Mariela Pérez Valenzuela - Revista Mujeres.- Las desigualdades de género presentes en el mercado laboral en América Latina y el Caribe se manifiestan en que, pese al creciente ingreso de las mujeres en el sector ocupacional, su participación continúa siendo menor que la de los hombres.


De ahí que esta situación propicie un cuadro de desaliento frente a la idea de alcanzar un equilibrio.

Son ellas las más vulnerables a la pobreza, quienes reciben los salarios más bajos —a la vez que los destinan en mayor medida al bienestar familiar—, las discriminadas por su condición de mujer pobre y las primeras en ser despedidas.

En el año 2010 ellas ganaban en promedio 68 % de lo percibido por los hombres.

La menor cuantía fue motivada por diversas razones; la fundamental, la crisis económica desencadenada por el agotamiento del modelo neoliberal impuesto a las naciones subdesarrolladas en las últimas décadas del pasado siglo, y que avasalla de modo general a la sociedad en su conjunto, pero se acrecienta en la situación femenina.

Como si nacieran marcadas por un cuño que las condena a las peores formas de la existencia humana, las mujeres y niñas conforman hoy el 60 % de los pobres del mundo. De ahí que el empleo y las condiciones de vida de las mujeres son, a juicio de expertos, dos variables básicas para avanzar hacia el desarrollo equitativo y sostenible de América Latina y el Caribe.

Bajo esa premisa, cinco organismos internacionales (OIT, ONU-Mujeres, PNUD, CEPAL y FAO) trabajaron en la elaboración de un Informe Regional denominado Trabajo decente e igualdad de género. Políticas para mejorar el acceso y la calidad del empleo en América Latina y el Caribe, enfocado a apoyar el diseño y ejecución de políticas de empleo para la igualdad de género, que contribuyan al desarrollo sostenible y equitativo, con trabajo decente.

Este documento, centrado en el empleo de las mujeres, sostiene que las desigualdades de género son consecuencia de las perspectivas tradicionales sobre el lugar y el papel que ellas deben ocupar en la sociedad, basadas en prejuicios y discriminaciones, al tiempo que alerta que se aprecian grandes diferencias entre la propia población femenina por su edad, origen, zona de residencia, ser madres o no.

De ahí que a lo largo del informe se reitere la necesidad de crear trabajo decoroso para las mujeres, con protección social, en lo que mucho influiría la construcción de políticas públicas que fortalezcan la inserción, la permanencia y el ascenso de este grupo en el mercado laboral.

El informe subraya que la pobreza en la región tiene rostro de mujer, pues son ellas las que enfrentan carencia de ingreso, pero también de tiempo disponible, situación que se agrava entre las esforzadas indígenas y afrodescendientes, quienes además sufren doblemente las desigualdades de género.

MAYOR INCORPORACIÓN FEMENINA A LA FUERZA DE TRABAJO

En la actualidad, más de 100 millones de mujeres integran la fuerza de trabajo en América Latina y el Caribe, con la incorporación de 22,8 millones de ellas en lo que va de la presente centuria.

Aun cuando históricamente se ha tratado de justificar que las mujeres se desempeñan en puestos de menor responsabilidad y remuneración porque están poco preparadas, la realidad demuestra que ellas tienen, en muchos casos, mayores niveles educacionales.

A pesar de que la tasa de participación laboral femenina aumentó en la última década, los obstáculos que a diario enfrentan para acceder a una ocupación digna se reflejan en las mayores tasas de desempleo (9,1 % femenino y 6,3 % masculino).

Las cifras asienten que las perspectivas de trabajar como asalariadas es menor que la de la masa masculina (60,7 % y 68,5 %, respectivamente); una proporción alta solo halla empleo en el servicio doméstico (15,3 % en contraste con 0,8 % de los hombres), el que en su gran mayoría es informal o desprotegido.

El aporte económico que más de un tercio de ellas hacen al funcionamiento de sus familias y de la sociedad, dedicadas a las tareas domésticas o al cuidado de sus seres queridos, no es reconocido ni valorado. Igual sucede a quienes se emplean en áreas rurales y agrícolas.

¿QUÉ HACER?

En el ánimo de revertir esta situación, los expertos sostienen que el desafío es avanzar hacia el desarrollo de políticas de empleo, que respondan a su creación con calidad, la formación profesional, los seguros de desempleo, el cuidado a la maternidad y el desarrollo de las mujeres en el mercado del trabajo, en condiciones de igualdad con los hombres.

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