Wilkie Delgado Correa - Rebelión.- ¡No hay quien salve el prestigo de EE.UU!

“Nadie podrá negar lo que es una verdad de siglos, ni podrá evitar que el antibloqueo del mundo contemporáneo derribe el bloqueo”.

Ya todo el mundo conoce que próximamente se discutirá y votará en la Asamblea General de la ONU, por décimo novena ocasión, una resolución que insta a los Estados Unidos para que cese el bloqueo económico, financiero y comercial contra Cuba.


Sus resultados son previsibles y, una vez más, constituirá una condena por un acto amparado en un entramado de leyes, disposiciones y resoluciones norteamericanas, que si bien se proclama dirigido contra Cuba bajo pretextos falsos, ilegítimos y risibles, se ejerce igualmente, con injerencia y violación de la política soberana de los estados, contra otros países y sus instituciones. Por tanto, cuando se habla del bloqueo contra Cuba, a través de leyes extraterritoriales, se incluye también al resto de los países del mundo, en menor o mayor medida, según sean las relaciones que tengan o pretendan mantener con esta isla privilegiada con la venganza del imperio por el simple hecho de que un día supo y pudo romper sus ataduras y librarse de sus garras.

La votación anterior de la Resolución titulada “Necesidad de poner fin al bloqueo comercial, económico y financiero de los Estados Unidos contra Cuba”, tuvo el resultado siguiente: 187 votos a favor, 3 en contra y 2 abstenciones.

Como he expresado en otras ocasiones, el bloqueo de EE.UU. contra Cuba constituye un genocidio con una historia muy larga de más de medio siglo que se corresponde con una heroica historia, igual de duradera, de resistencia por parte del pueblo y gobierno de Cuba, y que ha sido acompañada durante 18 años consecutivos por el resto de los países en las Naciones Unidas.

Teniendo en cuenta que el bloqueo real y potencial no es sólo contra Cuba, sino que es también contra todos los países del mundo, es evidente que el rechazo y repudio de la comunidad internacional debe mantenerse inconmovible a pesar de las lógicas estrategias del nuevo gobierno norteamericano por evitarlo. Y por eso mismo, cabe pronosticar que el antibloqueo del mundo derrotará a la larga a ese bloqueo infame.

El año pasado expresamos que Obama, ganador del Premio Nobel de la Paz en Oslo sería el gran perdedor por la condena contra el bloqueo en la ONU, y esto tendría mayor trascendencia política y moral que dicho galardón. Esta vez sufrirá el segundo fracaso, pues recientemente certificó ante el Congreso el mantenimiento de las condiciones del bloqueo sustentado en razones de seguridad nacional. Con ello actuó en forma cobarde y mentirosamente, se comportó como un Bush cualquiera, y no como el Premio Nobel que aceptó ser. Sólo razones personales y los designios imperiales de su país, podrían esgrimirse para tal decisión.

Veremos las argucias que sostendrá en el debate en la ONU el ilustre representante de EE.UU, y a pesar de la prestancia o ecuanimidad que trate de mantener, si tuviera un átomo de honradez en su conciencia, deberá sentir el bochorno por tanta hipocresía manifiesta, y se sentirá mezquino, y tendrá que salir de la sesión con un remedo de animal “con el rabo entre las piernas”, ante la victoria de Cuba y el mundo, en medio de los aplausos de las delegaciones. Pero en fin, quien siembra vientos, recibirá tempestades.

¿No sentirá igual bochorno el presidente Barack Obama, a quien no le cuadra el papel que anteriores gobernantes asumieron sobre el bloqueo contra Cuba, porque sería perderse en los pasillos de la Casa Blanca y de la senda correcta de la historia, si prosiguiera los caminos trillados de sus predecesores? Porque es la realidad que el bloqueo, mirado a la luz del pasado y del presente, no se corresponde con los intereses legítimos y las actuales aspiraciones del pueblo norteamericano y de las naciones del mundo. Y porque ahora, después de aceptar y recibir el Premio Nobel de la Paz por la Academia Sueca, no correspondería desempeñar un papel de personaje mezquino, con la misma mentalidad troglodita de sus antecesores y capaz de ejercer con fruición y en forma inmutable un bloqueo genocida contra el pueblo cubano.

Quien se presenta como enmendador de entuertos entre Israel y Palestina, debiera ser capaz, para dar un ejemplo a los demás, de resolver los propios entuertos que su país mantiene con Cuba y otros países, presididos, hasta ahora, por un fundamento que se basa estrictamente en un principio inveterado de una tozudez estúpida: “porque sí y porque sí”, traducido en el lenguaje imperial del gobierno estadounidense con un cinismo gramatical que se hace público en forma de listas y calificaciones y condenas para los países, con lo cual mantiene un ejercicio burdo de tergiversación y manipulación que ofende por su carácter espurio y malsano.

Son muchas las violaciones del Derecho Internacional establecido por la ONU que comete EE.UU en el caso del bloqueo contra Cuba, desde la Carta de las Naciones Unidas, los Pactos de Derechos Humanos y decenas de instrumentos jurídicos aprobados para asentar las aspiraciones legítimas de los pueblos y las relaciones normales y pacíficas entre los países miembros de la organización. Una lectura atenta al contenido de estos documentos, cuyos elementos fundamentales he subrayado textualmente en muchos artículos, destroza legal y moralmente, al bloqueo contra Cuba, como llegó a expresarlo el Papa Juan XXIII, casi textualmente.

Sólo nos vamos a referir en esta ocasión a uno de estos instrumentos de la ONU. Ya que es importante recalcar que las leyes y medidas del bloqueo entran en contradicción con la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo del individuo y de los pueblos, aprobada por Naciones Unidas, como expresión de una política superior sobre los derechos humanos adoptada por la comunidad internacional. En dicha Declaración se expresa, entre otros, estos elementos fundamentales:

“Reconociendo que el desarrollo es un proceso global económico, social, cultural y político, que tiende al mejoramiento constante del bienestar de toda la población y de todos los individuos sobre la base de la participación activa, libre y significativa en el desarrollo y en la distribución justa de los beneficios que de él se derivan.”

“Recordando el derecho de los pueblos a la libre determinación, en virtud del cual tienen derecho a determinar libremente su condición política y a realizar su desarrollo económico, social y cultural”.

“Recordando también el derecho de los pueblos a ejercer, con sujeción a disposiciones pertinentes, su soberanía plena y completa sobre todos sus recursos y riquezas naturales”.

Artículo 1.1. El derecho al desarrollo es un derecho humano inalienable en virtud del cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados para participar en un desarrollo económico, social, cultural y político en el que puedan realizarse todos los derechos humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo y a disfrutar de él.”

2. El derecho humano al desarrollo implica también la plena realización del derecho de los pueblos a la libre determinación, que incluye, con sujeción a las disposiciones pertinentes, de ambos pactos internacionales de derechos humanos, el ejercicio de su derecho inalienable a la plena soberanía sobre todas las riquezas y recursos naturales.”

Artículo 5. Los Estados adoptarán enérgicas medidas para eliminar todas las formas de racismo y discriminación racial, el colonialismo, la dominación y ocupación extranjeras, la agresión y la injerencia extranjeras y las amenazas contra la soberanía nacional, (...) las amenazas de guerra y la negativa a reconocer el derecho fundamental de los pueblos a su libre determinación.”

Por tanto, las leyes del bloqueo violan masivamente los derechos humanos, en primer lugar de los cubanos, ya que como instrumento del bloqueo económico, comercial y financiero, procura que el hambre, las enfermedades y las carencias de los recursos, atente contra el derecho a la vida y la calidad de vida, la salud, la educación y otros derechos fundamentales de los individuos y del pueblo. Procura impedir y entorpecer el desarrollo de Cuba, y con ello atenta contra el derecho inalienable al desarrollo de los individuos y de los pueblos. También viola los derechos humanos de los propios ciudadanos norteamericanos, cuya Constitución reconoce el derecho a viajar libremente a cualquier país, y de ciudadanos de otros países del mundo al limitarles el normal flujo migratorio.

Las leyes vigentes que pretenden legitimar internacionalmente el bloqueo de los Estados Unidos, en forma obligatoria, hacen caso omiso de la condena internacional que durante 18 años consecutivos ha expresado la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre este asunto. No se puede olvidar que el bloqueo de medicinas y de alimentos, aún en condiciones de guerra, está considerado como acto de genocidio en Tratados internacionales.

Al respecto vale recordar que la Convención contra el crimen de Genocidio, de Ginebra de 1948, expresa:

“Artículo 2:

Inciso b) Genocidio es lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo humano.

Inciso c) Genocidio es sometimiento intencional del grupo humano a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial.

Todas las razones falsas que esgrimen y sustentan las acciones, argumentos, declaraciones y filosofías de la actuación de los políticos y gobernantes de los Estados Unidos, esconden las verdaderas razones que los ha movido y que están ligadas a la historia real sobre las intenciones inveteradas de Estados Unidos por apoderarse de Cuba a cualquier precio desde mucho antes que existiera la Revolución Cubana del primero de enero de 1959.

Por eso hoy cuando Cuba y el mundo festejen un acto de justicia ocurrido en la Asamblea General de las Naciones Unidas, no se puede dejar de recordar las palabras proféticas de su Héroe Nacional José Martí, al expresar: “Nada piden los cubanos al mundo, sino el conocimiento y respeto de sus sacrificios, y dan al universo su sangre (..) Y al mundo preguntamos, seguros de la respuesta, si el sacrificio de un pueblo generoso, que se inmola por abrirse a él, hallará indiferente o impía a la humanidad por quien se hace”.

Otra vez, como tendrá que ser, Cuba no encontrará indiferente a la humanidad y a la comunidad internacional, sino que la hallará, como debe ser en reciprocidad, solidaria, amiga, generosa, justa y valiente con el pueblo que merece respeto por sus sacrificios y la sangre derramada a favor de la humanidad.

Cuba, bloqueada durante más de 50 años ha podido ser y nunca ha dejado de ser solidaria dentro de sí misma para todos sus habitantes - el cumplimiento de las metas del Milenio así lo corrobora- y hacia todos los pueblos grandes y pequeños, de mayores o menores recursos económicos. Y algo que resalta es que su ayuda y apoyo a otros pueblos han tenido la virtud de ofrecerse sin condicionamientos por la naturaleza de los regímenes políticos existentes en ellos, incluyendo al pueblo norteamericano. ESA VERDAD IRREBATIBLE ESTÁ CLARA PARA TODOS LOS PUEBLOS DEL MUNDO. Y esa será la voluntad que inspire la votación de los países a favor de la resolución a favor de Cuba en la Asamblea General de la ONU.

 

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