participado en festivales mundiales, que somos queridos, pero no sabía que llegábamos a ese nivel, de hecho el hombre nos invitó en el 2010 al Foro Social Mundial de Brasil, habló de La Colmenita como un paradigma y me sentí vanidosamente orgulloso de que nos viera de esa manera.

 

La actuación de La Colmenita en el nacimiento de la Misión Cultura Corazón Adentro en Venezuela junto al presidente Chávez fue un momento particularmente emotivo, ¿qué otros momentos como este en la historia de La Colmenita atesora Tim en su memoria?

Aquella vez con Chávez fue una gran experiencia, recuerdo que hicimos La Cucarachita Martina y el ratoncito Pérez. En las presentaciones en La Habana el ratoncito enamora a la cucarachita con una habanera que se compuso especialmente para La Cucarachita… y en aquella ocasión, nosotros tuvimos la delicadeza de hacer un arreglo para Venezuela, entonces en el momento en que el ratoncito está enamorando a la Cucarachita, Chávez también le cantó y ese día la Cucarachita tuvo dos pretendientes: un ratoncito cubano y un presidente venezolano y los dos le cantaron y la enamoraron pretendiendo su amor. Eso fue muy lindo, pero es bastante común en nuestras actuaciones: ahora mismo en Panamá el vicepresidente que al mismo tiempo es el canciller, Juan Carlos Varela, se enamoró de La Colmenita y no nos perdía ni pie ni pisada. Venía y jugaba con los niños juegos muy infantiles, compartía almuerzos, y por supuesto él en Panamá es una persona súper importante, es el vicepresidente y es muy respetado, pero le sacamos el niño travieso; La Colmenita inmediatamente despierta esa empatía en las personas con el ropaje y la responsabilidad que tengan. Parto de los propios dirigentes cubanos, no puedo olvidar la cantidad de veces que he visto a los altos dirigentes de nuestro país riéndose con las travesuras de las pequeñas abejas.

La diferencia es que eso que pasó con Chávez, nunca nos había pasado al nivel de un gigante como él, o sí porque con Fidel también nos ha sucedido, pero momentos así nos pasan constantemente con personas de todos los niveles, con artistas… Hace poquito vino a La Colmenita Vanesa Redgrave y fue hermosísimo, ella se emocionó mucho, del mismo modo sucedió cuando vino Harry Belafonte o Patch Adams, son tantos que no los podemos contar.

Hoy mismo acabamos de llegar de un encuentro con los primeros niños de la Operación Peter Pan, los primeros que vienen a Cuba luego de tantos años. Ellos han venido de forma individual pero nunca en grupo y ese primer grupo se encontró con La Colmenita hace unas horas y lo que sucedió fue increíble: lloraban y decían “eso con La Colmenita es lo que yo quise hacer”.

Nosotros tenemos la suerte de vivir esos momentos, poder conversar con ellos, todos los cubanos quisieran conversar con ellos, que fueron parte de esa historia tan terrible para Cuba. En todas las embajadas del mundo nos dicen siempre: “ustedes en diez días hacen lo que nosotros no logramos en años” porque a quien ven allí es al niño cubano, el niño cubano ya no en un escenario, sino conversando en un restaurante con un hombre con la responsabilidad que tenga de cómo es Cuba, normal sin “proscopitos” ni discursitos, tan solo “yo en Cuba hago esto y lo otro”, la vida habitual que es la que conmueve a las personas sensibles. Insisto mucho en que los niños sean naturales. Nosotros tenemos ese privilegio, el de ser una embajada de la Revolución.

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