Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- Si una decisión ha sido justa a escala planetaria, esa es la de dedicar un Día a las Madres, como ocurrió en la Grecia mitológica o como sucede puntualmente a partir del siglo pasado en no sé cuántas naciones entre las cuales Cuba escapa a la excepción. Así, vislumbro que este domingo tendremos la oportunidad de asistir una vez más al Homenaje más legítimo y sentido dedicado a las Progenitoras de la existencia humana —al margen de que el tributo puede/debe ser en tantas ocasiones como jornadas tiene el año. 


Recuerdo haber leído que una referencia específica de la data en cuestión se encuentra en el hecho que la joven Ana María Jarvis, oriunda de Philadelghia, Estados Unidos de América, perdió prematuramente a la autora de sus días, en 1905; que a la sazón, ella concibió la idea de dedicarle un día especial a la Madre; que, en correspondencia, le escribió a Maestros y a Abogados, a Políticos y a Religiosos, a diversas Personalidades para convocarlas a que le apoyaran en su noble empeño, los segundos domingos de Mayo, día similar al del fallecimiento de su Mamá. 

Igualmente, que en 1910 en casi todos los estados de su nación era realidad el Tributo a la Persona que nos trajo al mundo; que, con tal presupuesto, el Congreso de su país le dio luz verde al proyecto a favor de la celebración del Día de la Madre en toda aquella unión; y que cuatro años después, el Presidente Woodrow Wilson rubricó la proclamación del asunto de marras como Día de Fiesta Nacional.

Sobre el caso en la Mayor de las Antillas, existe constancia de que en la noche del 19 de Abril de 1920, durante una reunión que se efectuó en la sociedad “Centro de Instrucción y Recreo” de Santiago de las Vegas, en La Habana, el señor Francisco Montoto propuso la pertinencia de celebrar el Día de las Madres, a tono con el ejemplo nacido al Norte del Estrecho de la Florida.

También, que la idea del señor Montoto fue recepcionada con gran agrado y de manera unánime por los reunidos en aquella sociedad; que el acto que decidieron organizar para Distinguir notablemente a las Madres, se concretó el 10 de Mayo siguiente; y que Víctor Muñoz, al hacerse eco de la iniciativa, en las páginas del Periódico El Mundo, de circulación nacional, hizo constar en la misma fecha bajo el título de “El Día de las Madres”:

Cuando se logre llegar a la conclusión del propósito perseguido por los que han trabajado a favor de que se cree el “Día de las Madres en Cuba”, lograrán como los americanos, que disminuya el número de los malos hijos a nuestro alrededor, y con eso habrán prestado un gran servicio a la Patria y a la Humanidad.

En cuanto yo, al escribir estas líneas para sumarme a los iniciadores de la noble idea antes anunciada, quiero dirigirme a los que no pueden sustraerse a la espeluznante costumbre de hacer que sus bromas giren alrededor de la madre de los demás, etc.

En el orden personal, confieso que soy uno más entre las tantísimas personas que tienen la percepción según la cual, sencillamente, es extraordinario/enorme el papel de las Madres, incluso desde que estamos en sus vientres. Pienso que somos incapaces de revelar cuánto Amor recibimos por ellas, desde que tuvieron conciencia de que habíamos sido concebidos; que sí es un secreto a voces cómo ellas están dispuestas a entregar hasta sus vidas por las de sus descendencias.

Asimismo, que es una verdad muy tangible cómo las Madres se quitan una parte de sus derechos para entregárselos a su prole; cómo son capaces de simultanear sus profesiones con el arduo trabajo del hogar, la atención a sus medias naranjas, el cuidado de sus propios progenitores y/o de los de sus esposos, otros familiares y hasta vecinos y compañeros/as de causa alguna, a cambio apenas del placer del sacrificio ante el Bien necesario; cómo…

Entretanto, la mentalidad mercantilista nos ha impuesto la creencia de que debemos testimoniar a las Madres cada segundo domingo de Mayo con un obsequio material o algo por el mismo estilo, obviando que la entrega de una Flor y/o un beso con el Corazón simboliza con crece un Reconocimiento descomunal, el reflejo de lo que no alcanza a refrendar ni todo el Oro del mundo.

A esta altura, me afinco en la creencia de que por mil y más razones podemos/debemos acreditar siempre que las autoras principales de nuestras existencias, donde quiera que se encuentren, nos resultan imprescindibles —sin la menor sombra de duda.

A esta altura, hallo que quedó a la orilla de la casualidad estos versos de José Martí dedicados a su Madre: A Dios yo pido constantemente/ Para mi Madre vida inmortal;
Porque es muy grato, sobre la frente/ Sentir el roce de un beso ardiente
Que de otros labios nunca es igual
.

Entonces, en este Día Maravilloso —parece imposible no asumir como Esplendoroso acontecimiento alguno dedicado a las Madres—, a penas atino a exclamar a los cuatro vientos: ¡Madre, te doy las más profundas y sinceras Gracias, infinitas Gracias por tu “vida inmortal”!

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