Wilkie Delgado Correa* - Cubainformación.- «Allí se extendía la gran ciudad de La Habana, a lo largo de la costa» Y Cuba pasó a denominarse la Isla de la Libertad, y Fidel entró en caravana a la ciudad de La Habana el 8 de enero de 1959.
En esta ocasión es válido reiterar y renovar ideas que reflejen de alguna manera la realidad de una historia que, con sus fuentes en el pasado, tiene como estadios y rumbos certeros el presente y el futuro.
Una mirada a
El 5 de febrero de 1851 una novelista sueca describía sus impresiones al arribar al puerto de
Su sensibilidad captaba las olas que se levantaban y rompían furiosamente contra el saliente cabo donde la fortaleza de El Morro se levanta con sus muros y torres y defiende la angosta entrada al puerto.
Allí se extendía la gran ciudad de
Botecitos medio cubiertos, movidos a remos por hombres, rodeaban el barco, para llevar a los pasajeros a tierra.
Ya en el hotel, propiedad de un americano, la novelista se enteró de la presencia de la cantante sueca Jenny Lind, y pronto se encontrarían e intercambiarían amistosamente, algo que se prolongó durante dos días, que incluyeron también paseos en coche por los alrededores de
En el transcurso de los días, sus experiencias continúan. Y refiere que en el hotel pagaba 5 dólares. Incursionaba en la plaza de Armas, donde el gobernador, el intendente y el almirante, los tres grandes dignatarios de la isla, tenían sus palacios, los cuales ocupaban tres lados de la plaza. El cuarto lado lo constituía un cercado plantado de árboles, y detrás un busto de Colón y una capilla. Describe en detalles a la plaza y señala la existencia de gran cantidad de bancos de mármol blanco, en los cuales se sientan las personas a la sombra de las palmeras. También en su recorrido estuvo en una terraza alta o explanada, llamada «
En las noches es posible contemplar la luz del Morro, o sea la del faro del Morro, que se extiende y brilla como una estrella deslumbrante, fija con luz clarísima sobre el mar y la ciudad. Además, la visitante es prolija en señalar personajes de los estratos de la sociedad habanera y apuntar detalles sobre algunas de las costumbres de entonces. Una descripción especial versa sobre su asistencia a misa en la catedral, en que se funden todos los elementos humanos, físicos y de culto del entorno eclesiástico. Resalta las múltiples relaciones sociales con residentes extranjeros de distintas nacionalidades, que acogieron con calidez a la novelista y pintora sueca.
También relata su estancia durante días en una residencia campestre, en el pueblecito o villa del Cerro, que estima situado a un par de millas de
Después de su retorno a
Cuenta sobre la conservación del agua en vasijas de barro para mantener fresca el agua de beber. Y apunta que sólo en los grandes hoteles de
En relación con Guanabacoa, afirma que el pequeño pueblecito le recuerda una miniatura de
Durante sus últimos días en
Sus juicios sobre Cuba son encomiásticos en extremo, ya que señala que es la patria de la belleza, y se sorprende que todavía sea tan poco conocida. Los naturalistas, los arquitectos, los pintores y los poetas deberían venir aquí, en busca de nuevos conocimientos y de nueva inspiración.
Y no falta su mirada esclarecida y escrutadora que le permiten ofrecer su testimonio sobre los males de la administración española en la isla, con sus monopolios, injusticias y robos cometidos en todas partes, a partir de escuchar historias casi increíbles. Y como colofón señala que sigue habiendo trata de esclavos, aunque ocultamente. La administración lo sabe, pero recibe treinta o cincuenta pesos por cada esclavo que es traído de África, cierra los ojos ante el tráfico y hasta lo favorece, según se decía. Y concluye con esta afirmación contundente: «¡Ay, que este paraíso terrestre haya de estar siempre envenenado por la vieja serpiente!» «El 22 de abril diré adiós a esta Cuba tan bella, aunque mordida por la serpiente»
Sobre la rebelión de los esclavos afirma que esos negros fugitivos viven en esas montañas y se han hecho tan fuertes en sus innumerables grutas y cuevas, que nadie se atreve a perseguirlos. Se han construido viviendas, se han conseguido armas de fuego, y se dice que, en un tiempo, eran tan.numerosos –al parecer, varios miles- como para infundir temor a los españoles. Estos esclavos rebelados prefieren morir allá, libres entre las montañas libres y duras, antes que vivir entre los hombres, aún más duros.
Y en su diálogo epistolar con su hermana, resultan reveladoras estas ideas: «Pero -me dirás- ¿y los esclavos, la esclavitud en torno a ese Edén?». Sí, lo sé. La esclavitud desaparecerá y las cadenas de los esclavos caerán; más la bondad de Dios y su gloria serán eternas. Viví aquí esta visión. El esclavo lo hará también un día.»
¡Después de este vaticinio, sólo debieron transcurrir 17 años para que la liberación por la fuerza de los esclavos se hiciera realidad con el levantamiento libertario de Carlos Manuel de Céspedes, ocurrido el 10 de octubre de 1868 en su ingenio
Este sólo es un testimonio mínimo de la novelista sueca Fredrika Bremen (1801-1865), quien al concluir su periplo por
Esa libertad se hizo realidad a puros empujones, arremetidas y combates sucesivos de guerras que duraron muchos años, hasta que un día, en tiempos mejores y presentes, Cuba pasó a denominarse
*Doctor en Ciencias Médicas, Doctor Honoris Causa, Profesor Titular, Consultante y Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.