Vincenzo Basile - Capítulo Cubano / Cubainformación.- El hecho de que en Cuba se persigue la homosexualidad es una historia que ha sido repetida miles de veces en los últimos cincuenta años y por lo tanto se ha convertido en una caracteristica absoluta e incontestable de la realidad cubana.
A pesar de que Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX) y activista de los derechos para la diversidad sexual, haya llevado adelante una intensa campaña contra homofobia en la Isla, muchos medios internacionales siguen calificando a Cuba como un “país donde se persigue la homosexualidad” (1 - 2 - 3).
Claramente esos medios hacen un análisis incompleto al homogeneizar la supuesta represión de los homosexuales con un fenómeno completamente distinto: el machismo que carcateriza toda la cultura hispanoamericana y, quizás, el mundo entero. En ese sentido, por ejemplo, el pasado 14 de mayo, en Cuba se organizó una marcha contra la homofobia, presenciada por la misma Mariela Castro, algo que evidentemente choca con lo que los medios han repetido durante años.
Solo un día antes (el 13 de mayo) hubo otro acontecimiento relacionado con el tema de la homosexualidad, pero esta vez en Estados Unidos. Un pastor de Carolina del Norte, contestando las delcaraciones del Presidente Obama en apoyo a las uniones homosexuales, declaró abiertamente: Debería construirse un gran cerco, largo 100 o 150 kilómetros, y poner dentro a todas las lesbianas y los homosexuales. El cerco debería ser eléctrico para que nadie pueda salir. Y ya saben que en pocos años todos morirán porque no podrán reproducirse (aquí el video con las delcarciónes).
Una ves más queda claro el doble rasero y la doble moral con la cual los medios tratan las cuestiones cubanas. Hoy en día, Cuba sigue siendo calificada como “país que persigue la homosexualidad” por errores cometidos en los años sesenta, cuando el gobierno cubano creó las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (abiertas en 1965 y cerradas en 1968), campamentos agrícolas donde homosexuales y objetores de conciencia realizaban trabajos alternativos al servicio militar. Ese “error”, de solo tres años, y una inicial exclusión cultural de los homosexuales (algo que era común en todos los países del mundo, incluso los más “democráticos”) le han costado a Cuba una reputación que ha durado a lo largo de casi medio siglo y sigue durando a pesar de los evidentes avances en materia de homofobia en la Isla.
Mientras tanto, hoy en día, en pleno siglo XXI, un ciudadano (y guía espiritual) de Estados Unidos hace afirmaciónes al peor estilo nazi y ningún medio internacional se atreve a titular, en grandes letras: “Homofobia y fascismo en Estados Unidos”.
