José Luis Rodríguez fue ministro de Economía de Cuba entre los años 1995 y 2009, y hoy es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial de La Habana. Sus escritos de análisis sobre las perspectivas de la economía cubana son imprescindibles para entenderla, en este momento de cambios, desafíos, esperanzas e incertidumbres. Y destacan por su sentido divulgativo y precisión matemática. Hablamos con Rodríguez sobre salarios, precios, deuda externa y perspectivas de crecimiento de la economía cubana en el corto plazo. Equipo en Cuba: Patricia Moncada, Javier Garijo, Ida Garberi, José Manzaneda. Edición: Esti Bonito.

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- Una pregunta siempre necesaria al hablar de economía cubana: ¿qué hay de la deseada pero pospuesta unificación monetaria?

- Hay que explicar por qué se llegó a la dualidad monetaria. En agosto de 1993 el país estaba en una situación muy grave de desmonetarización; el dinero había per-dido sus funciones, las personas no querían recibir el pago por sus servicios en di-nero sino en bienes: trueque directo. Había un nivel de inflación muy fuerte. Queda-ban dos alternativas. Una era devaluar la moneda nacional y producir un ajuste tre-mendo en la economía del país añadiendo otro sacudón a la crisis, lo cual era muy peligroso. Entonces se optó por la otra alternativa, que fue segmentar la economía en dos partes. La parte que tenía posibilidad de incrementar significativamente su ingreso real pasó a operar directamente en divisas, sosteniendo a la otra. Eso fue lo que creó la dualidad monetaria.

Todo eso ha tenido efectos positivos, sobre todo en el corto plazo. Y se ex-pandió la inversión extranjera, se logró deflactar la enorme masa monetaria que había en moneda nacional convirtiéndola en moneda convertible.

Ahora llegamos a una situación donde, para poder tener parámetros racionales y visibles, es necesario volver a la unidad monetaria. Es un proceso bien complicado que tiene dos partes. Una es la tasa de cambio oficial que funciona con las empre-sas, de 1 peso por 1 dólar, que va a sufrir una devaluación. Esa es la etapa en la que estamos en este momento y en la que hay que medir bien porque, cuando us-ted devalúe y pase –digamos– a una tasa 10 por 1, eso elevará el costo interno, y tendrá que evitar que el precio minorista golpee a la población. La otra es la tasa de cambio de la población, de 25 pesos por un dólar, y si la tasa pasa a otra de 10 por uno, usted revalúa el peso. Y eso llevará otro proceso de años.

Todo esto, al final produce un sinceramiento de la economía pero es un proce-so que lleva tiempo, lleva recursos y requiere mucho cuidado. Digo, resumiendo, que la reunificación monetaria es la medida más complicada pero no la más impor-tante. Más importante es que haya más inversiones, que haya más recursos para consumir, que haya más recursos para invertir.

- Cuba ha conseguido una reducción importante en el monto de su deuda externa, ¿cómo puede influir este factor en el futuro de la economía?

- Los dos problemas más importantes que está enfrentando la economía cubana son el desbalance financiero externo del país, y el bajo nivel de eficiencia y produc-tividad interna de la economía. Por ejemplo, entre el año 1991 y 1996 no entró fi-nanciamiento externo y a partir del 96 entraron sólo unos 300 millones para la indus-tria azucarera. A eso se sumó la deuda del país, que hoy se estima en unos 7000 millones de dólares. De esta manera, en los años 2000 se demostró que la econo-mía cubana no tenía condiciones de incrementar las inversiones y crecer sin finan-ciamiento externo fresco. Había que cambiar la estrategia y la política económica. Se empezó a trabajar desde 2008 y se aprobaron los Lineamientos de 2011. En los últimos años, desde 2009, se había crecido a un ritmo bajo, aproximadamente un 2,5% promedio anual.

En 2009 se planteó la reducción de importaciones al mínimo posible, renego-ciar la deuda y pagar deuda atrasada. Las importaciones pasaron de un 32% del Producto Interno Bruto al 20% en 2014 y se pagaron entre 2500 y 3000 millones de dólares al año de deuda. También se renegociaron las deudas con Rusia, México, China, Japón y otros países. Después, la del Club de París. 2014 fue malo para la economía. El plan de crecimiento estaba originalmente por encima del 3%; después fue ajustado al 2,2% y finalmente se obtuvo el 1,3%. Eso se debió principalmente a que se redujeron demasiado las importaciones. Reducir importaciones reduce, inevi-tablemente, el crecimiento. Hay un modelo que demuestra que para que el Producto Interno Bruto crezca en 1% las importaciones deben crecer en un 2. Por ello se de-cidió, desde finales de 2014, aumentar las importaciones. Pero para ello debe haber recursos financieros, lo que implicó un siguiente cambio: la decisión de aumentar el pago del servicio de la deuda de 3100 millones estimados a 5700 millones, que co-rresponden al 30% de las exportaciones del país.

Todo con vistas a liquidar deudas y obtener otros créditos bajo nuevas condi-ciones, inyectar liquidez a la economía, limpiar deuda atrasada y aumentar las im-portaciones.

Esto está acompañado de la política de captación de inversión extranjera y del impulso de la Zona Especial de Desarrollo del Mariel. En los inversionistas que ya están en Cuba se aprecia el interés por aumentar la inversión y el comercio, para ganar posición antes de una hipotética apertura del mercado norteamericano.

Esto sin duda ha tenido un impacto importante en el acuerdo de renegociación de la deuda con el Club de París.

- Si hay algo que impacta en las condiciones de vida de la población cubana es el nivel de precios en algunos productos básicos. ¿Poner límites administrativos es una solución?

- Sin negar que pueda existir esa posibilidad en algunos casos, la política a partir de 2011 está dirigida a “sincerar” los precios, que reflejen las condiciones reales y a no subsidiar los productos, sino a subsidiar a los segmentos más vulnerables de la po-blación, a quienes no ha sido posible cubrir sus necesidades.

La mejor fórmula para estabilizar los precios es que el Estado esté en condi-ciones de competir con los sectores no estatales. No hacemos nada con decir a un vendedor privado “Vd. tiene que vender a un precio máximo de 3 pesos”, porque lo venderá en el mercado informal, ya que hay demanda y sectores con liquidez para comprar su producto en 6 pesos.

El otro tema son los costos del sector que opera en base al mercado. Por ejemplo, el costo de la mano de obra. En La Habana y provincias circundantes no se consigue quien trabaje en el campo a menos de 100 pesos diarios. Y ha aumentado también el costo de los insumos importados. Súmele a eso la especulación, las prácticas monopólicas y la segmentación de mercado, toda una serie de factores que contribuyen a que los precios sean muy altos en relación con los ingresos de las personas.

El salario mensual medio estatal fue en 2015 de 687 pesos (era de 189 pesos en el año 89). Pero ese salario es nominal; cuando usted lo enfrenta a los precios, el salario real de hoy es menor que el de 1989.

- Se dice en numerosos trabajos que, en el proceso de transformación de la econo-mía cubana, el elemento clave es la transformación de la propia empresa estatal socialista. ¿Por qué?

- El sector privado, si bien emplea cerca del 30% de la mano de obra, aporta sólo el 12% del valor agregado del Producto Interno Bruto. Nuestra economía funciona con un 88% de nuevo valor creado por el Estado. Por lo tanto, lo que va a mover la eco-nomía es el sector estatal, las grandes empresas, las grandes inversiones, el sector del turismo en general, el níquel, la biotecnología.

Estamos en el proceso de agilizar la gestión del sector estatal, descentralizan-do decisiones, permitiendo que la empresa tenga un margen mayor de movilidad, que pueda fijar sus salarios, que pueda decidir sus inversiones. Eso no es tan sim-ple, porque nuestras empresas –y es algo de lo que se discute mucho– no tienen facultades para comerciar con el exterior. El comercio exterior, debido a la escasez de recursos, sigue centralizado. ¿Qué ocurrió el año pasado? Que empresas que tenían condiciones para cumplir su plan, hacer aumentos salariales, decidir sus pro-pias inversiones, no recibieron la materia prima que requerían. Por lo tanto, todo lo demás dejó de funcionar. Hasta que el país no tenga –y volvemos al punto anterior– un mayor nivel de importaciones, las cosas no van a funcionar como deben.

El problema más serio de salario está en el sector presupuestado, porque la estructura de empleo del Estado está invertida. El 51% de los trabajadores está en el sector presupuestado y el 49% en las empresas. El 49% tiene una vía para elevar sus ingresos; el 51% depende de decisiones administrativas centrales. Las empre-sas (estatales) van por buen camino, tienen expectativas a corto plazo de elevar sus ingresos y en algunas ya lo han obtenido. El sector presupuestario depende de de-cisiones más globales. Incluso, en la Asamblea Nacional se dijo que estamos co-rriendo el riesgo de que el ingreso no sea suficientemente estimulante para que la gente trabaje con niveles de eficiencia. Y eso, si no se resuelve, tiene dos salidas: esas personas, la mayoría con alta cualificación, se van en busca de ingresos más altos en los sectores privado y cooperativo, o emigran hacia el exterior. Por lo tanto, es un problema muy serio a resolver dentro de todos estos cambios, porque los te-mas de movimiento de fuerza de trabajo, migratorios, de estimulación, etc. son complejos y están interrelacionados.

- ¿Y el factor de participación de trabajadores y trabajadoras en las empresas, en los centros de trabajo del país?

- Eso en mi opinión es indispensable. Que tenemos un nivel de participación es in-dudable. Cuando Raúl Castro, en su primer discurso del 26 de julio de 2007 como Presidente en funciones, planteó una serie de problemas, la población los discutió, analizó e hizo propuestas. Después de eso, se formuló el proyecto de Lineamientos y hubo de nuevo una discusión amplia. Como resultado se modificaron el 68% de los lineamientos propuestos en base a la opinión de la población.

Pero otro asunto es el nivel de participación en la gestión cotidiana de la em-presa. Ahí estamos todavía en un nivel de participación consultiva, no deliberativa. Porque, por ejemplo, el plan se informa a los trabajadores, que pueden opinar, pero no hay una elaboración del plan a partir de la empresa. Y eso es lo que le da a la gente el sentido de copropiedad, de participación, del llamado empoderamiento, una participación efectiva en la toma de decisiones; no consultiva sino ejecutiva. Y ese es un paso a dar todavía importante que requiere educación, requiere un nivel de organización distinto, requiere una mentalidad diferente en la dirección.

Recomiendo un libro muy interesante, escrito por el popular psicólogo cubano Manuel Calviño, y cuyo título lo resume todo: “El cambio de mentalidad... empezan-do por los jefes”.

Entrevista: José MANZANEDA
Transcripción: Leonardo A. MESA SUERO.

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