Félix López - Granma.- Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados la obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo: hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca.

Así se describe en el Libro de los abrazos, del uruguayo Eduardo Galeano, hasta dónde puede perdurar el fantasma del burocratismo.


Para suerte de quienes habitamos en Cuba, nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias supieron encontrar su propio antídoto contra ese mal que no hemos logrado extirpar del entorno social.

Las FAR han sido pioneras en la organización, en la planificación, en el perfeccionamiento Empresarial y en implementar pagos por los resultados reales del trabajo, prácticas económicas que vuelan a años luz de los hábitos burocráticos enquistados en muchas áreas de la economía, y que algunos siempre vieron con ojeriza para rehuir la exigencia, la responsabilidad y la obligación de cumplir.

La "posta del banquito", convertida en imagen del burocratismo, es una historia del absurdo que recordamos con la reciente publicación en este diario de la carta de un lector (*), tan importante y oportuna como la más documentada investigación periodística, narrándonos el surrealismo de sus "vicisitudes para obtener una licencia de cuentapropista en Moa". La misiva del holguinero G. Gómez Fuentes nos expone cómo una funcionaria le solicitó documentos que no estaban indicados en la legislación vigente sobre el tema. Y la reacción de la misma ante su reclamo: "Pregunté a la compañera que si ella conocía lo que había expresado el compañero Murillo al respecto y su respuesta fue que me olvidara de Murillo".

Esa contesta desafortunada es una suerte de radiografía de un estado mental, muy extendido, de desconocimiento de la legalidad; y al mismo tiempo es el reflejo del daño que están haciendo ciertos burócratas criollos, al obstaculizar, enrarecer y complicar una serie de medidas y soluciones que se implementan como parte de la actualización del modelo económico cubano.

Algunos no quieren darse cuenta que en este país no se admitirá que nadie actúe en violación de las leyes, normas y resoluciones que obligan a todos a cumplirlas

Y es que por más que se ha dicho, todavía existen muchos que no entienden que ese proceso debe ir acompañado de un cambio de mentalidad, de estilos y de visión a todos los niveles, desde quienes dirigen una actividad hasta la funcionaria que da la cara en un buró o una ventanilla, y se convierte en el rostro (agradable o nocivo) de una idea, una medida, una solución o un importante proyecto.

La carta del compatriota Gómez generó una cadena de reflexiones sobre el asunto. Carlos Rodríguez opina que "además del incumplimiento de las regulaciones y leyes que aparecen en la Gaceta Oficial, el ejemplo de lo ocurrido en Moa pone en evidencia cómo existen funcionarios que lejos de ayudar, entorpecen el trabajo de reordenamiento de la economía y la sociedad". Basilio García, por su parte, advierte que "hay muchos burócratas y tecnócratas que no se han dado cuenta aún de que estamos en tiempos de cambios y siguen afincados a su rutina, se quedan rezagados, frenan el desarrollo y quebrantan el espíritu de quienes queremos luchar, avanzar y triunfar".

Todavía hay quienes se hacen de la vista gorda ante el nuevo escenario que se construye para la economía y la sociedad cubanas. Unos porque tienen la burocracia puesta en vena, inoculada como un virus mortal. Otros porque no les conviene que cambie el sistema de enredo, dilación, impunidad y la "multa" o "mordida" para que un trámite cualquiera llegue a feliz término.

Y están los que disfrutan sus ocho horas diarias de verdugos, haciéndole la vida infeliz y amargando a todo aquel que intente remontar el Gólgota de las licencias, los permisos, los autorizos, y toda clase de trámites y papeles que permiten la existencia de una plaga parasitaria en el seno de la administración pública. A los demás —esos que obran bien, nos dan alegrías y hacen que no se pierda el optimismo— habría que convertirlos en un espejo público, en la regla y no en la excepción.

En su discurso ante el Parlamento el 18 de diciembre pasado, el compañero Raúl insistió en que "es necesario cambiar la mentalidad de los cuadros y de todos los compatriotas al encarar el nuevo escenario que comienza a delinearse. Se trata sencillamente de transformar conceptos erróneos e insostenibles acerca del Socialismo¼ ". ¿Entenderían los burócratas qué mensaje les envió el Segundo Secretario del Partido cuando se refirió a la necesidad de un cambio de mentalidad?

Para Basilio García, detrás de cada funcionario o burócrata irresponsable hay un cuadro que lo dirige y le permite su modo de actuar: "Hay que seguir descubriendo a esos pesimistas u oportunistas a los que solo les importa de qué lado se vive mejor; e irlos sustituyendo por hombres preparados y con el deseo de hacer las cosas bien. Esos que pululan en cualquier colectivo humano, solo hay que buscarlos y darles la oportunidad. Claro, para ello hay que desterrar también de nuestras mentes la práctica de la canonización del cuadro: ese que, haga lo que haga, siempre será cuadro".

En su afán de ser mejor, la sociedad cubana también clama por sacudirse el lastre de la burocracia, ese invento milenario tras el que se esconde la responsabilidad personal al momento de la toma de decisiones; ese "pedestal" que algunos eligen para vivir sus minutos de gloria y ostentar cuotas de poder, por ínfimo que sea. Recordemos aquella definición poética de Roque Dalton y comprenderemos mejor el porqué no nos queda otro camino que convertir la excepción en regla: Los burócratas nadan en un mar de aburrimiento tempestuoso/ Desde el horror de sus bostezos son los primeros asesinos de la ternura/ terminan por enfermarse del hígado/ y mueren aferrados a los teléfonos/ con los ojos amarillos fijos en el reloj.

(*) Vicisitudes para obtener una licencia de cuentapropista en Moa, viernes 21 de enero del 2011, pág. 11.

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