Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- En pregunté: ¿Hasta qué punto es defendible que el Capitalismo es el único sistema económico que ofrece libertad, oportunidad y un alza en los estándares de vida al mayor número de ciudadanos/nos? ¿Será acaso aceptable, simple y llanamente, que el Socialismo ha fallado en satisfacer las demandas del pueblo al que servir o que lo haya dejado abandonado, si el ángulo de mira es la Cuba que sigue soportando un Bloqueo sin par en la Historia de país alguno —al margen de señalamientos y decisiones adoptadas en el 7mo. Congreso de su Partido dirigente?

 


Antes de formular esas interrogantes, por un lado tomé como basamento a fuentes poco dudosa de componenda con adversarios de la esencia del Capitalismo (reino de la propiedad privada en una sociedad que privilegia el consumo desmedido para quien tenga capacidad adquisitiva y pueda engrosar las ganancias de la burguesía, a contrapelo del aumento de calamidades); y traje a colación datos que evidencian cómo en general anda a galope la tragedia en el marco de ese sistema socio-económico e ideo-político, presupuesto que imposibilita prácticamente que las grandes mayorías de las personas en tales escenarios puedan disfrutar de la máxima de José de la Luz y Caballero según la cual la justicia es el sol del mundo moral. De ello me había hecho eco en Ética, un puente hacia la civilización, hace siete años.

No obstante, por otra parte en aquel trabajo también aludí a las pocas excepciones de martirio donde predomina el Capital, como es el caso de Suecia, país europeo que exhibe un nivel de bienestar social para contrarrestar el movimiento contestatario del proletariado; es la razón por la cual la burguesía se vio obligada a ceder en la cuota de ganancia y se esforzó en darle algunas migajas a las masas populares. Por ejemplo, se hizo común servicios de salud y educación gratuitos, subsidios por desempleo... Todo, posterior a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) para competir con la enhorabuena organizada por Moscú —destaqué en Septiembre de 2009.

Pero allí no se detiene el tema. Al darle continuidad advierto que por estos días trascendió que en Suecia se está implantando la jornada laboral de seis horas porque la “de ocho horas no es tan eficaz como uno podría pensar”, de acuerdo con una empresa particular que “ha eliminado algunas reuniones semanales estándar para optimizar el tiempo” y considera que “ahora es más fácil centrarse más intensamente en el trabajo que hay que hacer y aun así tener energía al salir de la oficina”.

Así, obviamente, la vida del trabajador/a es más llevadera y con poco margen para plantearse el tránsito a un ¿supuesto? modo de producción superior. Al respecto, recuerdo que a cursistas que trabajaban en turismo en mi Camagüey en los primeros años del Período Especial en Cuba le preguntaba con el ánimo de no ver los eventos sociales en blanco y negro: ¿Cómo explicarle a un vacacionista procedente de Europa o Canadá que el sistema de la Mayor de las Antillas es mejor, si nosotros no tenemos manera de hacer lo mismo en sus naciones, amén del respaldo que esas personas por lo general tienen en Educación, Salud…?

Llegado aquí, se impone un paréntesis: que hasta el destacado economista inglés John M. Keynes se sintió atraído por las profundas y nuevas transformaciones que se realizaban en la Unión Soviética en la década del 30 de la pasada centuria, al extremo de llegar a exponer:

“Los soviéticos están ocupados en el vasto empeño administrativo de hacer que funcionen de forma tranquila y exitosa, sobre un territorio tan extenso que ocupa una sexta parte de la superficie de la Tierra, toda una nueva serie de instituciones sociales y económicas. Los procedimientos siguen variando rápidamente para ajustarse a las nuevas experiencias. Estamos asistiendo al mayor grado de experimentalismo y empirismo jamás intentado por unos administradores desinteresados” —Ver: Keynes, John. Alocución sobre el libro Soviet Communism. En: Ralph Raico. Keynes y los rojos. www.liberalismo.org.

DE este modo, es notable cómo el Capitalismo bebió del Socialismo para contentar al proletariado generador de plusvalía, de las riquezas que nutren a la burguesía; al paso que se revela la puesta en práctica del estado de bienestar social últimamente sustituido por el Neoliberalismo.

A pesar de lo que acabo de examinar, pienso que es válido meditar acerca de qué debemos aprender del sistema fundamentalmente opuesto al nuestro.

Considero que —sin perder de vista la necesidad de preservar y perfeccionar los servicios sociales a la población cubana en Educación, Salud, Cultura, Deportes y la Seguridad Social, velando por mejorar sostenidamente su calidad, como acaba de ser reconocido por nuestro Partido dirigente—,  justo en el momento que las condiciones lo permitan debemos disfrutar de una jornada laboral inferior en su extensión con vistas a una mejor realización de los proyectos personales de existencia, y más: aprovechar toda forma de organizar la producción y los servicios en aquellas latitudes que brillan por su eficiencia. Por ejemplo, sería un mayúsculo disparate desaprovechar las ventajas que ofrece un óptimo uso de Internet y sus derivados.

Escapó a la casualidad que un par de años atrás en Cuba: ¿aprende del Capitalismo? sostuviera/sostengo que apuesto a las ventajas que nos proporciona el intercambio de opiniones, incluso entre personas cuyas ideas sean antagónicas. Apoyo que debemos tener en cuenta aquella porción de verdad que acompañe a nuestros enemigos, sean del patio o allende el mar. Lo útil a la Revolución Cubana no tiene espacio fijo de procedencia.

(Lo que expresé en el párrafo anterior, nada tiene que ver con eso que llaman “capitalismo salvaje”. Ni más ni menos que en elnuevoherald.com uno de sus redactores escribió este 20 de Mayo: “Yo preferiría apostarle al buen gobierno, el que nos protege de forma firme y eficiente”).

Es en este orden de análisis que comprendo mejor la parte de certeza presente en la Teoría de la convergencia. Una vez conformado el mundo bipolar (suerte de equilibrio entre los sistemas de marras) después de finalizada la última conflagración mundial, entendidos del asunto “Encontraban que en Occidente se adoptaban principios de planificación estatal y se aplicaban políticas de interferencia del mercado y de bienestar social en tanto que en el bloque oriental se harían concesiones a la economía de mercado y se abrirían espacios para la elección de los consumidores” —un acomodo puntual a los intereses de las masas de ambas latitudes.

Entonces, resulta innegable el desapego Capitalismo–Socialismo y, al mismo tiempo, cómo se produce y tendrá lugar cada vez más una aproximación entre estas formaciones económico-sociales como reflejo de la necesidad de que las desgracias del primero de esos sistemas, incluyendo el predominio de la propiedad privada, descubra contrapartida en el segundo; al paso que el último se debe nutrir de las virtudes del otro —siempre que ello sea por la armonía, equidad y felicidad en el género humano. Solo así deberíamos exclamar: ¡Bienvenida la convergencia entre esos proyectos de vida!

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