Rosmery Pineda Mirabal - Juventud Técnica.- El mero hecho de discernir hacia dónde se desbalancea la presencia de hombres y mujeres en el ámbito científico, por citar el ejemplo que nos interesa, nos coloca ante la presencia de un problema de discriminación recalcando el significado de la disparidad cuando de género se trata.


La inclusión de este enfoque en las ciencias y la tecnología se dirige a reconocer y eliminar las inequidades entre hombre y mujeres, producto de las desigualdades en la distribución de los recursos y la accesibilidad a ellos, y de los roles de género. Así lo refiere el estudio Una mirada de género a la ciencia y la tecnología publicado por la Universidad de Málaga, el cual reconoce varios indicadores necesarios a la hora de analizar las ciencias desde esta perspectiva. Algunos autores destacan el análisis etario en relación al sexo, la relación entre los niveles jerárquicos alcanzados por las féminas en relación con la edad, el acceso a becas, la proporción entre hombres y mujeres en cada una de las disciplinas científicas, en los grados o cargos más altos, así como otros ejemplos que plasmen la realidad y ayuden a entender las causas que la producen.

De acuerdo con cifras del Instituto de Estadística de la UNESCO, en julio de 2019 la tasa mundial de mujeres investigadoras era de solo 29,3 por ciento. Independientemente de que cada vez son más las que se inscriben para estudiar carreras de ciencias e ingenierías, no es similar la proporción en los cargos más altos, desde investigador hasta líderes de proyectos. Es válido aclarar que solo 17 mujeres han ganado el Premio Nobel de Física, Química o Medicina desde que Marie Curie lo obtuvo en 1903, en comparación con 572 hombres.

Sin embargo, América Latina y el Caribe es una de las dos regiones del mundo que ha alcanzado la paridad en la proporción de investigadores mujeres y hombres. Aunque la representación de estas se reduce a medida que avanzan en sus carreras como profesionales, lo que significa que las brechas de género se amplían.

En el caso específico de Cuba, después del triunfo de la Revolución se impulsaron cambios sustanciales en la condición y posición de las mujeres cubanas. Ellas fueron no solo beneficiarias, sino protagonistas activas de estas transformaciones a partir de la creación, en 1960, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) que tuvo entre sus primeras líneas de trabajo el desarrollo científico de la mujer.

Como parte de la voluntad política del Estado, más cerca en el tiempo, en 2021 se aprueba el Programa de Adelanto de las Mujeres (PAM) que da continuidad a las luchas por la igualdad de género en la Isla, en tanto, institucionaliza este derecho. Al referirse al empoderamiento económico, la primera de las ocho áreas en las que se divide el PAM, expone que una de sus prioridades es profundizar en los análisis de enfoque de género y su aplicación práctica, tanto en el sector estatal como no estatal, en los temas referidos al papel de la ciencia, la tecnología y la innovación.

Los resultados de Cuba son interesantes. De quienes trabajan en el sector científico, el 53 por ciento son mujeres y, a su vez, las ciencias cubanas tienen el mayor por ciento de féminas entre todas sus homólogas en el mundo, al representar en la Academia de Ciencias el 34 por ciento de la membresía total, el 60 por ciento de la junta directiva y tres de ellas ser vicepresidentas, como lo recoge una publicación en twitter del ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en febrero del pasado año.

No obstante, subsisten todavía desigualdades en cuanto al rol de la mujer en el ámbito científico. Por lo que es necesario superar los sesgos de género en la producción del conocimiento que no solo limitan la creatividad científica, la excelencia y el beneficio de la sociedad sino que también impiden la realización personal y profesional de aquellas mujeres que conciben su proyecto de vida dentro del marco de las ciencias.

 

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