Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- No recuerdo una época en mis muchísimos años de activismo social, donde grandes hombres de negocio la hayan emprendido en contra de la sociedad, con manifestaciones públicas peyorativas.
Últimamente eso parece estar poniéndose de moda dentro de ciertos sectores billonarios. Hace unos días mencionábamos a Tom Perkins, inversionista prominente, quien acusaba de nazi a las personas que critican al 1% por percibir la mayoría de los ingresos producidos en la sociedad. Debemos señalar que el 95% de las ganancias por ingresos reportados en Estados Unidos de Norteamérica desde el año 2009 a la fecha, terminaron en el bolsillo del 1%.
También es importante destacar que en 1990 ese porcentaje era de un 45% aproximadamente, en el 2000 había aumentado al 60% y en la actualidad, como acabamos de mencionar, asciende al 95%.
Las cifras son variadas y tienen diversos enfoques pero todas demuestran que definitivamente hay una anomalía en el funcionamiento de la economía que, como han alertado miles de analistas, no es sano y ocasionará problemas sociales si no se resuelve a tiempo.
Si fuese verdad que la sociedad cada día participa más de los beneficios de la masiva producción existentes, entonces no tendríamos tanto de qué preocuparnos. Pero la realidad no es esa, aunque el espejismo de determinadas maneras de vida, que posee un porcentaje clasificado entre el 70 y el 80 por ciento, lo presenta como un cuadro de progreso. Ese conglomerado no es pobre pero vive en una marginalidad impuesta por las inseguridades del sistema, situación que no sufre el 1%.
En términos de satisfacciones inmediatas es cierto que un obrero de mediana calificación tiene acceso a recursos materiales que no eran imaginables para un miembro de la realeza en la época de Luis XVI o del emperador Napoleón Bonaparte. Pero el estadio que se vivió en la época de la consolidación del liberalismo, donde los trabajadores, técnicos, profesionales, científico y granjeros, tenían tiempo para adaptarse a sus ingresos y disfrutar de relativa estabilidad, con mayores opulencias unos y mucha modestia otros, ha desaparecido.
La bandera insignia de los capitalista que es la llamada clase media, cada día se golpea más, desaparece y vuelve a renacer pero maltrecha y minusválida. Y esto sucede simplemente porque su existencia responde a mecanismos falsos.
Hace poco leí un artículo diciendo que Marx había sido genial para predecir en su tiempo, que el capitalismo terminaría destruyendo a la clase media de la cual se ufanaba por ser uno de sus grandes aportes. El comentarista agregaba: “en lo único que se equivocó Marx es en la llegada del comunismo”.
Ambas cosas han sido probadas aunque algunos todavía esperan el Almagedón.
En realidad el problema estriba en que el liberalismo se agotó hace más de medio siglo y la falsa visión de la revolución vista como un trabajo de “albañilería social”, construyendo “socialismo” y “fabricando” el comunismo, no permitió emprender con seriedad la obra de reordenar el Estado.
El comunismo como acto de fe es respetable, pero alterar determinados mecanismos económicos espontáneos, con el pretexto real o imaginario de que así podrá lograrse, ha probado que no es prudente y mucho menos de sabios.
El neoliberalismo nunca debió existir, es una caricatura del liberalismo y ya sabemos que las segundas partes nunca son buenas. Tampoco el desbordamiento de pasiones que desaprovechó las libertades creadas por la revolución liberal fue la solución. En su lugar, pudo haber nacido una revolución socialista basada en fundamentos reales pero lamentablemente optamos por las ideas de la Rusia bolchevique y otros concibieron los Estados de Bienestar europeos.
Por supuesto, sabemos que en la vida, esas son aguas pasadas y en la historia, accidentes necesarios de los aprendizajes complejos.
En la actualidad, la tensión se hace tan obvia que los representantes del uno por ciento pretenden declarase víctimas.
Tom Perkins es uno de ellos, pero el billonario Wilbur Ross comentó en la revista Bussines Week esta semana, que “el 1 por ciento ha sido escogido por razones políticas y que los pobres lo que deben hacer es estudiar para salir del 99 por ciento”. Sin duda un comentario discriminatorio cargado de cinismo, que considera pobres al 99 por ciento, lo cual no es cierto, aunque no por eso los libra de otros males que, la economía administrada al modo de Ross, están generando.
Otro millonario, Sam Zell, comentó en Bloomberg TV que “el 1 por ciento está siendo golpeado porque es políticamente conveniente y los pobres son incapaces de trabajar tan duro como los ricos, consumiéndose en sus envidias”.
No hay dudas que estamos viviendo momentos de confrontación, donde los billonarios, es decir, el 1% asume el papel de aquellos proletarios explotados del siglo XIX, quienes alentados por teorías que han resultado realidad, malinterpretaron sus fundamentos y pretendieron forzar con sus acciones la rueda del tiempo.
Lo bueno es que con declaraciones como esas, están convirtiendo a ese 99 por ciento en precursor de profundas reformas que, por la solidez social de sus orígenes y su magnitud, podría permitirle realizar transformaciones puntuales y ponderadas, con relativa calma y mínimas confrontaciones y sobre todo con mucha posibilidad de éxito.
Por ese camino anda Latinoamérica y no hay porqué dudar que el raciocinio pueda crear con el tiempo, condiciones similares dentro de los países europeos y de Estados Unidos de Norteamérica.
Así lo veo y así lo digo.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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