Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Es difícil asumir una posición absoluta en relación al Estado de Israel.

La religión cristiana nacida como desprendimiento de la judía, siempre tuvo tendencia a la universalidad y la inclusión. Ni siquiera las persecuciones sufridas dejaron huellas permanentes en sus comunidades.


Los practicantes de la religión cristiana, nacida precisamente en el mismo territorio donde se congregaron las tribus originarias de ambas creencias, nunca se identificaron con un territorio. Ni siquiera su Mesías, estimado por los creyentes como el Hijo de Dios, predicó la pertenencia a una región determinada.

Estos aspectos no hacen a los cristianos o judíos superiores el uno del otro pero grabó, en la tradición de estos últimos, cierto sentido de pertenecer a un territorio ajeno de aquel en que vivían, tanto ellos como sus descendientes o conversos.

Esa conducta, la cual no niega el amor y respeto por los vecinos y las tradiciones donde han habitado sus creyentes, en mi consideración, crearon la base para las descalificaciones de que fueron objeto y que, en gran medida, no ha sido superada por la memoria histórica de esa congregación religiosa. Quizás en la esencia más entrañable de sus convicciones, se han considerado pertenecientes a otro territorio.

La creencia religiosa de los judíos está tan vinculada a una geografía, que la palabra “Tierra Prometida” ha gravitado en ellos como el gran centro de su universo.

En esa región han vivido comunidades religiosas judías durante siglos, así como cristianas aunque la musulmana siempre ha sido mayoritaria. A lo largo de la historia se han excluido entre ellas. Exclusión que permanece aunque orientada con mayor énfasis en contra de los judíos. La menos excluyente en la actualidad es la cristiana y sin embargo, durante su dominio absoluto en Europa, su intransigencia, absolutismo y totalitarismo en el ejercicio del poder fue tenazmente persecutora de los judíos y en menor escala de los musulmanes. Este proceso histórico intransigente, pienso que ha gravitado sobre el pensamiento judío y es otro de los factores por el cual se consideran extranjeros, aun en las tierras donde han nacido.

En el Siglo XIX hubo el primer éxodo masivo judío hacia esa región de la añoranza, bajo el dominio entonces del Imperio Otomano.

La primera aliyá, como se le conoce en hebreo a la emigración masiva, ocurrió en 1881, alentada en parte por las prédicas del periodista Moses Hess y por la situación económica y política de ese grupo religioso, principalmente en Rusia y Yemen.

Moses Hess era un alemán graduado de filosofía, periodista, socialista, colaborador de La Gazeta Renana y amigo personal de Kart Marx y Federico Engels.

A las creencias que vinculan el judaísmo con la “Tierra Prometida”, en este caso con la región conocida como Palestina, se agregaron las concepciones políticas nacidas en Europa en el Siglo XIX sobre los Estados – Nación y las primeras concepciones nacionalistas. Ambas cosas, junto a las calamidades sufridas por las persecuciones y las malas épocas de algunas regiones que reunía a grupos significativos de estos, contribuyeron a exacerbar el ánimo para emigrar a Medio Oriente, magnificando aún más ese concepto de la Tierra Prometida.

Recordemos que un elemento esencial de la creencia de los judíos es que al menos una vez en la vida ese sitio sagrado debe ser visitado para cumplir cabalmente con sus preceptos religiosos.

El gran error de la creación del Estado de Israel no está fundado en la creación en sí de un Estado en esa región tantas veces dividida en el transcurso de su historia, sino habérselo entregado a un grupo religioso, lo cual contradecía concepciones ya superadas por los cambios estructurales ocurridos en Europa en el Siglo XIX.

Theodor Herzl sostenía que los judíos representaban un nacionalismo, como los alemanes y los italianos, los polacos y otras nacionalidades. La identificación de un sentir religioso muy arraigado en las creencias de un grupo con poder de convocatoria, devoción militante por su iglesia y su Dios, facilitó confundir el sentir de una congregación que, en muchas instancias, requerían de un lugar mejor para vivir, especialmente los de origen campesino. A esto se sumó el carácter laicista dado por Herzl a sus enfoques, identificando esas creencias y conductas con el sentimiento nacionalista de la época que dio vida al nacimiento de nuevas naciones.

Esas ideas movieron pasiones y creó tendencias. Y aunque fundamentalmente afectó a los creyentes y practicantes del judaísmo, se formó un movimiento que atrajo otros ánimos, apoyando el derecho de esta comunidad a vivir en su propia tierra. Sin embargo, también alimentó los sentimientos antisemitas existentes, a quienes la idea de que los judíos abandonaran Europa, les resultaba una “agradable”.

Los requerimientos para que los judíos formasen una nación eran concomitantes de una época, donde la definición de fronteras constituyó la solución del nuevo orden socio – político que surgía.

La existencia de un movimiento antisemita europeo que oscilaba entre el desprecio, la discriminación y criterios raciales infundados, alimentaban ese requerimiento. Al final de la Segunda Guerra Mundial pocos tuvieron la visión de que aquella no era una solución realista. Las grandes potencias deben haberlo sabido, pero intereses de poder los convirtieron en adalides de la idea. Tal fue el caso seguramente de la URSS y de Estados Unidos de Norteamérica.

El concepto de Tierra Prometida creaba las posibilidades para que el grupo religioso aceptase y desease dicha solución.

Terminada la Guerra, luego de las barbaridades cometidas por los nazis, particularmente en contra de los practicantes de esta religión, en el ambiente de odio y rencilla existente, para los dirigentes políticos del momento, alejar a los judíos de la desbastada área en conflicto, significaba quitarse un gran peso de encima.

Las probabilidades estaban dadas por la existencia de territorios administrados por Gran Bretaña, ubicados precisamente en la región identificada por los judíos como el lugar espiritual originario de su religión.

La creación del Estado de Israel se produce en el instante histórico perfecto donde la necesidad, la posibilidad y la probabilidad, confluyen con absoluta claridad.

Dentro de aquellas tendencias la creación de un Hogar Judío, un sitio donde refugiarse, dadas las condiciones especiales del grupo, era casi inevitable. En cambio, la creación de un Estado bajo el Poder de un grupo religioso, aun cuando su constitución no se definiera como teocrática, significaba una gran falta.

La creación de un Estado en esa región de Medio Oriente, donde los judíos, entre otras etnias y creencias pudieran hallar albergue, era una necesidad del momento y las condiciones para este otro tipo de Estado, eran más fuertes que las existentes para la creación de uno que fuese adjudicado con exclusividad a un grupo religioso.

Erraron los árabes al no aceptar la creación de otro Estado árabe en ese momento, erró la religión judía al no aceptar un Estado de amplia base con todos los habitantes de la región, erró al aceptar los planteamientos del sionismo, cuyos intereses iban más allá de disponer de un Hogar Universal para los seguidores de Moisés y erraron las potencias al no prever los enormes problemas internacionales que aquella descabellada idea produciría necesariamente en el tiempo.

Hay más. Demasiado para un solo artículo pero el tema y las realidades del momento requieren desentrañar, aunque sea someramente, con faltas y aciertos, cómo hemos llegado a las tragedias de hoy. Tragedia que afecta a todos los países del Planeta y que cubre de luto a judíos, musulmanes, cristianos y otras religiones y creencias en esa área.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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