Alberto Faya Montano - La jiribilla.-  El pasado Congreso de la UNEAC tuvo entre sus temas fundamentales la necesidad de hallar una respuesta ante los mecanismos globalizadores que, lejos de disminuir, han continuado desarrollándose a lo largo de estos últimos diez años.

Mucho hemos argumentado en torno al papel que deben jugar los escritores y artistas cubanos frente a la avalancha de expresiones de escaso valor que se insertan dentro del contexto nacional y como no es suficiente, pienso que debemos seguir prestando mucha atención a los intentos de los grandes poderes económicos y culturales del mundo por desarrollar entre nosotros su función hegemónica a través del mercado de las artes y del pensamiento. 


La sociedad cubana no existe dentro de una campana de cristal y ha sido voluntad nuestra seguir el sabio pensamiento martiano de injertar en nosotros al mundo.

El ajiaco, del cual hablara don Fernando Ortiz, es característico de nuestra cubanía y lo que hoy somos es el producto de procesos de transculturación que han funcionado desde la llegada de los primeros europeos a nuestras tierras. Sin embargo, la circulación masiva y generalizada de ciertas manifestaciones artísticas y literarias ha llevado a muchos a pensar que vivimos en una aldea global que cada día estrecha más y más sus límites.

Existe una llamada corriente fundamental del arte, la literatura y por tanto, del pensamiento que actúa sistemáticamente sobre nosotros imponiéndonos realidades virtuales que se hacen efectivas mediante al consumo sistemático. A la vez que la actualidad del pensamiento martiano nos exige no “... salir a adivinar al mundo...” “...con antiparras yanquis o francesas...”; el respeto por el pueblo cubano también nos obliga a rechazar obras supuestamente artísticas destinadas, como seguía el viejo principio romano: de pan y circo, a adormecer o enajenar a las masas.

Los escritores y artistas cubanos agrupados en la UNEAC deberán trabajar estrechamente junto a las instituciones promotoras de la literatura y el arte del país para ayudar a que nuestro pueblo se ponga en contacto no solo con el consagrado acervo de la llamada cultura occidental sino también con las mejores obras que se han venido produciendo en el seno de los pueblos del mundo y que no forman parte de la corriente de circulación de ideas y sentimientos promovidos por los centros hegemónicos.

El desarrollo de movimientos artísticos y literarios que hoy se lleva a cabo como expresión de procesos revolucionarios, de políticas justas en algunos de nuestros países o simplemente desde el esfuerzo de artistas poco conocidos, pero tan valiosos como útiles dentro de Nuestra América o África (por solo poner dos ejemplos); nos puede proveer con la muy buena y necesaria inserción del mundo de la que Martí hablara.

Una continua promoción y divulgación de manifestaciones artísticas tal vez no tan conocidas pero si de gran valor no solo pudieran enriquecer a nuestros artistas e intelectuales sino que contribuirían a mostrarle a nuestro pueblo que existe un mundo mucho más amplio y rico que aquel que el mercado nos ofrece en sus vidrieras habituales.

La lucha no está solo en la promoción acertada de nuestra cultura nacional y me permito entonces citar lo que el compañero Armando Hart escribiera en su prólogo al libro Siglo XX. Intelectuales militantes: “Hay que rescatar el pensamiento de los grandes sabios, podemos hacerlo precisamente a partir de recuperar la memoria histórica de nuestros pueblos, ella es la que nos conduce a la identidad universal. Identidad, universalidad y civilización, he ahí la clave del mundo nuevo que necesitamos”.

Intervención en la plenaria sobre Cultura y Sociedad, VII Congreso de la UNEAC.
1ro de abril de 2008. Palacio de las Convenciones, La Habana.

 

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