Artur González / Heraldo Cubano.- Recientemente se conoció la sentencia del juez Timothy Kelly, de la corte del distrito que durante varios meses debatió las acciones cometidas por un numeroso grupo de ciudadanos estadounidenses, asaltantes del Capitolio Nacional, el 6 de enero de 2021 estimulados por Donald Trump, quien no aceptó su derrota en las elecciones presidenciales.


Las sanciones son elevadas dada la magnitud de los hechos y el matiz político que tuvo ese asalto, más la agresión a los agentes del orden y los daños ocasionados al edificio considerado monumento nacional.

Dominic Pezzola, apodado Spazzolini, miembro de los llamados Proud Boys, fue condenado a 10 años de prisión por romper una de las ventanas del Capitolio para penetrar en el edificio y portar un escudo antidisturbios de la Policía que le arrebató violentamente a uno de los oficiales. Según expresó el juez, la acción de Spazzolini permitió que las turbas le siguieran en su invasión a los locales de esa institución y se convirtiera rápidamente en un símbolo de la violencia desatada.

Para la prensa occidental y el Parlamento Europeo, los protagonistas de esos hechos fueron solamente “alborotadores”, tratamiento bien diferente al que reciben quienes en julio del 2021 protagonizaron en Cuba actos violentos, saqueos a centros comerciales, agredieron físicamente a oficiales de la policía, volcaron y dañaron autos patrulleros. Esos cubanos son calificados de “patriotas que buscan la libertad” y por tanto considerados “presos políticos”, sancionados “injustamente”.

Para la corte que juzgó y sancionó a los estadounidenses implicados en ese asalto, sus actos delictivos pusieron en peligro las vidas de los congresistas yanquis. Sin embargo, los cubanos que, estimulados desde Estados Unidos a través de las redes sociales, intentaron asaltar una estación de policía y lanzaron cocteles molotov, no son calificados de igual forma por la propaganda organizada y financiada por los yanquis, en su cruzada mediática contra la Revolución cubana.

Los otros acusados del grupo los Proud Boys, también detenidos por el asalto al Capitolio, fueron condenados por conspiración sediciosa y a pesar de esto la prensa occidental no los califica de presos políticos, como hacen con los cubanos, lo que demuestra la manipulación fabricada para dañar la imagen de la Revolución.

Joseph Biggs y Zachary Rehl, acusados junto a Pezzola, recibieron sentencias de 17 y 15 años de prisión respectivamente, sin que ningún periodista en Estados Unidos salga a defender el derecho de “manifestarse y ejecutar esos actos”.

Acciones similares ejecutadas contra los agentes del orden público cubano, ofensas a estos e incluso la resistencia a un oficial de la Policía y la obstrucción de un procedimiento oficial, como hizo Maykel Castillo, conocido por Osorbo, durante los actos de desobediencia en el habanero barrio de San Isidro en abril del 2021, apoyado por la embajada de Estados Unidos, y otros similares cometidos por Luis Manuel Otero Alcántara, reciben el aplauso de los gobernantes yanquis y sus aliados europeos, incluso con premios y resoluciones del Parlamento Europeo.

Un numeroso grupo de asaltantes al Capitolio lleva dos años detenidos sin ser juzgados y de eso nadie dice una sola palabra, prueba de que cuando los yanquis tienen que poner orden a los disturbios, aunque tengan un matiz político, no les importan los derechos humanos y emplean toda la fuerza inimaginable para aplastarlos.

Si lo mismo sucede en un país de los que no aceptan someterse a sus órdenes, la cosa es bien distinta y de inmediato la prensa a su servicio sabe que tiene que cumplir con el guion establecido, así de simple.

Razón tiene José Martí cuando expresó:

“Es gran resorte en política dar tiempo de morir a lo que sólo goza de ficticia vida”.

 

 

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