Rafael Hernández es el Director de la emblemática revista cubana de pensamiento `Temas´ y del espacio de debate `Último jueves´, que se celebra en La Habana, cada mes, en la sala "Fresa y Chocolate". Precisamente en esta sala entrevistó Cubainformación TV a Rafael Hernández, persona clave en el actual proceso de impulso de la cultura del debate en Cuba. Equipo: Ida Garberi, Juan Caunedo, Patricia Moncada, Javier Garijo, Orlando Pereda (ICAP) y José Manzaneda.

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Blog "Catalejo"


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-Rafael, el impulso que se quiere dar en Cuba –desde el propio gobierno– a la cultura del debate, a la canalización positiva de la discrepancia de opiniones en el país, ¿avanza o retrocede?

- Creo que no ha habido un momento más favorable para que se fomente la cultura del debate en Cuba, para encontrar espacios de canalización. Nosotros hemos estado haciendo el debate de “Último Jueves” / «Temas» durante catorce años, sin pausa. Y en los debates no han participado sólo personas de nuestro país. Por que hay quien habla de “problemas cubanos”, pero no existen los problemas cubanos: todos los problemas cubanos tienen una réplica en el resto del mundo.

Ver nuestros problemas en la perspectiva del contexto internacional es parte de los objetivos de nuestra revista, tanto en la publicación impresa como en este espacio de debate in situ. En estos últimos años ha habido una enorme ampliación de los límites de la discusión. Usualmente estos debates tienen lugar en sectores como el de la Universidad, el de la cultura, el arte, o en los sindicatos u organizaciones juveniles. Sin embargo, Último Jueves es un espacio singular, de entrada libre, donde tratamos de que haya convergencia de grupos y de personas diferentes. Tanto en el panel como en el público tenemos expertos, académicos, personas que trabajan en el Gobierno, artistas, periodistas… con un resultado muy favorable.

La principal dificultad hoy es que aún no se ha extendido lo suficiente esta práctica. Es decir, hay una política enunciada: facilitar y sistematizar los espacios de discusión pública, fomentar el debate no como resultado de una convocatoria sino como algo sistemático. Pero eso requiere de instituciones que lo lleven a la práctica, y también de una lógica del debate sabiendo que hay personas que dirán cosas consideradas “estridentes”. Domesticar esas “estridencias” no puede hacerse a priori, sino como parte de la propia cultura del debate. Después de catorce años llevándolo a cabo, al amparo del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, del Ministerio de Cultura), podemos decir que el grupo que se reúne aquí -que cuando menos son cien personas- se autorregula y las “estridencias” son escasas. El propósito fundamental del debate no es hacer una descarga emocional de problemáticas del país, sino escuchar al otro. Sin diálogo no hay debate.

- Tanto en la revista «Temas» como en el espacio de debate Último Jueves, abordáis temáticas que en muchos casos no son abordadas por los grandes medios de comunicación en Cuba. ¿Cuáles son las temáticas que tratáis?

- Casi ninguna de las temáticas que tratamos aquí se ha convertido en temática de los medios. De hecho buscamos temas que son poco explorados, poco debatidos. Difundimos los resultados de los debates por Internet, a través de nuestro blog El Catalejo. También los distribuimos filmados en DVD: hemos publicado cinco volúmenes de esos debates, para que no sólo se puedan leer, sino también ver. Ver el debate, mirar a las personas que intervienen, saber de qué edad son, su color, su origen social, su pertenencia a distintos grupos, también es importante, y eso no se ve en la transcripción de un texto. El apasionamiento, cómo se gesticula, el lenguaje corporal, forman parte del mensaje.

El 90% de lo que la prensa extranjera –y muchos cubanos– atribuyen al punto de vista de grupos que se oponen al sistema, son asuntos que se debaten con total normalidad en este espacio. Aquí se puede expresar con total libertad lo que se piensa sobre la base de que se respeten las normas del espacio y de que se viertan criterios relacionados directamente con el tema. No buscamos que un grupo de “sabios” sobre un tema instruya a un grupo de “analfabetos”, sino que se interactúe.

Nuestro propósito no es proponer al Gobierno soluciones, sino entender los problemas en su complejidad. Todos los problemas, al igual que toda la sociedad cubana, es un entramado altamente complejo. La idea de venir una semana a Cuba desde el extranjero y marcharse sabiendo lo que pasa en Cuba, sin a veces haber salido de La Habana, subestima la complejidad de la sociedad cubana. Nosotros tratamos de ofrecer una ventana a ese debate cubano tan intenso, tan interesante, tan provocador, de una manera constructiva y sin insultos.

- Comentabas que grabáis en vídeo los debates de Último Jueves. ¿Qué utilización hacéis de estos materiales posteriormente? ¿Ves posible en el futuro que estos debates grabados en vídeo se emitan en la televisión?

- La televisión no los ha puesto porque no ha querido ponerlos, porque se los hemos ofrecido. Nosotros consideramos estos vídeos, igual que la revista, un bien público, destinado al que lo pueda aprovechar en función de sus propios intereses, para juzgar la compleja realidad que nos rodea. Tanto si quienes los utilizan son dirigentes, como si los lee un humilde trabajador, es magnífico. También lo es si lo utiliza un profesor para dar clases en la Universidad, y nos consta que estos materiales son utilizados para ello. Con este formato tenemos el propósito de contribuir a una cultura del debate que tenemos que desarrollar en todo el país, facilitando la creación de espacios sistemáticos para ello.

Nos encontramos con personas muy capaces, de enorme potencialidad, con una obra incluso, que podrían participar en estos debates que hacemos en La Habana y deseamos contribuir a extenderlos y a que se sistematicen en otras partes de Cuba. Pero a pesar de que no salimos en la televisión sí se nos conoce, se difunde lo que hacemos y el trabajo de la revista. Publicamos en cada número un debate real donde reflejamos lo expresado tanto por los panelistas como por el público. No se trata del debate entre una élite, sino del debate convertido en un bien público. La democracia del conocimiento.

- Apuntabas a la democratización de estructuras, a la profundización de espacios democráticos en la sociedad cubana, aprovechando estructuras que existen y que habría que encaminar hacia espacios de democracia radical, en las escuelas, en la Universidad, en el propio partido…

- La diferencia entre el debate sobre la democracia que existe en Cuba y las ideas sobre la democracia que circulan en torno a Cuba es que cuando aquí hablamos de democracia no hablamos de un sistema de partidos altamente regulado que convoca elecciones cada cierto tiempo, sin más. La democracia, más allá de un sistema de partidos altamente regulado donde es muy difícil que alguien gane si no está compenetrado con ese sistema de partidos y donde el candidato que gana se va separando de la base que lo promovió, tiene que ver con la cultura socialista cubana.

Socialismo es la democracia de la ciudadanía, el interés reflejado de los ciudadanos en los problemas, los derechos reales de los ciudadanos a tener sus necesidades básicas resueltas y a poder reclamar las que no tienen resueltas. Reclamarlas no a través del medio indirecto de votar por alguien, sino a través de instituciones democráticas que, no sólo en el momento de las elecciones, sino constantemente, tengan que responderles. Esta es la función que tienen que tener el Poder Popular, los órganos de gobierno y el Partido.

Cuando Raúl Castro habla de democratizar el partido, de hacer que sea el partido más democrático, está refiriéndose a que las decisiones del Partido reflejen a sus bases. Estamos hablando de un Partido que tiene tres cuartos de millón de militantes. No es un partido chiquito, no se trata de una élite o de un grupito de privilegiados. Se trata de en qué medida las políticas y el funcionamiento del Partido reflejan los deseos de esos tres cuartos de millón de cubanos, que ni piensan igual ni pertenecen al mismo grupo social. La pluralidad de género, de colores de la piel, de regiones, de ocupaciones que hay en el Partido denota que es una institución política muy representativa de la población cubana. El hecho de que los estatutos del Partido y la Constitución digan que es el Partido de la Nación no es sólo una declaración, es algo que hay que hacer valer, y para ello el Partido tiene que representar, responder y reflejar realmente las inquietudes, los problemas y los intereses no necesariamente homogéneos de todos esos diferentes grupos.

Por otra parte, las elecciones nuestras tienen un elevado nivel de convocatoria, lo que quiere decir que la población cubana está altamente politizada, al contrario que en otros países, donde mucha gente no vota porque ha perdido totalmente la confianza en el sistema político. La democratización del proceso de candidaturas, el empoderamiento de las instituciones representativas –que realmente tengan poder de resolver problemas y de imponérsele a la burocracia, limitando el poder de la misma mediante la ley–, la presencia de los sindicatos, de las organizaciones de mujeres, de jóvenes, de campesinos en el proceso de las decisiones políticas, es lo que define nuestro sistema democrático. Y eso implica que la democracia no es sólo la democracia de elegir y ser elegido, o la de que los ciudadanos expresen sus intereses. También es la democracia de la escuela, la del centro de trabajo, la democracia del hogar, de la familia. La Ley del Código de la Familia es la plasmación –asumiendo que los mecanismos jurídicos no son la varita mágica que lo resuelva todo– de que necesitamos tener una legislación adecuada para todos los cambios que se están realizando y para todo ese sistema democrático. Pero necesitamos también que la sociedad civil cubana se apropie de la problemática de la democracia. La verticalidad o el autoritarismo no son sólo patrimonio de las instituciones políticas y del Estado: forman parte de la sociedad. La sociedad es vertical, es autoritaria en muchos de sus espacios. Lo es en la familia, en la escuela o en el centro de trabajo (el estatal y el no estatal).

Si el proceso de cambios no logra descentralizar el poder en los niveles locales –Raúl Castro lo ha dicho– las reformas no tendrán éxito. Descentralización, aplicación al sector no estatal de una legislación adecuada y suficiente, reducción del poder de la burocracia, refuerzo del papel de la ley… todo eso forma parte de este cambio modernizador y de democratización del sistema.

Y en cuanto al papel de los medios de comunicación… ¿necesitamos medios de comunicación privados? No. Lo que necesitamos es que los medios de comunicación no se comporten como medios gubernamentales, sino que se comporten como medios públicos. Los medios de comunicación pueden incluir en parte lo que dice el gobierno, pero deben además dar información independiente que recoja la opinión pública, devolver a la opinión pública su propia imagen e informarla no sólo con un discurso del gobierno. Tenemos periodistas capaces de ello, pero no se acaba de producir un cambio fundamental en este orden.

- En vuestra publicación «Temas» o en el Último Jueves, ¿habéis tratado las relaciones de género en la sociedad cubana?

- Muchas veces. De hecho hemos dedicado tres números monográficos de la revista a la cuestión de género. El número 80 se llama “Género en transición” y contiene trabajos no sólo de autoras cubanas. Dos terceras partes son autoras de África, de España, de Argentina, del Medio Oriente. ¿Cómo vamos a entender los problemas de género en Cuba si no vemos los problemas de género en otros países?

 

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