Por Lázaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Desde hace más de un mes, el Presidente de los Estados Unidos le está enviando un mensaje a los Republicanos diciéndoles que tiene la pluma en sus manos, lista para firmar la prórroga de la rebaja de impuestos para los ciudadanos que ganan menos de 250,000 dólares en el año, pero que no está dispuesto a firmarla para los que tienen ingresos que sobrepasan esa enorme cantidad de dinero. Se calcula que los que ganan anualmente más de ese monto, no llegan ni al dos por ciento de la población. El resto, o sea el noventa y ocho por ciento, está por debajo. Por lo tanto, el Presidente quiere mantener la rebaja de impuestos para la clase media y para los más necesitados, pero se niega, por lo menos hasta el momento en que escribo este comentario, a hacer lo mismo con los millonarios.


Cuando Bill Clinton dejó la presidencia de este país, había un superávit de 230,000 millones de dólares, siendo este el mayor volumen en la historia de los Estados Unidos, y representando más o menos el 2.5 % del PIB nacional. En aquel entonces, la economía pasaba por uno de sus mejores momentos. Tan era así que se esperaba que para este año 2012 se hubiera podido cancelar la deuda pública del estado, pero, como decíamos en Cuba, una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero. El borrachín de George W. llegó a la Casa Blanca y pensó que lo mejor que se podía hacer con ese dinero era regalárselo a los millonarios por medio de una sustancial rebaja de impuestos. ¿Y qué sucedió con esa política de rebaja de impuestos? Pues muy sencillo: el superávit se esfumó, se perdió en las tinieblas y en el 2004 el déficit alcanzó la friolera de 413 mil millones de dólares o sea, el 3.6 por ciento del PIB. Es decir, que la primera economía del mundo fue de la opulencia al endeudamiento, y así siguió avanzando hasta el día de hoy, con las ya conocidas cifras deficitarias que van más allá de lo imaginable.

Las leyes que Bush firmó en el 2001 y 2003, que rebajaron los impuestos para todas las clases sociales, llegan a su final dentro de unos días, el 31 de diciembre. De no llegarse a un acuerdo entre ambos bandos --Demócratas y Republicanos-- el primero de enero volverían los impuestos al mismo nivel que estaban en la época de Bill Clinton. Por lo tanto, los más ricos, la clase media y los pobres se verían afectados por el aumento de los mismos. Los economistas afirman que de suceder lo anterior, el país correrá el riesgo de volver a caer en una nueva recesión económica. Es por eso que le han impuesto el pomposo nombre de "precipicio fiscal" a lo que se avecina.

La única forma de evitar la catástrofe económica sería que llegaran a un acuerdo, pero las posiciones son tan diferentes, que no han podido llegar al mismo tras semanas y semanas de negociación.

Existe la posibilidad de que el Presidente se abroche los pantalones y envíe una ley al Congreso en la que se apruebe una rebaja de impuestos solo a los que ganan menos de los llamados doscientos cincuenta mil dólares anuales. No se sabe si Obama lo haría, pero si lo llegara a hacer, sería muy difícil que esta ley no fuera aprobada.

Lo que es increíble es que un partido que hace solo unos días perdió en las elecciones para la presidencia, que perdió numerosos escaños, tanto en el Senado, como en la Cámara de Representantes, pueda mantener en vilo una legislación tan importante como la que está en juego. Al mantener la mayoría en la Cámara, los Republicanos pueden darse el lujo de entorpecer la labor del Presidente, pero como los Demócratas controlan el Senado por una amplia mayoría, poco pueden hacer para implementar leyes que Obama no quiera que se pasen.

Creo que, en definitiva, a algún acuerdo tendrán que llegar ambos bandos antes de que termine el año. Por lo menos en algo ya han cedido y es que, en estos momentos, ya a Obama se le empezaron a aflojar las piernas y aceptaría que, en vez de 250 mil, pudiera ser 400 mil el tope, y por su parte, los Republicanos están aceptando que los que ganan más de un millón de dólares paguen más. No creo que la sangre vaya a llegar al río. De una u otra forma la pararan antes. No me parece que sean tan irresponsables y no lleguen a un acuerdo que evite que este país caiga en ese precipicio fiscal que tanto se pronostica.

*Lázaro Fariñas periodista cubano residente en EE.UU.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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