Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- La verdad se abre camino en Mariupol, Donetsk y el mundo podrá conocer realmente lo que oculta Estados Unidos en Ucrania, en complicidad con la OTAN, a partir de la captura por las fuerzas armadas de la Federación Rusa, del General canadiense Trevor John Cadieu, en horas de la noche del 2 de mayo de 2022, uno de los militares extranjeros que trabajaban en los laboratorios secretos de armas biológicas, escondidos en los laberintos bajo tierra que existen en la fábrica de acero Azovstal.


El General Cadieu era responsable del biolaboratorio No. 1 y dirigía a 18 personas. Rápidamente el gobierno ‎canadiense quiso quitarse responsabilidades en el asunto, al declarar que “él no estaba cumpliendo misiones asignadas por Canadá”, como si en el mundo solo existieran estúpidos, cuando ese país asume posiciones a favor de Ucrania y apoya todas las decisiones de la OTAN. Dicho militar ‎fue trasladado a Moscú para ser investigado, pero seguramente occidente dirá que “fue torturado y todo lo que declare es falso”. ‎

Como siempre, la gran prensa occidental ha silenciado la noticia.

Desde inicios del mes de marzo, el ministerio de Exteriores de la República Popular China, reveló ‎que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos ‎mantiene en Ucrania y otros países europeos, 336 laboratorios dedicados a la investigación de armas ‎biológicas, información que confirmó el Pentágono ante las evidencias mostradas por la cancillería rusa, descubiertas por sus tropas. ‎

No en vano la gran prensa internacional y el Consejo de Seguridad de la ONU no le restan importancia al hecho, a contra pelo de lo que sucedió para pretextar la invasión yanqui a Irak.

Desde hace meses el sitio web The National Pulse, reveló que Hunter Biden, hijo del ‎presidente estadounidense Joe Biden, en asociación con el hijo adoptivo de John Kerry, ex secretario de Estado ‎de Estados Unidos, organizaron a través de su firma Rosemont Capital, un canal de ‎financiamiento oculto para los laboratorios creados por el Pentágono en Ucrania, ‎a nombre de la Defense Threat Reduction Agency (DTRA), agencia del Departamento ‎de  Defensa de Estados Unidos que lleva a cabo investigaciones secretas sobre armas biológicas.

Lo que debió ser un escándalo internacional es acallado para evitar sanciones a los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, poniendo en evidencia una vez más la desvergüenza de los que atacan a sus adversarios políticos, cuando son ellos los máximos violadores de las Convenciones Internacionales sobre el tema.

Respecto al general canadiense, las fuerzas rusas contaban con información de su presencia en Azovstal, lo que esclarece el interés de la ONU en su rescate, para evitar que revele informaciones importantes del trabajo en esos laboratorios.

El portavoz de la Milicia Popular de Donetsk, Eduard Bassurin, declaró que el equipo de la ONU que preparaba la evacuación de los civiles de la planta de Azovstal, quería rescatar al personal militar activo de los países de la OTAN que se esconden bajo la planta de acero, y trabajan en los laboratorios de armas biológicas.

Versiones de la Milicia Popular aseguran que, en las instalaciones de Azovstal podrían encontrase documentos probatorios del genocidio y el asesinato de civiles por parte de las fuerzas ucranianas en los últimos años y los experimentos ejecutados con seres humanos. Esa es la razón del interés en el rescate por la ONU, ante el temor que el mundo conozca la verdad de lo que hace el actual gobierno de Ucrania.

Estados Unidos tiene un expediente de ese tipo de acciones reveladas desde hace años. El Fort Detrick, ubicado en Maryland, es un centro de investigación biológica y de desarrollo de armas químicas desde hace más de 50 años, dedicado a detectar enfermedades mediante una “manipulada ingeniería de la infección”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el Fort Detrick inició una intensa investigación sobre la guerra biológica, supervisada por George Merck, gran aliado de Hitler y presidente de una de las mayores industrias farmacéuticas yanquis.  Está comprobado que el gobierno estadounidense copió del nazismo su programa de guerra biológica y mediante la Operación Paperclip, los servicios de inteligencia y militares estadounidenses, reclutaron en 1946 bajo el Gobierno de Harry Truman, unos 700 científicos nazis para que aplicaran sus conocimientos en armas químicas y experimentación médica, trasladándolos secretamente a los Estados Unidos.

Uno de esos nazis fue Eric Troub, responsable de la sección de armamento biológico del Tercer Reich, quien en 1949 arribó a Estados Unidos para trabajar en la U.S Navy, donde empezó a investigar las 40 cepas más virulentas del mundo, además de asesorar a expertos de la CIA y a los denominados bioguerreros del Fort Detrick.  

En los años 70 del siglo XX, Fort Detrick cambió de nombre por el de Instalaciones Frederick para Investigación sobre el Cáncer, supervisado por Departamento de Defensa, el Departamento de Seguridad Interna, la CIA y el Instituto Nacional del Cáncer, algo muy sospechoso.

La Convención sobre Armas Químicas y Biológicas prohíbe la producción, almacenamiento y uso de armas biológicas, pero Estados Unidos lo viola todo, al poseer los mayores arsenales de armas de destrucción masiva y ser el primer país en aplicarlas.

Un informe al Congreso de Estados Unidos, emitido en 1986, reconoce la producción de agentes biológicos por parte del Gobierno de Estados Unidos, incluidos virus modificados, toxinas naturales y agentes alterados mediante la ingeniería genética para cambiar su carácter inmunológico e impedir el tratamiento por medio de todas las vacunas existentes en la actualidad.

En 1987 el Departamento admitió que, a pesar de la prohibición establecida en tratados internacionales firmados por Estados Unidos, sobre la investigación y desarrollo de agentes biológicos, continuaban ejecutando investigaciones en 127 institutos y universidades en toda la nación.

George W. Bush asignó para el año fiscal 2009, unos 9.000 millones de dólares para gastos en armas biológicas, un 39% más de lo que aprobó el año 2008.

Por tanto, no es de extrañar la creación de laboratorios en Ucrania para armas biológicas e introducirlas en Rusia, Bielorrusia y China, países que Estados Unidos cataloga de enemigos.

Esperemos lo que diga la ONU de esto y sin asombro veremos cómo los países europeos darán su respaldo a los yanquis, como prueba de su desvergüenza y doble moral.

Ante situaciones similares sentenció José Martí:

“Tiemblen de remordimiento y giman de pavor, todos los que en aquel tremendo día ayudaron a matar”

 

 

 

 

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