Raúl Menchaca – Cubahora.- Caridad deja su puesto en un taller electrodoméstico para darse "un saltico" hasta la cercana tienda, donde alguien le dijo que habían sacado un champú "buenísimo", pero la cola la hace perder casi una hora de trabajo.

Esteban detiene por un momento la fresadora para contestar una llamada de su novia, que más que intercambio de saludos, se convierte en una "visita" telefónica de 45 minutos.

Yunier pone a un lado el análisis del estado de cuentas de la empresa para comentar con Alfredo sobre la actuación de Cuba en los venideros Juegos Panamericanos y tanto se apasionan que transcurre media hora de una enconada discusión.

Caridad, Esteban y Yunier, aunque viven en provincias muy alejadas una de las otras, reflejan el negativo fenómeno de la baja productividad de la economía cubana, convertido en un verdadero lastre que, entre otros factores, limita el despegue del país, empeñado ahora en un complicado proceso de actualización del modelo.

Hace ya casi siglo y medio, Carlos Marx, quien comprendió que en economía no puede haber puntada sin hilo, escribió que "del desarrollo de la productividad del trabajo depende el desarrollo de la sociedad y los individuos. Es por ello el principal exponente del progreso social en sentido amplio".

De modo general, la productividad se refiere a lo que genera el trabajo: la producción por cada trabajador, la producción por cada hora trabajada, o cualquier otro tipo de indicador de la producción en función del factor trabajo.

Por eso, el melenudo filósofo alemán no se equivocó en su comentario y la vida, 150 años más tarde y en la Cuba de hoy, le dio la razón al demostrar que elevar la productividad no es una opción, sino una necesidad para sacar adelante a un país.

La llegada del Período Especial, que nos trajo un aluvión de desgracias de todo tipo, significó una caída de ese indicador, que incluso, en la última década, solo ha estado dos veces por encima del salario medio.

Cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) demuestran que únicamente en 2004 y 2008, se logró, y muy discretamente, que el crecimiento de la productividad superara al aumento del salario medio.

"Hay que lograr que la gente en Cuba viva del trabajo y ese es uno de los temas más complicados de este proceso", aseveró en fecha reciente, el lunes último, el vicepresidente Marino Murillo durante su intervención en la Asamblea Nacional, donde explicó la marcha de la implementación de los Lineamientos.

La salida del sector estatal en los próximos meses de medio millón de cubanos, cifra que ronda el diez por ciento de la actual fuerza laboral del país, favorecerá el incremento de la productividad pues la maquinaria productiva estatal deberá continuar trabajando con menos personal.

Algunos académicos estiman que esa primera reducción significará un aumento de hasta 150 por ciento de la productividad, que en este año debe crecer más que el salario medio.

Sólo así podrá haber un aumento de los salarios, disminuirán los precios de productos y servicios, se mantendrán prestaciones como la educación, la salud o la seguridad social, y se podrá responder a las necesidades de la sociedad.

Un aspecto no menos importante es que el envejecimiento de la población cubana hará disminuir la masa de personas aptas para el trabajo, las que además tendrán que ser más productivas para mantener los previstos niveles de crecimiento del Producto Interno Bruto.

Aunque hay tendencia a exigir aumentar el salario para que crezca la producción, y ese es un dilema tan viejo como el del huevo o la gallina, lo cierto es que la elevación de la productividad es el único camino que tenemos los cubanos hoy para lograr vivir con decoro del trabajo cotidiano.