Por Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com) - Cubainformación / Blog La Joven Cuba.- En Cuba existen muchos prejuicios, algunos de ellos han provocado que nuestros funcionarios no sepan actuar en público o no le presten atención a esto. Pero no se trata solo de ser un buen político, también hay que parecerlo…


Nuestros dirigentes están en desventaja. Después del 59 quisimos escapar a la demagogia anterior y proscribimos muchos de los resortes que forman parte de la comunicación política, el resultado ha sido crear un estereotipo del “cuadro” que a menudo es rechazado por la opinión pública dando la imagen de aquello que precisamente se buscaba combatir: la demagogia. Y si, mientras nuestros representantes estén atados al comportamiento del cuadro prefabricado, seguirán estando en desventaja.

¿Se puede ser un político del siglo XXI ajeno a las más modernas técnicas de dirección, al lenguaje corporal que debe seguirse ante las cámaras, a los resortes que evitan la retórica en los discursos y trasmiten emociones? Creo que no, sin embargo muchos de los nuestros reniegan conscientemente este aprendizaje bajo la creencia de que son características del modelo capitalista o que ellos no lo necesitan, error. Los mecanismos que facilitan la comunicación son imprescindibles para hacer una buena gestión, así como la imagen del dirigente siempre será la del país que representa.

Podría parecer superficial pedir que los políticos atiendan a la forma en que se dirigen o se comportan pero si nuestras valoraciones sobre esto no evolucionan veremos a cualquier demagogo extranjero hacer trizas a nuestros dirigentes en encuentros internacionales, debe haber ocurrido en más de una ocasión.

Hace unos años se armó un revuelo con el video que mostraba a Lázaro Expósito inspeccionando en la madrugada establecimientos de Santiago de Cuba, su popularidad se incrementó exponencialmente al hacerse masivas las imágenes que el pueblo deseaba ver hacía rato. Lo irónico es que ese era el accionar de Expósito desde muchos años antes, solo que en esta breve ocasión su gestión se estaba haciendo pública. Lamentablemente no hemos vuelto a ver algo así, la excepción había tenido un efecto muy positivo e inexplicablemente desapareció de nuevo.

Esto forma parte de un problema mayor, mayúsculo en nuestro país, la invisibilidad de la gestión de nuestros funcionarios que hace muy difícil sentir empatía hacia ellos y los despersonaliza injustamente. De esta forma resulta imposible apoyar a determinado dirigente o retirarle el apoyo a otro que no lo merezca porque sabemos muy poco de las propuestas o líneas de pensamiento existentes, ya sea en la Asamblea Nacional o el Partido Comunista. Un político mediocre puede entonces ser promovido a mayores responsabilidades gracias al manto de protección que le brinda el modelo actual, en el que un sistema de selección de cuadros sustituye la regulación que por derecho le toca al pueblo, la inteligencia colectiva siempre será muy superior a la de unos pocos.

Este modelo también resulta muy injusto con algunos dirigentes que quizás no necesiten el aprendizaje comunicativo al que me refiero, estén listos para representarnos correctamente y simplemente no tenemos forma de saberlo al desconocer sus posturas políticas o actitudes personales. Salvo los fugaces “momentos” de las sesiones de la Asamblea Nacional que se nos transmiten por televisión, algunos congresos o actividades medianamente públicas, ignoramos la proyección de los funcionarios.

Debemos aprender que toda gestión realizada por nuestros dirigentes es pública, excepto aquellas que son de interés para la seguridad nacional, un concepto que me temo se ha utilizado demasiado para justificar el secretismo que se resiste a morir. Muchos buenos dirigentes deben estar hibernando en espera del día en que conozcamos su agenda y podamos entonces participar conscientemente del rumbo que tome el país, apoyando a unos en vez de otros, que quizás son seleccionados por un aparato burocrático imperfecto. Si tenemos alguna duda de esto último, recordemos cuantas “liberaciones” y demociones deshonrosas han tenido lugar en los últimos años.

Nuestra población, que ha permanecido por décadas ajena a los mecanismos comunicativos de la política, si cayera en manos del capitalismo sería una presa perfecta de la demagogia, de los que saben que frente a las cámaras no se debe mirar hacia arriba, que los colores del traje utilizado afectan la percepción que se tiene sobre el discurso, y un montón de cosas así que la mayoría de nuestros políticos ignoran por completo.

El país necesita que sus políticos aprendan a hacer política y comportarse en público. De esta forma podrán provocar empatía en el extranjero hacia Cuba y dentro del mismo unir a las personas hacia el modelo de país que la mayoría del pueblo considere justo. Pero… ¿alguien le habrá hablado alguna vez de esto a Raúl, Díaz Canel o Murillo? Me gustaría saber qué piensan al respecto, me gustaría saber mucho sobre el pensamiento de los que tienen el futuro de la Revolución en sus manos. Si tuviera un minuto para hablarles, les diría que ni toda la moral del mundo nos dará la razón en un debate si no sabemos expresarnos correctamente, si no tenemos armas para comunicar lo que se quiere, que hay que atender este tema porque no basta con ser buen dirigente, hay que parecerlo también.

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