Sin entender que otras regiones también son hijas de sus circunstancias, creencias y conocimientos, han hecho caso omiso de la experiencia propia que los elevó a potencia, asaltando el orden mundial, desvirtuándolo de sus realidades y creando zonas de conflicto.
Por primera vez en muchas décadas, un Presidente estadounidense ha logrado asumir una política guerrera de baja intensidad.
Incluso uno de sus más criticadas conductas, fue no intervenir militarmente en el conflicto sirio que pretendía derrocar al Presidente Assad.
Hoy esa decisión de no enviar tropas estadounidenses y no ser parte de una nueva guerra, cobra gran importancia. Fuerzas musulmanas, irritadas por intervenciones que han pervertido un orden milenario que evoluciona a su propio ritmo, son enemigas del Presidente sirio, el mismo que muchos halcones de Washington querían derrocar. Dichas fuerzas, de origen musulmán, han declarado un estado islámico, consideran a Washington su enemigo y han agregado nuevos condimentos a una historia que parece no terminar nunca.
La actual situación de Medio Oriente convierte de facto a Siria en un aliado de Estados Unidos.
Sin asumir que los sucesos actuales y sus correspondientes correlaciones de fuerza pudieran llegar a ser elementos definitorios del futuro, no es apresurado decir que por primera vez hay un pensamiento en la Casa Blanca que tiene dudas del destino manifiesto que tanto daño ha causado hasta hoy.
Juzgar a Estados Unidos de Norteamérica con prejuicios ideológicos, es asumir las mismas posiciones de los conglomerados sociales estadounidenses, que no han rebasado la época del aislamiento.
Entre otras cosas porque nos lleva a desconocer las sabias actuaciones que desde el Poder, aun con todas sus grandes limitaciones, realizan personalidades como el Presidente Obama y otros legisladores, juristas y líderes partidistas.
Quienes se dicen de izquierda, excepto que sean puros oportunistas, deben reflejar las realidades universales de Estados Unidos de Norteamérica y no llevarse por leyendas, chismes y noticias de la prensa amarilla, magnificando a grupos intolerantes que, por su insignificancia, no reflejan el sentir y devenir de su pueblo.
El pensamiento estadounidense evoluciona con lentitud, a una velocidad similar al pensamiento socialista universal y sus organismos de inteligencia y todos sus centros represivos, no son los creadores de todos los acontecimientos, ni tampoco sus obstáculos y por consiguiente son incapaces de detener ese proceso.
El maniqueísmo de explicar el mundo como una obra diabólica de la CIA, desconoce la inteligencia popular y la brillantez humana para hallar nuevas y mejores soluciones.
Las mejores gestiones de ese organismo han resultado siempre en fracaso y el más reciente son Irak y el conflicto de la Franja de Gaza.
Así lo veo y así lo digo.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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