Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- A principios de este año, se hizo público El 1% más rico tendrá más que el resto de la población mundial en 2016 —quizás sea difícil encontrar un título más representativo del tema que me ocupa— y la inscripción “La desigualdad extrema no es solo moralmente condenable sino que, también, mina el crecimiento económico y, por tanto, supone una amenaza para la actividad empresarial”. En su contenido, aparecen datos espeluznantes que, por lo menos, han de conducirnos a la reflexión sobre qué tipo de sistema socio-económico necesitamos los terrícolas. 


Así, encontramos que no solo se “ha advertido de que el aumento descontrolado de la desigualdad está lastrando la lucha contra la pobreza a nivel mundial” sino que además al “día de hoy, una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes para comer y más de mil millones de personas aún viven con menos de 1,25 dólares al día” —las negritas son del editor; y ojo: apenas con estadísticas de las personas registradas a escala universal.

También —sin pasar por alto que esa cantidad de dólares constituye el presupuesto con el que esas personas tienen que pagar alimentos, salud, educación, vivienda… y hasta ¿ahorrar? para el momento de sus funerales—, aparece un interesante razonamiento, a saber:

“El informe de Oxfam [la entidad responsable de la información que comparto con usted en estos primeros párrafos] es solo la última de las evidencias que muestran cómo la desigualdad ha alcanzado extremos preocupantes y continúa aumentando. Es hora de que los líderes mundiales en esta era del capitalismo moderno trabajen junto a todos los Gobiernos para cambiar el sistema y hacerlo más inclusivo, equitativo y sostenible”. 

Igualmente, que el pasado año, durante el Foro Económico Mundial de Dávos, Oxfam denunció que las 85 personas más ricas del mundo poseían la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.500 millones de personas. Esta cifra es ahora de tan solo 80 personas; una disminución impresionante si tenemos en cuenta que en 2010 eran 388 personas las que concentraban la misma riqueza que la mitad más pobre. En términos netos, la fortuna de las 80 personas más ricas se ha duplicado entre 2009 y 2014.

Llegado a este punto, le advierto a mis lectores/as que Oxfam tiene su modo de luchar contra la pobreza. Observe usted qué exhibe en sus quehaceres:

“Cuando la gente tiene el poder de reclamar sus derechos, puede escapar de la pobreza de manera permanente [¿dónde; cómo?]. Esta creencia de base es la que sustenta nuestros programas de desarrollo en más de 90 países. Trabajamos para que la gente pueda reclamar sus derechos y sea completamente autónoma a través de nuestros socios y las comunidades locales”.

Asimismo, que “Es fundamental movilizar fondos nacionales e internacionales adicionales para reducir la pobreza e impulsar el desarrollo sostenible. Trabajamos para garantizar el acceso de la población más pobre a servicios básicos como la salud y la educación” —¡y ni una palabra de cambiar esencialmente el sistema responsable de tantas calamidades!

Si al examen que estoy presentando le sumo el rótulo La OCDE alerta del lastre de la desigualdad para el crecimiento económico que anota que la mayor diferencia en 30 años es la que existe actualmente si se tiene en cuenta que en un número representativo de naciones el 10% de la población más rica gana hoy 9,6 veces lo que obtiene el 10% menos favorecido —ese mismo indicador era de 7 a 1 en los años ochenta, de 8 a 1 en los noventa y de 9 a 1 en la década pasada—; entonces se comprenderá mejor el porqué el asunto que he traído a colación escapa a cualquier juicio superficial.

Entretanto, recuerdo que en mi trabajo Orígenes de la crisis integral del capitalismo resalté que la actual crisis integral de esa formación económico-social es resultado de su propia evolución que —en última instancia— privilegia a la propiedad privada y al mercado, aupando las ganancias que generan las mercancías aunque vaya en detrimento del valor de uso de la producción y los servicios; sin descartar que el reinado del Capital ha conllevado a que el período de bonanza se evapore antes de llegar al clímax, a causa de la contradicción existente entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación.

También, que signifiqué que para contrarrestar el movimiento contestatario del proletariado la burguesía se vio obligada a ceder en la cuota de ganancia y se esforzó en darle algunas migajas a las masas populares (sobre todo en el Norte desarrollado, se hicieron común servicios de salud y educación gratuitos, jornadas laborales de menos de ocho horas, subsidios por desempleo…); al paso que me apoyé en Carlos Marx para subrayar que la producción capitalista solo momentáneamente consiente una prosperidad relativa de la clase trabajadora, prosperidad que es siempre, por otra parte, un pájaro agorero de tormenta.

Ahora, como complemento, pregunto y esbozo una respuesta: ¿Hasta cuándo la tormenta estará entristeciendo a las grandes mayorías de habitantes del planeta Tierra? Sin dudas, para una aproximación es pertinente pensar creadora y circunstancialmente en las enseñas de Vladímir Lenin sobre la Situación revolucionaria. Grosso modo, abundo.

Para sobrepasar la tormenta en cuestión, primero tendremos que asistir a la imposibilidad de las clases dominantes de mantenerse inmutable de cara a una agravación, superior a la habitual, de la miseria y las penalidades de las clases oprimidas; al tiempo que haya una intensificación considerable, por las razones antes indicadas, de la actividad de las masas, que en tiempos “pacíficos” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por la situación de crisis en conjunto como por las “alturas” mismas, a una acción histórica independiente.

En tal escenario, resulta indispensable la capacidad de la clase revolucionaria para llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo bastante fuerte como para destruir (o quebrantar) al viejo gobierno, que jamás “caerá”, ni siquiera en las épocas de crisis, si no se lo “hace caer”. Es decir, tendrá que edificarse una vanguardia ideo-política apta para revelar/enfatizar en las masas la existencia de una situación revolucionaria; para explicar su amplitud y su profundidad; para  despertar la conciencia y la decisión de los desposeídos/as en el sentido de pasar a las acciones revolucionarias con una organización que respondan a la situación de marras y sirvan para trabajar en esa dirección —siempre, a tono con el contexto específico de cada lugar de combate contra los explotadores.

En este minuto, pues, tengo la más absoluta convicción de que la pobreza a galope está llegando a su punto límite; que parece tocar a su final las reformas/buenas intenciones en el marco del Capitalismo; y que tantas desgracias solamente cesarán cuando los más desfavorecidos se dispongan a edificar una sociedad donde la propiedad privada NO obre a su antojo, so pena de tributar a la extinción de la Humanidad. 

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