Artur González / Heraldo Cubano.- La obsesión enfermiza que manifiesta el gobierno de los Estados Unidos contra la revolución cubana, no la entienden muchos fuera de Cuba, pero la realidad es que en 1959 sintieron profundamente la pérdida de su más preciada neo colonia en el hemisferio occidental, algo similar a lo que sufrió España a inicios del siglo XX.
Al firmar el Tratado de París con España, Estados Unidos se apoderó de la Isla y de su economía, impuso sus leyes y normas que le permitieron hacer lo que les venía en ganas, incluso colocar en la presidencia de la república a aquellos políticos que garantizaron sus intereses más importantes.
En este sentido, el más lacayo fue Fulgencio Batista Zaldívar, quien a pesar de sus crímenes jamás fue sancionado ni reprimido, porque cumplió al pie de la letra con todas las indicaciones recibidas desde Washington.
En plena cacería de brujas desatada en Estados Unidos contra todo lo que pareciera ser comunismo, Batista recibió indicaciones de hacer lo mismo en la Isla y creó una organización anticomunista secreta, dirigida contra las organizaciones revolucionarias y el movimiento obrero, conocida como Movimiento de Integración Democrática Americana (MIDA).
Documentos desclasificados indican que la CIA aportó significativos fondos financieros para sostener la labor subversiva de la misma, entre las que estaba el reclutamiento de personas en diferentes sectores sociales, que informaban sobre posibles comunistas o personas que colaboraran con ellos.
El MIDA era dirigido por el ministro batistiano Ernesto de la Fe y en su nómina tenía matones a sueldo de los gobiernos de Carlos Prío, Batista, incluso del tirano dominicano Rafael Leónidas Trujillo, como Rafael Soler Puig, alias El Muerto, asesino del dirigente portuario cubano Aracelio Iglesias y del exiliado dominicano Manuel (Pipí) Hernández Santana.
La CIA afirma que, a mediados de los años 50 del siglo XX su Estación en La Habana dirigía siete proyectos de contrainteligencia, la mayoría dirigidos contra el Partido Socialista Popular (PSP), pero sus fondos también eran utilizados para apoyar los esfuerzos de una organización anticomunista, encargada principalmente de actividades de propaganda, en evidente referencia al MIDA.
La CIA financiaba agentes encubiertos “sembrados” en la sociedad civil cubana y, en contubernio con los órganos represivos batistianos, aportó recursos técnicos secretos para labores de seguimiento, control telefónico y escucha microfónica contra ciudadanos que militaban en movimientos revolucionarios y progresistas del país.
Además, fortaleció el asesoramiento al aparato policíaco-represivo de la dictadura, de conjunto con el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y le “recomendaron” a Batista, crear un aparato represivo contra el movimiento comunista, incluidos los líderes de organizaciones políticas, estudiantiles y sociales a los que consideraba como adversarios, conocido como el Buró de Represión a Actividades Comunistas (BRAC).
El BRAC nació oficialmente por Decreto Presidencial No. 1307 del 4 de mayo de 1955, adscrito al Ministerio de Gobernación y fue calificado como “el instrumento idóneo para afrontar la terrible amenaza de la barbarie roja”.
Aquella estructura paramilitar quedó subordinada públicamente al Ministro de Gobernación como su presidente y al teniente coronel Mariano Faget Díaz, como secretario general. El segundo jefe fue el teniente José Castaño Quevedo, quien además fungía como “agente enlace” con la Estación CIA en La Habana.
A partir de los años 1954 y 1955 el BRAC fue atendido directamente por el dictador Fulgencio Batista y para tener una idea certera de quien dirigía su accionar, está la carta que Allen Dulles, director de la CIA, le envió el 15 de julio de 1955, “sugiriéndole” el envío de uno de los jefes del BRAC a Washington, para discutir algunas de las técnicas usadas para combatir las actividades del comunismo internacional.
El departamento más importante del BRAC fue la Agencia Central de Operaciones, que tenía sucursales en cada regimiento del ejército, en cada Puesto Naval de la Marina y en la Sección de Propaganda y Materiales. La Sección de Propaganda y Materiales era asesorada por el jefe de propaganda del equipo de gobierno de Batista, el norteamericano Edmund Chester, quien a su vez era enlace con la sede diplomática en La Habana.
El 12 de enero de 1959, en uno de los archivos de las oficinas del Servicio de Inteligencia Militar batistiano, (SIM), las fuerzas revolucionarias ocuparon un listado con un teléfono privado, correspondiente a la embajada yanqui en La Habana y los nombres de cinco diplomáticos: Charles Edward Wilson (oficial CIA con manto de 1er secretario), John Joseph Wachter (agente especial FBI con manto de Agregado Legal), Elton T. Prather (Oficial de Inmigración), Albert George Vaughan (oficial CIA con cargo de Agregado diplomático) y David S. Morales (oficial CIA con fachada de Agregado diplomático, además de documentos como miembros de Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
Cientos de jóvenes revolucionarios fueron torturados y asesinados, y sus cuerpos arrojados en lugares recónditos o en plena vía, para que sirviera de escarmiento. Otros eran enterrados en lugares clandestinos o lanzados al mar.
Era tal la participación yanqui en Cuba que utilizaron, para conveniencia del FBI y la CIA, a compañías estadounidenses radicadas en el país, como la Cuban Telephone Company, donde varios de sus funcionarios y empleados estaban reclutados para apoyar el trabajo secreto de escuchar las llamadas de personas de su interés. Ese chequeo telefónico fue ubicado dentro de la estructura del Departamento de Investigaciones de la Policía Batistiana, donde su jefe era el coronel Orlando Piedra Neguerela, quien también ocupaba el cargo de supervisor de la Policía Secreta y Judicial.
El oficial ilegal de la CIA John Meckples Espiritto, declaró que antes del triunfo de la Revolución la Estación de la CIA tenía posiciones técnicas en Cuba y además del chequeo telefónico, aplicaban técnicas de escucha en hoteles y otros lugares, específicamente en el Hotel Victoria situado en el Vedado, donde utilizaban dos habitaciones con micrófonos para grabar las entrevistas con sus agentes. Igualmente utilizaron el Hotel Deauville, con habitaciones preparadas con técnica secreta. Su dueño, Sam Kay, era colaborador de la CIA.
Philip Agee, oficial CIA, en su libro “Inside The Company, CIA Diary”, expone informaciones de las operaciones realizadas por la TSD y la CIA en América Latina y en las embajadas e instalaciones cubanas.
La utilización de las compañías norteamericanas y líneas aéreas, ha sido ampliamente divulgada por escándalos ocurridos. En Cuba la CIA utilizó a la compañía de Aviación Pan American, PPA, para las comunicaciones secretas con sus agentes.
La dirección del trabajo represivo en Cuba era diseñada desde los Estados Unidos y prueba de eso fue la visita a Cuba del director de la CIA, Allen Dulles, días antes de la excarcelación de los asaltantes al cuartel Moncada, el 15 de mayo de 1955.
A pesar de los crímenes de la dictadura de Batista, la comunidad de inteligencia yanqui, nunca criticó ni sancionó a ese gobierno, siempre trabajaron por apuntalarlo y se demuestra en las tres visitas a Cuba materializadas por Lyman Kirkpatrick, Inspector General de la CIA.
Es indiscutible que el estado mayor de la lucha contra el movimiento obrero revolucionario, radicaba en la Estación dentro de la sede diplomática yanqui y el trabajo directo de sus oficiales incrementó la eficiencia de los aparatos policíacos de la dictadura, con la finalidad de elevar la obtención de información que requerían el FBI y la CIA.
Todo lo controlaban en Cuba, incluso hasta las informaciones de las personas que solicitaban licencias de conducción, se remitían a los bancos de datos de la comunidad de inteligencia norteamericana.
Un documento de John Foster Dulles, Secretario de Estado yanqui, del 2 de julio de 1958 dirigido a su embajada en La Habana, solicita un estudio especial, sobre la influencia comunista en los líderes del movimiento revolucionario, partidos políticos, círculos estudiantiles, intelectuales, movimiento obrero y medios de comunicación, lo que debía realizarse “en consulta con las agencias norteamericanas apropiadas”.
El odio de Estados Unidos contra Cuba, surge cuando no pudieron evitar la victoria del ejército rebelde encabezado por Fidel Castro y no porque se les nacionalizaron sus propiedades en la Isla.
El acta de la reunión del Consejo de Seguridad, el 23 de diciembre de 1958, recoge las consideraciones del presidente Dwight D. Eisenhower, respecto a la situación en Cuba y la necesidad de que Batista abandonara el poder:
“Una tercera fuerza podría crecer en influencia y fortaleza, si se selecciona a una persona capaz y se le garantiza el dinero y el armamento necesarios”.
En esa misma reunión, Allen Dulles, director de la CIA, sentenció: “Es necesario evitar la victoria de Castro”.
Dulles defendió con vehemencia el criterio de que una victoria de Fidel Castro no estaba entre los mejores intereses para Estados Unidos, razón por la cual la CIA no escatimó esfuerzos para apoyar posibles planes golpistas entre la cúpula militar cubana y tratar de impedir la inminente victoria del ejército rebelde.
A las 3 y 40 de la tarde del 31 de diciembre de 1958, Eisenhower presidió una reunión, cuya acta refleja elementos de la incertidumbre existente y el análisis de los probables pasos a seguir:
“[…] Batista se prepara para abandonar Cuba y la posible acción de los Estados Unidos, incluida la intervención directa por parte de los Marines de los Estados Unidos, estuvo entre los asuntos que fueron discutidos. Hubo alguna sugerencia de que los Estados Unidos asumieran la responsabilidad de nombrar los miembros de una Junta que sustituyera a Batista, en lugar de permitir que Fidel Castro y sus seguidores ocuparan el gobierno de Cuba […]”.
Ahora podrán inventar historias, pero la verdad es que no aceptan su fracaso y por eso tienen a una nación socialista a 90 millas que quieren ahogar a como cueste.
Razón la de José Martí cuando afirmó:
“Nada más justo que dejar en punto de verdad las cosas de la historia”
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