Noel Manzanares Blanco – Cubainformación.– Pudiera decir que desde hace un tiempo considerable, me acompaña la idea según la cual para orientarme acerca de la calidad de un proceso/fenómeno político interno o foráneo, debo tener presente qué tipo de actores son los que aplauden y quiénes son lo que se encuentran en la acera del frente. La 7ma. Cumbre de las Américas que acaba de cerrar sus puertas en Panamá, dista mucho de ser la excepción de tal compañía. Usted lo puede comprobar, si se fija/medita en los tópicos que a grades zancadas traigo a colación.


Pienso que la percepción más generalizada, acredita sin lugar a dudas que el evento panamericano que tuvo lugar en la Patria de Omar Torrijos devino una oportunidad para limar aspereza entre los dictados de la Casa Blanca y el palpitar de Nuestra América. No puedo menos que citar el ejemplo de cómo los Presidentes Raúl Castro y Barack Obama, en representación de la nueva era que emerge entre ambos lados del Estrecho de la Florida, expusieron sus pareceres en este orden de ideas. Escapa a la casualidad que tantísimos trascendidos asuman aquí el suceso de esta Cumbre de las Américas.

Si fuera preciso decir el porqué de estas últimas palabras, me bastaría con recordar que el mismo Raúl expresó en la ocasión:

“Después de decir tantas cosas duras de un sistema [Raúl se refiere a los nefastos resultados del quehacer histórico del Norte contra el Sur del Río Bravo], es justo que le pida disculpas, porque yo soy de los que pienso —y así se lo he manifestado a unos cuantos jefes de Estado y de Gobierno que veo aquí, en reuniones privadas que he tenido con ellos en mi país al recibirlos— que, según mi opinión, el Presidente Obama es un hombre honesto. Me he leído algo de su biografía en los dos libros que han aparecido, no completos, eso lo haré con más calma. Admiro su origen humilde, y pienso que su forma de ser obedece a ese origen humilde” —sin descartar que también manifestó: “Hasta hoy, el Bloqueo económico, comercial y financiero se aplica en toda su intensidad contra la Isla […]”.

Puedo/debo agregar la siguiente precisión de Obama, al responder a un Periodista:

“Primero que nada, con respecto a Cuba, hay un apoyo mayoritario de nuestra política en Estados Unidos, y hay un apoyo abrumador por nuestra política en Cuba. Yo creo que la gente reconoce que si uno sigue haciendo algo durante 50 años y no funciona, entonces se tiene que intentar algo nuevo.

“Así que las personas que viven en Estados Unidos no necesitan estar convencidas que esto es, de hecho, lo que se debe hacer. Yo reconozco que aún hay preocupaciones y preguntas que el Congreso puede tener; tenemos preocupaciones y preguntas sobre actividades específicas que están ocurriendo en Cuba, y derechos humanos y reformas. Y había dos miembros de la sociedad civil de Cuba que asistieron a la reunión que tuve ayer que expresaron mucho de lo que vivieron durante la vida cotidiana [Obama se refiere a sus mercenarios que se presentaron en Panamá por obra y gracias del señor Insulza]. Ellos apoyaron nuestra política de participación con Cuba”.

(Para quien esté interesado en más datos acerca de cómo aprecio las relaciones La Habana-Washington, le recomiendo consultar los hipervínculos el 17 de Diciembre último en los vínculos Cuba-EEUU, así como los referidos a los temas de las compensaciones, de los Derechos Humanos y de interés mutuo).

A mi examen sucinto le incorporo El comunicado de la OEA que, además de revelar un desatino más (“Ante la insistencia de Venezuela para incluir un repudio a las sanciones en su contra impuestas por Estados Unidos, no hubo una declaración final del encuentro continental” —¿cómo olvidar la doble moral imperante en el escenario de marras?), tuvo el tino de mencionar palabras de Juan Carlos Varela, el Presidente anfitrión:

“La decisión que anunciaron los presidentes de Cuba y Estados Unidos para avanzar en un nuevo enfoque de las relaciones entre sus países creó una legítima expectativa de que situaciones, antiguas y recientes, que han tensado las relaciones hemisféricas pueden ser solventadas. Esta Cumbre [7ma. de las Américas] ha servido para tender puentes en esa dirección” —a contrapelo de bochinches de la delincuencia política gusano-yanqui

Entonces, simplemente siento penas por la junta editorial de El Nuevo Herald que en su opinión “El triste legado de la Cumbre” sostiene que la recién finalizada de las Américas en Panamá “pasará a la historia como el momento en que Cuba (léase la dictadura cubana [entiéndase, el Gobierno de la inmensa mayoría de compatriotas —a noto mi parecer]) regresó al foro hemisférico, después de más de medio siglo de ausencia”./ “Por lo demás, fue una cumbre sin mayor trascendencia, un encuentro para que los líderes del continente se dieran la mano, intercambiaran sonrisas y se tomaran fotos, y no mucho más” —incluso, de espalda a la Declaración Final de la Cumbre de los Pueblos.

Así, certifico que el Caimán Verde nadó con crece en estas aguas panameñas.


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