Por Arthur González - Los recientes acontecimientos en los Estados Unidos, indican que los cambios en ese régimen vienen llegando y quizás más pronto de lo que muchos pudieran especular.
El pueblo de ese país está cansado de ver como cada día los ricos son más ricos, mientras la pobreza avanza a pasos agigantados.
Crecen por horas los miles de personas que duermen en las calles, por no tener dinero para pagar los altos precios de las rentas, al igual que quienes se ven obligados a buscar comida y otros artículos en los contenedores de basura.
¿Qué está pasando en el país de las maravillas, ese que vendían como el sueño americano y donde los pobres de Latinoamérica luchan por alcanzar su frontera?
Es cierto que la pobreza en Estados Unidos es menos aplastante que la que enfrentan los países subdesarrollados, donde impera el terror de las mafias traficantes de drogas y la posibilidad de morir masacrados por bandas paramilitares, pero lo que encuentran hoy en el país más poderoso del mundo, no es lo que pintan los filmes de Hollywood.
Un elemento a tener encuentra en los cambios que se generan en la sociedad yanqui, es precisamente la huelga por 24 horas que llevaron a cabo el 8 de diciembre 2022, más de mil trabajadores de la redacción del emblemático diario The New York Times, tras fracasar las negociaciones durante 20 meses, entre sindicatos y la dirección del periódico, por un nuevo contrato que incluía un aumento salarial y mejoras, situación que no sucedía desde 1981.
Como es costumbre en los regímenes capitalistas, la patronal acusó a los sindicatos por el plantón, pues los altos directivos no aceptan los reclamos de los trabajadores y solo hacen promesas que no cumplen.
Hoy la situación económica en Estados Unidos es crítica, debido a la inflación galopante, el alto precio de las rentas, los alimentos y del combustible, en parte por malgastar millones de dólares en subvertir el orden interno en otros países, entregar miles de millones a Ucrania para que se enfrente a Rusia y aprobar multimillonarios presupuestos para el Departamento de Defensa que solo benefician al complejo militar industrial, mientras una buena parte de la población carece de seguros médicos, viven empeñados por los altos gastos que se ven obligados a hacer en medicina y en pagar los estudios de sus hijos, entre otros.
Las protestas aumentan en un país donde la USAID, la NED y la CIA no sufragan a líderes para llevarlas a cabo, ni el Departamento de Estado las estimula y organiza; todas son auténticas como resultado de la decadencia de un régimen capitalista que no se ocupa, ni preocupa, por la situación de su pueblo.
La situación en Estados Unidos se torna cada día más difícil para los trabajadores y por eso resurge el movimiento que impulsa las protestas, a pesar de las acciones que secretamente ejecuta el FBI y otras estructuras de sus órganos de inteligencia, para dividir y penetrar a los organizadores de las huelgas, donde miles de enfermeras, empleados de almacenes, de cafeterías y de supermercados, se unen a mil 500 académicos de tiempo parcial que se fueron a la huelga y marcharon en la Universidad New School, por recibir míseros salarios y pésimas condiciones de vida.
En Staten Island, New York, casi 8,300 trabajadores lograron sindicalizar a todo un almacén de Amazon y ahora exigen firmar su primer contrato colectivo, a la vez que dan apoyo para la sindicalización de sus compañeros en otras partes de esta mega empresa yanqui, acciones que demuestra lo que ocurre en el imperio más poderoso del mundo.
La gente no soporta más la explotación a la que están sometidas por un régimen que defiende solo a los ricos.
Hasta este momento, se han materializado unas 300 huelgas en todo el país, con una participación de tres veces más trabajadores que las ocurridas en el 2021.
Un reciente sondeo de Gallup afirma que, el nivel de aprobación de los estadounidenses a sindicalizarse llegó al 71 por ciento, el nivel más alto desde 1965.
En el 2022 han surgido nuevos sindicatos independientes dentro de empresas que fueron contrarias a organizarse en sindicatos, como sucedía entre más de 2,000 empleados en 112 establecimientos de la famosa empresa Starbucks, que este año sindicalizó 250 tiendas. Como era de esperar, el consorcio se rehúsa a negociar contratos colectivos, al igual que hace Amazon.
Los yanquis practican el proverbio: “haz lo que digo, pero no lo que hago”; por eso fabricaron contra Cuba los llamados Principios Arcos, para: “Promover los derechos humanos y las prácticas justas de empleos y pagos laborales”.
¿Por qué no los aplican en Estados Unidos? Muy simple, no le conviene al régimen capitalista donde la desigualdad impera, las mujeres no reciben salarios similares al de los hombres, no tienen licencia de maternidad y el sálvese quien pueda es el lema preponderante.
Ante la situación económica que sufren los estadounidenses, el movimiento laboral se revitaliza y por eso los sindicatos en los sectores de los ferrocarriles, hospitales, empresas de paquetería, museos, aerolíneas, estibadores del puerto, supermercados, universidades y en escuelas públicas, cobran fuerzas no vistas desde los años 80, cuando la administración de Ronald Reagan impuso una ofensiva neoliberal para aplastar los movimientos sociales.
De acuerdo con datos aportados por la Escuela de Relaciones Laborales de la Universidad de Cornell, en el 2022 se contabilizan más de 630 acciones laborales en 980 locaciones de todo el país, índice que permite pronosticar un renacer de la lucha por las reivindicaciones laborales.
Durante el año fiscal del 2022, respecto al 2021, hay un incremento del 53% en las solicitudes de elecciones para crear nuevos sindicatos, situación que los expertos califican de “un nivel en la actividad sindical no visto desde los años 40 del siglo XX”.
Informaciones oficiales afirman que, en el año 2022 se produjo la huelga universitaria más grande en la historia de Estados Unidos, con la participación de 48 mil trabajadores, incluidos los estudiantes de posgrado en los nueve campus de la Universidad de California, quienes llevan tres semanas de protestas con el apoyo de estudiantes y profesores, situación peligrosa para el régimen yanqui, debido al renacer de fuerzas progresistas jóvenes, opuestas a la explotación capitalista y que pudiera tener implicaciones negativas en las relaciones laborales en ese país.
Utilizando su arma predilecta, las autoridades de esa universidad pública buscan dividir a los huelguistas, al ofrecer concesiones y beneficios a algunos y a otros no.
El actual presidente Joe Biden, durante su campaña prometió ser “el presidente más pro-sindical en la historia”, pero como otras promesas, las dejó engavetadas en el despacho oval.
Un hecho que lo demuestra fue la anulación del derecho a la huelga de los ferroviarios, al firmar recientemente la ley que obligó a 115 mil trabajadores de los ferrocarriles de carga, a no ejecutar la programada para el 9 de diciembre, bajo el pretexto de que “dicha huelga provocaría un grave daño a la economía nacional, con pérdidas calculadas en miles de millones de dólares”.
La susodicha ley los obligó a aceptar un contrato colectivo, algo que la mayoría de sus miembros había rechazado en su larga disputa por las condiciones de trabajo, incluido el derecho a recibir el pago por los días de enfermedad, en una industria que produjo en 2021 la cifra récord de ganancias de 20 mil millones de dólares, a la vez que su fuerza laboral fue reducida en un 30%.
Al asumir Biden el apoyo a la patronal, la alianza intersindical Railroad Workers United, tuiteó: “Este presidente será recordado como una de las decepciones más grandes de la historia laboral de los Estados Unidos”.
Paralelamente se observan en ese país actos terroristas, similares a los que organiza y ejecuta la CIA contra países que no se arrodillan ante Washington, lo que permite versionar que los mismos terroristas preparados para atacar a Cuba, Venezuela, Nicaragua e Irán, pueden estar implicados en los cinco ataques informados en las últimas semanas de noviembre 2022, contra plantas eléctricas ubicadas en los estados de Washington y Oregon, hechos reconocidos por las compañías Puget Sound Energy (PSE), The Cowlitz County Public Utilities District y Bonneville Power Administration (BPA).
El jueves 8 de diciembre de 2022, autoridades federales confirmaron nuevos ataques contra instalaciones eléctricas en el país, que se suman a los sabotajes confirmados a principios de semana contra dos subestaciones en North Carolina, que dejaron sin electricidad a casi 45 mil personas durante varios días.
Oficiales del FBI dijeron que “las subestaciones en el noroeste del país fueron atacadas con herramientas manuales, incendios provocados, armas de fuego y cadenas de metal, posiblemente en respuesta a un llamado para ataques a esa infraestructura crítica”.
Lo llamativo es que el FBI califica de “delincuentes” a los ejecutores de esos actos terroristas, pero cuando los hechos ocurren en Venezuela, dicen haber sido cometidos por “luchadores por la libertad”, aunque los medios y métodos sean idénticos a los realizados ahora en Estados Unidos.
El reporte sostiene que “los delincuentes eludieron las cercas de seguridad o las cortaron”. Los ataques incluyeron disparos desde la distancia, incendios y el lanzamiento de objetos contra los equipos eléctricos”.
Los estadounidenses toman conciencia de la desigualdad insoportable que sufren en ese régimen, por la agenda neoliberal incrementada en las últimas cuatro décadas, que arrastra a trabajadores y estudiantes a niveles de desigualdad económica sin precedentes.
Por tanto, no caben dudas que los cambios vienen llegando, pues como afirmó José Martí:
“Cuando los imperios llegan a la cumbre de su prosperidad, están al borde del precipicio que los devora”.
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